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Francisco Cuenca, Pere Gimferrer, Laura García Lorca, María de Leyva, Sandra García y José Entrena, junto a la escultura del Premio.

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Francisco Cuenca, Pere Gimferrer, Laura García Lorca, María de Leyva, Sandra García y José Entrena, junto a la escultura del Premio. Alfredo Aguilar

«Lorca supo como nadie desentrañar la verdad plástica escondida tras los versos»

El poeta, escritor y editor Pere Gimferrer recibió anoche el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca y demostró por qué es una referencia en la literatura actual

JOSÉ ANTONIO MUÑOZ

GRANADA

Jueves, 17 de mayo 2018, 01:46

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Catalán ya asimilado por la letra escrita con sangre. El primer ganador catalán del Lorca. Conectado con la realidad sonora de la poesía del fuenterino tanto como con las calles que el autor de 'Bodas de sangre' horadó y que en estos últimos días ha tenido la oportunidad de recorrer. Hoy tiene prevista una visita guiada a la Alhambra, pero anoche, el 'hombre de letras' Pere Gimferrer (Barcelona, 1945), acudió al Centro Lorca para recoger, de manos del alcalde capitalino, Francisco Cuenca, esa luna en cuarto creciente que le acredita como decimocuarto ganador del Premio Internacional de Poesía que más sabe a Granada.

La concesión de dicho galardón se dio a conocer a finales del pasado mes de noviembre. El jurado que se decidió por entregar esta distinción a Gimferrer estuvo integrado por el propio Francisco Cuenca; Carlos Pardo, de la Fundación Federico García Lorca; Aurora Egido, de la Real Academia Española; Amelina Correa, de la Universidad de Granada; José Luis Martínez-Dueñas, de la Academia de Buenas Letras; Fernando Fernández, de la Casa de América; Mercedes Cebrián, de la Residencia de Estudiantes; los críticos Antonio Lucas, Jesús Ruiz y Laura Revuelta; y María de Leyva, edil de Cultura.

Tras la protocolaria entrega, aplaudida largamente por la concurrencia -el patio de butacas estaba tan lleno de políticos como de artistas, y no estaba lleno-, Gimferrer se dirigió sin papeles al estrado. Fue el único que anoche no los usó. Su verbo arrastra los jirones de la sapiencia y los años. No dice una palabra de más. «Debo ser breve», comenzó su discurso.

Apenas necesitó diez minutos para mostrar su increíble erudición con respecto a la figura lorquiana, y a la literatura española e incluso norteamericana. De Gracián a Williams, de Góngora a los coetáneos del propio Lorca, todos salieron fielmente retratados con apenas unos trazos, distribuidos de forma ágil y certera. «He escrito mucho sobre Granada y sobre Lorca, juntos o por separado. He editado libros sobre ambos. Esta ciudad debe mucho a Federico», dijo. Porque supo retratarla con fidelidad. Desde lo diminuto, lo inmediato, a lo grande.

Lorca, el mito

«Para mí generación, Lorca es un mito literario tanto como humano», aseguró, afirmando también que su trato con el de Fuentevaqueros comenzó en la adolescencia, como también empezó a tratar a otros de sus compañeros del 27. Y leyéndolo, y viendo en conjunto su figura, llegó a desentrañar las claves de su éxito. La primera, que Lorca vivía en las entrañas del lenguaje, creando imágenes de una sonoridad extraordinaria. La segunda, que, partiendo de lo local, el granadino llega a ser universal, y esa universalidad es un rasgo distintivo en su obra que la hace duradera, permanente. La tercera, que es capaz de crear fogonazos expresivos con entidad poética autónoma. Y, muy importante, que supo mostrar la verdad plástica y visual del poema, que se esconde tras los versos.

Ese es, para Gimferrer, el centro de la creación literaria. Esa verdad que muchas veces duele decir, pero más duele aún callar. Aunque a veces implique una decepción, como la que sufrió Federico al conocer esa mole urbana gigantesca que era, y aún hoy es, Nueva York. Todo lo que de inhumano, de descorazonador, vio el poeta en su momento, sigue estando en vigor hoy. Por eso, los versos encaramados al Puente de Brooklyn siguen sonando tan bien.

Gimferrer describió a Lorca como lo que hoy diríamos de forma cursi un 'coolhunter', un gran observador de lo contemporáneo, captador de lo bueno y hábil 'incorporador' de esas bondades a su obra. Y que fue capaz de influir a autores como Tennessee Williams, quien reconoce su magisterio y su peculiar sentido del idioma. «En los textos lorquiamos aparece el hombre que había en el poeta tanto como el poeta que había en el hombre», definió certeramente el ganador del Premio Lorca, haciendo hincapié en la indisociabilidad de uno y otro. De ese mito que va más allá de su carne y su circunstancia en la hora postrera. Gimferrer puso un ejemplo de cómo Lorca era capaz de introducir términos tan poco poéticos como 'grupo', confrontando 'grupo de gente' con 'grupo de agonías', algo que aparece también en Góngora, gran inspirador de ese evento literario que fue la Generación del 27. «Lorca entra en permanente comunicación con el lenguaje. Su trayectoria es corta en el tiempo, pero muy intensa. Muchos son los libros escritos en retazos, publicados luego tras su muerte, que sobre las páginas adquieren una dimensión extraordinaria. Su forma expresiva llega al núcleo del idioma, sobrevive al tiempo y a las conquistas del espíritu humano», afirmó. Fue el de Gimferrer, en definitiva, el discurso de un sabio, y supo a poco. Pero, como dijo al principio, debía ser breve.

Al grano

De esa misma brevedad se contagiaron el resto de intervinientes en el acto, representantes de las administraciones públicas promotoras del galardón. Comenzó la delegada territorial de la Junta de Andalucía en Granada, Sandra García. La delegada recordó la vinculación estrecha del autor con Granada, desde su fantástica introducción a la obra de Melchor Almagro San Martín 'Sombras de vida'. Es preciso recordar que Gimferrer describió tal obra como un volumen entre los más bellos y personales de la prosa modernista hispana. También dijo que Granada es una ciudad de encuentro de las letras y la cultura, y en este marco, compartir el talento con un autor «que con su palabra nos hace ser un poco más felices, es un gran placer».

Sobre el valor del talento incidió también José Entrena, presidente de la Diputación Provincial. Entrena aprovechó el acto para echar piropos al lugar que lo albergaba: «Este Centro hace de Granada un lugar mejor, y el ingenio y el talento del poeta que este año recibe el Premio Lorca en el mismo, encaja con el espíritu que lo inspira», afirmó. Entrena insistió en la importancia que tras 14 ediciones tiene el Lorca, «un reconocimiento que llega a cualquier rincón del mundo». Y habló de la herencia de Federico y de la responsabilidad que supone: «Intentamos responder cada día a nuestro compromiso con Lorca, y con la huella que dejó en Granada. El mismo que dijo que la poesía no quiere adeptos, quiere amantes».

Puentes

Cerró el turno de palabra el alcalde de Granada. Francisco Cuenca hizo apología de la ciudad tanto como del autor galardonado. Una parte importante del discurso se centró en una defensa del valor de la poesía como forma de expresión, por encima de razas, tendencias e idiomas. Un lenguaje que «debe unir a los pueblos a través de la cultura y no como instrumento separador o herramienta para señalar lo diferente, convirtiéndolo en un instrumento para el agravio».

Esta afirmación le sirvió como introducción a un panegírico sobre la obra del autor galardonado, «cuyo ingenio poético se ha manifestado en castellano, catalán, italiano o francés, rompiendo cuantos corsés se le quieran colocar, haciendo de la lengua el predicado de un sujeto que es el verso; y ahí, nuestro protagonista de esta noche, también se une al cometa de Lorca».

La actuación del pianista José Ignacio Hernández, finalizada con una personal versión de 'La tarara', puso fin a una noche donde la cultura brilló con luz propia.

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