Mezquita, el pintor de la vida
El discípulo predilecto de Antonio López llega a la sala Gran Capitán para mostrar hasta finales de julio su 'Territorio mítico'
La distancia entre Zamora y Granada se ha acortado con el AVE. También para José María Mezquita (Zamora, 1946), considerado por la crítica como el discípulo predilecto –no solo por la relación que les une, sino por esa «comunión espiritual» que el artista reconoce–, del gran maestro del realismo español contemporáneo, Antonio López. Hasta el próximo 28 de julio, la primera gran retrospectiva del pintor que se exhibe en el sur de España llega a Granada bajo el título 'Territorio mítico'. Granada es un territorio de leyendas, también para el artista. Pero su territorio está en lo cotidiano, en esos rincones, interiores y exteriores, que muchos de nosotros miramos pero no vemos. Esa es la esencia de una exposición que incluye 75 obras de todas sus etapas, y que cuenta con los artistas Alfonso Luque y Rafael Caballero en el papel de comisarios.
Desde que iniciara su obra en lo que Mezquita define como «pintura rápida», con ese estilo que Juan Manuel Bonet tilda en el catálogo como «dubitativo» y que se puede ver en su obra 'La caseta del guarda en el bosque de Valorio' (1963), hasta hoy, más de medio siglo de arte ha pasado por sus manos. Mezquita creció como pintor «yendo a las obras en construcción. Mi pintura es solidaria, como mi esencia. Para mí es clave este concepto. Para mí es una zona de confort».



Surgen, así, sus series dedicadas a empresas y rincones de su ciudad retratados, en algunos casos, unos días antes de perder su esencia, o de desaparecer. «Retrato un mundo poco verificable, subjetivo, lejos de la matemática que aporta la técnica», afirma. «Lo que elijo para pintar tiene que ver con la memoria de lo vivido, que es lo que mejor conozco. Ello permite que no me encasille, y me ayuda a expresarme y encontrar la paz».
Una silla de anea
La técnica es siempre la misma: una silla de anea ante un caballete, y observar. «Cuando pinto algo, pasa a formar parte de mi existencia, y las personas que me acompañan en lugares donde trabajo durante meses pasan a formar parte de mi familia». Afirma tener una asignatura pendiente, el paisaje. «Hasta ahora, he estado apremiado por la inminente desaparición del entorno, y he representado, de una vista, un árbol, unas raíces o un rincón. Ahora, quiero pintar la geometría de una vista en su totalidad». De su virtuosismo para recrearse en lo pequeño, en unas raíces, da fe 'Raíces', el óleo pintado entre 2006 y 2007 que preside la sala al fondo.
Bebe de los clásicos. «Mi territorio mítico se sitúa junto al pincel de Velázquez o de Goya. Cada una de sus pinceladas me introduce en un abismo». Mezquita no se da importancia, pero sus seguidores –y su cotización, por qué no decirlo–, le han creado una reputación que le precede. Los comisarios de la muestra no necesitan muchas palabras para definirle, después de cruzarse con él en Ávila, en unos cursos. Rafael Caballero dice que «nadie hace hoy lo que él hace, es un pintor total», mientras Alfonso Luque habla de «un artista que hace del tiempo su aliado para pintar lo importante».
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