Lori Meyers: ¡Ajá! ¡Han vuelto!
El grupo lojeño llenó el teatro del Generalife de contagioso pop
Juan Jesús García
Domingo, 12 de septiembre 2021, 00:33
Y a lo grande. Llenado en pocos días el aforo del auditorio del Generalife, que con las nuevas (y menores) restricciones se ha podido ampliar ... incluso un poco más para ellos. Juegan en casa y la afición está de su parte, símil futbolero perfecto, ya que hasta hicieron un video luciendo las camisetas del equipo local, ¡y han firmado también una parte del himno indie del Granada CF! Seguro que tras el concierto de anoche en tan emblemático recinto cada uno de ellos se 'llevó el balón' de recuerdo a su casa.
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Con la parada de supervivencia biológica de los festivales, su hábitat más habitual (estuvieron en las ediciones prepandemia tanto del GRSound como del En Órbita), Lori Meyers ha vuelto este verano ocupando con su nombre todo el cartel, y cómo en Granada, han vendido 'todo el papel' allá donde se han presentado.
El segundo concierto de la serie '101 Músicas' ha sido el argumento para este regreso también a casa. Emotivo para ellos arriba en el conjunto monumental, y entusiasta para los que lo presenciaron anoche. Hay grupos por aquí muy serios y rigurosos, otros que mantienen las distancias, los hay fríos y propensos al ego-trip… Pero los Lori son pura empatía, son unos de los nuestros y viceversa: «La cultura no somos nosotros, sois vosotros», dijo Noni sellando el acuerdo. Y contagian su alegría vital (no exenta de melancolía), a los que habitan enfrente de ellos, hasta ser una unidad de destino ¿en lo universal? Bueno, habrá que esperar a su inminente desembarco en las Américas para ver si ratifican su estatus también globalmente.
«Tengo ganas de bailar»
«Que toquen Lori Meyers, que tengo ganas de bailar», pidieron Sidonie en una canción. Dicho y hecho. Cruzando el penumbroso humo escénico con una sintonía digna de una score de Vangelis, fueron saliendo Noni, Ale, Alfredo Núñez, el núcleo duro, con el refuerzo de J.J. Machuca crucificado entre sus teclados, Javier Doria en la segunda guitarra, y el bajista Miguel de Lucas, al que ya conocíamos mecanografiando desde su instrumento más que tocando en los estupendos toledanos Sunday Drivers.
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Como también Sidonie, quizás sean los de Loja los que mayor partido le sacan a un fondo de armario sonoro bien ordenado y estudiado. Ha sido siempre una de sus mayores habilidades, hacer canciones con espíritu intemporal, adornadas con complementos técnicos contemporáneos. Metabolizan esencias y reciclan influencias de las décadas prodigiosas haciéndolas suyas completamente. Hay canciones que harían sonreír de satisfecha complicidad a Fernando Arbex, Juan Pardo, Poncho, Santiago Auserón, Syd Barret, Roque Narvaja y hasta a Moroder. Presentadas formalmente, eso sí, con mucho esfuerzo en ricos arreglos y sastrería sonora tanto en el gran como en el pequeño detalle, y en los bastantes desarrollos instrumentales que hacen crecer las canciones.
Son uno de esos escasos grupos que no han roto la línea de continuidad del pop desde que se inventó, y se reconocen en esa savia de identidad. La respetan y veneran (en ocasiones con citas a pie de página directas) con humildad de aprendices que incluso lo verbalizaron agradeciendo a los grupos de Granada todo lo aprendido. Y trabajo en grupo, que además, el liderazgo de Noni en escena es aparente más que real, puesto que en el contenido dan imagen de grupo cohesionado y muy engranado, en el que todas las piezas son vitales para el funcionamiento conjunto. Sean las segundas voces de Alejandro (primera ya en algún momento, y veta a explotar), su variedad tímbrica con la guitarra, la flexibilidad y exactitud del baterista, los carnosos cortinones sintéticos de Machuca, o el esforzado añadido del bajista, que a veces ejerce casi de cuarto guitarrista por graves.
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Respecto al continente, acostumbrados a verlos bajo varios trailers de equipo espectacular, acaso por las limitaciones del momento, del espacio donde actuaron, o por el precio de la luz, dejaron en el almacén buena parte de la arquitectura luminiscente que los cobijaba en otras épocas. Un mural led trasero (y dos pequeños) ambientó visualmente su concierto, mientras que el escenario apareció poblado de una suerte de farolas a contraluz que a ojo de buen miope por momentos podría parecer un gráfico de frecuencias. Suficiente escenografía para un grupo que se ofrece multisesorialmente, y lo justo para no abrumar las retinas y desviar la atención. «Somos seres de luz y hemos venido a brillar», que ya lo cantaron ellos mismos nada más asomarse.
Guitarras a régimen de crucero
Las guitarras ya cogieron su régimen de crucero con el crujido de Planilandia y la devorakilómetros Luces de Neón, con sus adhesivos 'parapapás'…, un arranque por todo lo alto, antes (con Tokio ya no nos quiere) de que el caleidoscópico magma psicodélico de Océanos remansara el frenesí. El 'momento foto' lo puso Luciérnagas y mariposas con los 'mecheros' de los móviles tintineando al aire. La más cantautoril de lote resultó Castillo de naipes, dando paso a dos paquetes, uno de 'jitazos' como Siempre brilla el sol y la creciente Impronta (con la beat Sus zapatos de transición), y la entrega de avance de Hacerte volar y la muy marcial Punk. Cerrando la primera parte del set con más cartas tan marcadas como las hiperbailables El tiempo pasará, también Zona de Confort, y la hipercinética Emborrácharme, brindis incluido, perfecta para poner un punto y…aparte.
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En la recta final, anómalamente poco requerida, acaso ya porque se sabe obligatoria, sorprendieron con el inciso lorquiano del 'Volando voy' de Kiko Veneno (para Camarón, sí), mientras que la Rumba en atmósfera 0, que suelen hacerla en plan tablao esta vez lo fue a sencillo dúo. A la hora de concluir estas palabras por la hora de cierre, su baraja guardaba otros comodines que no habían jugado aún: como Aha han vuelto, Alta Fidelidad o Mi Realidad, que seguro no faltaron en el fin de fiesta. Los Lori han vuelto, ¡Ajá!
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