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El cante desgarrado de Poveda en recuerdo al poeta de Fuente Vaqueros emocionó anoche al público.

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El cante desgarrado de Poveda en recuerdo al poeta de Fuente Vaqueros emocionó anoche al público. ALFREDO AGUILAR

Lorca, según Poveda

El cantaor rinde homenaje al escritor en Granada con 'Enlorquecido'. Transitó por todos los Federicos de sus lecturas en una actuación que también dio espacio al cante clásico y a temas por estrenar

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Viernes, 21 de diciembre 2018, 00:41

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La clave la desveló el propio Miguel Poveda nada más salir al escenario del Palacio de Congresos. El Federico García Lorca que el público conoció anoche a través de su privilegiada voz fue un ser «de luz y de belleza, amante de lo popular y lo culto», un Federico «no político», múltiple y tamizado por el propio cantaor, que lo transitó, ante un auditorio casi lleno, durante algo más de dos horas.

El artista había marcado en rojo su visita a Granada, como admitió esta semana en varias entrevistas. A la tierra de Federico venía a cerrar la gira de 'Enlorquecido', un álbum hijo de sus lecturas y cuyo curioso título procede de un comentario que Ian Gibson, biógrafo del poeta, le hizo tras uno de sus recitales. Poveda es un reconocido lorquista. Conoce bien la Huerta de San Vicente, el Museo-Casa Natal, los rincones que el poeta pisó en Granada, Madrid, Nueva York o Barcelona y por ahí empezó. Un audiovisual con imágenes del escritor y escenas de los lugares que recorrió le sirvieron de bienvenida para lanzarse con 'No me encontraron', quizás la canción que más recorrido ha tenido de todo el disco en las radios. Ya desde el arranque, acompañado por un amplísimo equipo de músicos cuyos nombres fue desgranando, uno a uno, a lo largo del concierto, Poveda se mostró cercano al público, pedagógico, afinado a la perfección y activo sobre el escenario.

Así pasó por el Lorca «premonitorio», como él mismo definió, primero de los Federico que transitó durante la noche. El viaje emocional viró a otro distinto con 'Alba', 'Silencio', 'Los cuatro muleros' y 'Anda jaleo', canciones que beben de la pasión por lo popular del escritor de Fuente Vaqueros y que conectan con la propia raíz del cantaor. Estuvo cómodo con ellas el artista, visiblemente emocionado pese a que el público se mostró algo frío, recién aterrizado.

Poveda se mostró cercano al público, pedagógico, afinado a la perfección y activo

Todo cambió cuando Poveda invitó a la audiencia a seguirlo por el Federico de los Sonetos del Amor Oscuro. El catalán lo afrontó como recogido, apenas acompañado por el piano, en un menos que fue más y más y más. El público empezó a animarle, a empujarle mientras ponía voz a los poemas 'El poeta pide a su amor que le escriba' y 'Ay, voz secreta del amor oscuro', y explotó definitivamente cuando versionó la 'Oda a Walt Whitman'. Acompañado tan solo por el coro, que le marcaba el compás con los pies y las palmas, el artista hizo honor a los versos del granadino con una interpretación que alguien del público, a voz en grito, describió como «es oro, ¡qué bien cantas!». La ovación fue grande.

Tras recordar que «mataron al hombre, pero no pudieron con el poeta», Poveda habló de muerte con el extracto que versionó de la famosa 'Carta a Regino Sainz de la Maza', que hizo solo a piano, y con una 'Canción de la pequeña muerte' que mimó como una pequeña joya, en pie, sobre el escenario del Palacio de Congresos. El tercio lo cerró con 'Son de negros en Cuba', ese prodigio que escribió Lorca inspirado por su experiencia en el país caribeño y al que el cantaor supo darle el enfoque festivo que pedía.

De la raíz a la raíz

Había pasado algo más de una hora cuando Poveda dejó el escenario durante largo rato. Hay que ser muy bueno y estar muy seguro de tu equipo para hacer algo así. La ausencia del fue ocupada por los acompañantes del cantaor, que demostraron que el artista no viaja solo. El largo interludio dejó momentos muy aplaudidos de percusión, cante y toque en los que brillaron Carlos Grilo, Dani Bonilla, Jesús Guerrero o Miguel Ángel Soto Peña 'El Londro'.

Sólo después regresó el artista, que cambió el registro para acercarse a sus otras raíces. De Lorca pasó al flamenco de vocación clásica. Dispuesto a la manera tradicional, sentado con la guitarra a un lado y las palmas al otro, bordó el cante de 'Donde las dan, las tomas' y la guajira de 'Café sabroso', en la que estuvo acompañado por el Londro. Fue un mano a mano delicioso, verdaderamente bello que recuperó, como había advertido antes el artista, al Poveda de los tablaos. El giro de la raíz a la raíz lo culminó con unos tientos-tangos con letras y sabor a la Niña de los Peines y a José Menese.

Y entonces, cuando parecía que el artista se iba a ir a buscar Cádiz por alegrías para terminar, otra voz del público reclamó un guiño a Granada. Poveda correspondió. Se levantó, se acercó al guitarra, le marcó el tono y construyó una granaína alta como la torre de la Vela. Ante el silencio respetuosísimo del auditorio, que no se sabía si aquello era la Maestranza, levantó la mampostería de la letra, ideada por otro arquitecto de lo bello como Alberto Conejero. Delicada como yesería de la Alhambra, refinada como sombra de Arrayanes, tan transparente era la voz del cantaor que parecía agua de la fuente de los Leones. Y no se quedó ahí. El lío lo terminó con un caudal que Granada no veía desde que cubrieron el Darro. Los aplausos fueron atronadores y probablemente aún suenen hoy junto al río.

Al final llegó, ahora sí, por alegrías, por bulerías y con un homenaje a Los Chichos en el que le acompañaron invitados como Amargós y El Popo, una despedida que entremezcló con gracias al público y un discurso en el que aseguró que Lorca, los muchos Federico que visitó anoche y que configuran el 'Enlorquecido' al que dijo adiós ayer, no ha muerto. «Solo descansa un minuto, un año, un siglo; pero no ha muerto».

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