Manuel Vilas cuenta una historia de amor utópica en el Aula de Cultura

Vilas destacó la importancia del placer como vértice de la existencia. Un placer tanto visual como experiencial, y por supuesto, amoroso. «El placer y la libertad son las razones de la existencia de Irene», matizó. Una aspiración que es común, o debiera serlo, al resto de los mortales. «Solo tenemos una vida, y debemos emplearla bien. Y tenemos que quedarnos con lo importante. Las novelas pueden ayudar a eliminar ese ruido que nos rodea y que nos impide ver claro, en ocasiones», dijo Vilas.

El papel de las supersticiones en la sociedad, convertidas estas en máximas que parecen inamovibles y que luego se consideran normales –por ejemplo, el divorcio–, son superadas por la actitud de Irene, que inicia en Málaga una huida hacia delante en busca del placer, que tiene su primer capítulo en un flirteo casual en una terraza. Con grandes dosis de humor, el escritor contó lo que ocurre a su protagonista en aquel primer encuentro, donde, narró, «Irene se regodea en su poder, y en el momento del orgasmo, ve a su marido muerto, rodeado de llamas».

Ese mismo egocentrismo de Irene tiene su reflejo en cierto sentimiento de culpa, cuando hace daño a algunos de sus amantes. Poco a poco, Vilas dibuja, a través de metáforas directas y transversales, el contorno de esta mujer singular. «El personaje de Alicia, que aparece en el capítulo cuarto, tía de Marcelo y peluquera en el barrio de Usera, va dando algunas pistas sobre el carácter de mi protagonista», desveló Manuel Vilas.

Otra de las grandes metáforas es la propia concepción de la tienda que mantiene a la pareja, llamada 'Los muebles de todos'. «Los muebles de Ikea son la derrota del amor», llega a afirmar Marcelo en un momento determinado. «Piensa que los muebles buenos, duraderos, protegen la durabilidad de la pareja. Y que los montadores de muebles son creadores de entornos bellos». Por ello mismo, detesta la decoración y el aspecto de los hospitales, una aversión que comparte el propio autor. «Sin belleza la vida es fea. Y un día en un lugar feo es un día perdido. No soy un esteta, soy un hombre de pueblo. Para entender la importancia de la estética solo es necesario caminar por las calles de Granada, una de las ciudades más bellas de Europa».