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Pere Gimferrer firma en el libro de honor de Granada junto acompañado por el alcalde Francisco Cuenca y la edil María de Leyva. ALFREDO AGUILAR
«Lorca fue un hombre hecho poesía»

«Lorca fue un hombre hecho poesía»

El escritor Pere Gimferrer, que recoge mañana el premio Lorca de Poesía, es el protagonista de un ciclo de conferencias sobre su obra en el museo de la Romanilla

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Martes, 15 de mayo 2018, 01:47

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No podía faltar la gabardina oscura que le acompaña como su misma sombra, ni la corbata florida ni la camisa blanca. Tampoco el discurso preciso, multiplicador, brillante. Como todo lo importante, Pere Gimferrer también es un rito en sí mismo. El ceremonial que define su parte visible –la invisible sólo se la percibe, si acaso y de manera tangencial, en sus escritos– no podía faltar cuando el autor se presentaba en Granada como nuevo ganador del Premio Federico García Lorca de poesía.

Gimferrer fue Gimferrer, que era lo esperado. Atento, extraño, culto hasta dejar, literal y literariamente, a los periodistas con la boca cerrada, ninguno –ni el que firma esto– se atrevió a preguntarle nada tras ver la cantidad de referencias y menciones con la que el escritor adobaba su firma en el libro de honor de la capital nazarí.

El poeta acababa de aterrizar en la ciudad para ser monarca del verso en el reino de la poesía que es Granada desde que aquellos locos nazaríes dejaran sus palabras en los muros rojos de la Alhambra. La escena la recordó el propio Gimferrer, que acompañado por el alcalde, Francisco Cuenca, y la edil de Cultura, María de Leyva, aseguró que Granada es ciudad «literaria» desde que se escribieron los poemas en la Alhambra.

Su idilio con la ciudad, aseguró, tiene sus orígenes en los 80, cuando la visitó siendo ya uno de los poetas más reconocidos del panorama nacional. Por entonces, Gimferrer era una voz firme que había construido una obra excepcional –en todos los sentidos– a pesar de su juventud. Su entrada en el grupo de los Novísimos, la famosa antología de José María Castellet en la que el autor fue colocado junto a los denominados 'coqueluches' –los jóvenes–, no hizo sino dar luz a quien ya llevaba años deslumbrando con poemarios como 'Mensaje del tetrarca' o 'Arde el mar', que le valió su primer Premio Nacional con apenas 21 años.

Ese había sido Gimferrer antes de visitar Granada en los 80, una ciudad que, según advirtió ayer, «permanece igual en algunos aspectos y en otros no». Él también ha cambiado en algunos aspectos, pero en otros sigue siendo el mismo: el fastuoso verbo, la capacidad para tejer una asombrosa red de referencias permanecen a pesar del tiempo. Lo demostró cuando se refirió a Pedro Soto de Rojas – el célebre autor de 'Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos' al que confesó haber leído en numerosas ocasiones–, a Javier Egea y a Juan Carlos Rodríguez –«ambos ya desaparecidos»–, a Antonio Carvajal –«cuando lo conocí ya era un poeta reconocido y respetado»– o Antonio Muñoz Molina –«que aún era inédito en formato largo»–.

Pero si alguien estuvo presente en su discurso, que tuvo como escenario el Carmen de los Mártires, fue Federico García Lorca, al que definió como «un hombre hecho poesía». El autor de 'Yerma', que da nombre al galardón que mañana se le entregará al catalán, fue siempre una referencia para el poeta. «Lo leí antes de que amigos y conocidos me hablaran de él y todavía nos sigue marcando a todos un camino por el que espero haber discurrido como intenté hacerlo desde que tenía dieciocho años», aseguró ayer el catalán.

Para Gimferrer, la excepcionalidad del fuenterino reside en su capacidad para la creación de imágenes y la fenomenal construcción rítmica de sus versos. «En Lorca todo es visualizable», confesó el escritor. Como prueba, el autor de 'Arde el mar' reveló que había realizado diferentes pruebas con algunos de los poemas del granadino. «Leí traducciones de sus poemas al inglés y al francés y, a pesar de que en esos idiomas es difícil conservar el ritmo del romance, sus poemas de 'Poeta en Nueva York' y 'Romancero Gitano' son una secuencia tras otra de imágenes poderosas y subsiste las combinaciones cromáticas», dijo.

Ese hábito de Lorca, el de deslumbrar en cada verso, es bandera también de la poesía de Gimferrer, como el propio autor ha reconocido en diferentes entrevistas, y es el motivo por el que el granadino, en su opinión, es el creador contemporáneo más relevante a nivel internacional «más allá, aunque también haya que tenerlo en consideración, de su trágico final».

El círculo de Lorca

No sólo Lorca ha tenido un impacto en su poesía. También la del círculo de amistades del granadino, un ambiente que Gimferrer pudo llegar a conocer en su juventud. Ayer, por ejemplo, recordó a figuras como Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso –a quien el autor de 'Sonetos del amor oscuro' gastó una broma, como trajo a colación Gimferrer, en Sevilla para demostrar la vigencia de la obra de Góngora: hizo aprender de memoria a un camarero el comienzo de 'Soledades' para que lo recitara al servir al poeta–. También a Rafael Martínez Nadal, amigo del granadino y primer editor mundial de 'El público', y a Emilio García Gómez, auténtica leyenda del arabismo en España y figura fundamental para el origen del 'Diván del Tamarit' gracias a su traducción de los poemas arabigoandaluces.

Todos estos destellos, escenas y protagonistas de una España mejor, fueron emitidos por un Gimferrer que quiso recordar su faceta como editor tras recibir el obsequio municipal de una colección de libros de Lorca editados por la Huerta de San Vicente. Menos conocida pero no menos valiosa es esa contribución del catalán a la edición. De sus manos salió la primera versión corriente de 'El público', un trabajo de Federico «que no podría entenderse sin toda su obra anterior», o diferentes ediciones de libros como 'Poeta en Nueva York' o 'Yerma'.

La cita no se cerró de cualquier manera. Gimferrer quiso acentuar su vinculación a Granada tirando de lo que él llamó linaje «fortunyesco». El poeta recordó a los tres Fortuny, personajes que protagonizan su única novela larga, y recordó la fuerte relación que Mariano Fortuny padre tuvo con la capital nazarí y la huella que dejó su estancia en la ciudad en su obra o la trascendencia que tuvo para Mariano Fortuny hijo tuvo el nacimiento en Granada a pesar de residir prácticamente entre Roma y Venecia.

Así habló Gimferrer y así dejó silenciada a Granada, que mañana podrá oírle de nuevo en el Centro Lorca cuando recoja –¿con su corbata, su camisa y su gabardina?– el galardón. Antes, durante la jornada de hoy (tras comenzar en la tarde de ayer), el escritor será protagonista de una serie de conferencias y mesas redonda sobre su obra. Organizadas por el área de Cultura dentro del programa 'Granada, ciudad de literatura UNESCO', reúne a figuras como el premio Cervantes Eduardo Mendoza.

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