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«El verdadero ser humano se reconoce en la ruina, no en edificios de cristal y acero»

«El verdadero ser humano se reconoce en la ruina, no en edificios de cristal y acero»

El escritor Mircea Cartarescu participa esta tarde junto a Ioana Gruia en el ciclo Conversaciones en Granada del programa 'Granada. Ciudad de Literatura Unesco' que acoge el Centro Lorca

Pablo Rodríguez

Granada

Martes, 24 de octubre 2017, 12:05

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Dice Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) que cada uno de sus libros es «una confesión dirigida a mí mismo» y que toda su literatura empieza y termina en él. Lo mismo el abrumador y barroco ‘El levante’ que denunciaba el régimen de Ceaucescu, la cotidiana sencillez de ‘Nada’ o el más reciente ‘Solenoide’, que acaba de editar Impedimenta. Y sin embargo, el autor –silencioso, apaciguado– no es totalmente como sus libros: se condensa en pocas palabras. Es como una gota de café puro. Todo está ahí: el dolor, la esperanza, la compasión, la libertad, el conocimiento; dicho con la exactitud y la belleza de un reloj. El autor, uno de los gigantes de la escena literaria mundial, visita hoy la capital nazarí para participar en el ciclo Conversaciones en Granada del programa 'Granada. Ciudad de Literatura Unesco' (Centro Lorca, 20 horas) junto a Ioana Gruia.

-Llega a Granada, ciudad de Federico García Lorca, ¿qué le dice la obra del poeta de Fuente Vaqueros?

-Naturalmente conozco la obra de Lorca. Me habría encantado leerlo en español. Cualquier traducción es una traición a su obra, pero sin embargo tenemos traducciones magníficas de Romancero Gitano como de muchas otras... Personalmente me gustan los poemas de su época neoyorkina, que son tan buenos como los de Allen Ginsberg.

-Libros como 'El levante' o el más reciente en llegar a España, 'Solenoide', le sitúan en la línea del pensamiento lorquiano de hermandad con los perseguidos y oprimidos.

"Me habría encantado leer a Lorca en español, cualquier traducción es una traición a su obra"

MIRCEA CARTARESCU

-'El levante' y 'Solenoide' son libros extremadamente distintos, separados también por 30 años de carrera literaria. 'El levante' es mi obra de bravío poético, es una escritura de tipo joyciano que agota toda la experiencia poética rumana. 'Solenoide' es un libro completamente distinto. Es tal vez mi libro más maduro. No habría podido escribirlo sino después de los 60 años. Es un libro lleno de compasión y de humanismo. Es indudable que su dimensión humanista y ética existe en este libro y es muy fuerte. Yo diría que 'Solenoide' es mucho más que una novela, es simplemente un libro. Tiene muchas connotaciones extraliterarias entre las que se encuentra lo que usted ha mencionado: la compasión hacia todos los que sufren.

-Escribió 'El levante' en plena dictadura de Ceaucescu y es, quizás, su libro más militante. ¿Era preciso poner la palabra al servicio de una causa justa?

-Entre otras muchas cosas, es también un libro indignado, exasperado, en el que se habla de la llegada de un tirano. La parábola era muy transparente. No pude publicarlo en la época de Ceaucescu, pero lo leí integramente en un círculo literario. La respuesta del público fue verdaderamente extraordinaria. Aquel público gritaba su necesidad de libertad.

-¿Encuentra similitudes entre el régimen dictatorial y nacionalista de Ceaucescu y los movimientos que en estos tiempos despiertan en Europa? Y hablo de Austria, Alemania, Hungría, Francia, Reino Unido, la propia España...

-En primer lugar, tengo que declarar que soy un filoeuropeo convencido. Para Rumanía, la entrada en la Unión Europea fue una oportunidad maravillosa. En mi opinión, el día que nos adherimos a la UE fue el día más importante de la historia de mi país. Creo en una Europa unida y solidaria, no una Europa fragmentada y vulnerable. Creo que en los principios y valores europeos y creo que es nuestra herencia más valiosa, desde el punto de vista cultural, ético y político.

"Creo en una Europa unida y solidaria, no una Europa fragmentada y vulnerable"

MIRCEA CARTARESCU

-Asistimos a unos instantes en que se pronuncian quizás con demasiada facilidad palabras como dictadura, represión, censura. Usted lo vivió en Rumanía. ¿Teme que puedan quedar vacías de contenido palabras de tanta complejidad?

-Las palabras tienen su propio destino y van cambiando de sentido a lo largo del tiempo. A veces se enriquecen y otras veces se empobrecen. Es el caso del vocabulario político: la democracia que nosotros vivimos no es la democracia de la antigüedad ni tampoco otros tipos de democracia. Creo que la piedra fundamental es la de los derechos del individuo y desde el momento en el que los derechos son respetados y los abusos se denuncian estamos en el buen camino. Los escritores, en general, pueden contribuir a ello como creadores de opinión, intelectuales y personas de gran sensibilidad.

El escritor como un jockey que levita sobre la literatura

-Leí en una entrevista que apenas escribía una o dos páginas al día y que nunca se releía. ¿Eso ha ocurrido también en el caso de 'Solenoide'?

-Es la forma de trabajar de un poeta, no de un prosista. (Risas) Mis libros, incluso los últimos que son más macizos, son de hecho poemas en el sentido en que no me documento para escribirlos, todo está en mi mente, no elaboro ningún plan previo y dejo que los libros se desarrollen tal y como se desarrolla un poema, verso a verso. Muchas veces he declarado que un autor como yo no crea él mismo sus textos. Él deja su mente lo más libre posible, no la controla ni con azúcar ni con el látigo y deja que ella gana sola todas las carreras.

-Lo escribe en 'Solenoide': "La literatura es, demasiadas veces, un eclipse de la mente y del cuerpo del que escribe"...

-Sí. El escritor es como un jockey que cabalga un caballo magnífico procurando tocarlo lo menos posible. Lo ideal sería que levitara sobre el caballo sin tocar un solo punto porque nuestra mente sabe mucho mejor que nosotros lo que es necesario.

"El escritor es como un jockey que cabalga un caballo magnífico procurando tocarlo lo menos posible"

MIRCEA CARTARESCU

-¿Es entonces un proceso parecido al de la escritura automática?

-No, es más bien un tipo de autohipnosis. En el momento en que me siento en mi mesa de trabajo y me pongo a escribir, me transformo en otra persona. No tengo la sensación de inventar cosas sino que están ya escritas en la página, cubiertas por una película blanca y yo solo levanto la película. Escribo muy poco cada día, como usted ha dicho, sin pensar en lo que escribo de igual manera que una mujer teje un jersey, sin borrar nada y sin editar nada. Todos mis libros son el primer borrador.

-Resulta curioso que en esa forma de trabajar tenga la oportunidad de inmiscuirse en la trama, de hacerse visible en la propia obra...

-Todos mis textos son autorreferenciales, todo empieza y termina conmigo. No me considero un escritor sino una persona que escribe para conocerse a sí misma. Todos mis libros son una confesión que yo me dirijo a mí mismo. Si no yo soy el primer sorprendido, ese texto no tiene ningún valor.

-La escritura es una confesión a sí mismo, pero no se queda en un cajón. ¿Escribe realmente para sí mismo o para quién?

-Creo que soy mi mejor crítico. No me puedo engañar, me tomo las cosas buenas como malas y al revés. Cuando he escrito unas decenas de páginas que no me han gustado, siempre las he tirado; pero si yo percibo que el hielo es grueso y firme, sigo caminando y llego hasta el final.

-Una de sus obsesiones son las ciudades y concretamente Bucarest. ¿Qué ve cuando se asoma a ella?

-Desde que era joven, he sentido la necesidad de tener una ciudad propia. Así como Dostoievski tenía San Petersburgo, Kafka tenía Praga, Darrell tenía Alejandría. Cualquier escritor que quiere hacer algo importante necesita un punto de apoyo, así que yo me apropié de Bucarest e hice que se pareciera a mí, lo obligué a ser mi propio espejo, un álter ego de tal manera que el Bucarest de 'Solenoide' tiene pocos puntos en común con la Bucarest real. Es una ciudad inventada, construida directamente como ruinas porque tiene que representar aquí la inmensa melancolía de la humanidad. Es la única ciudad que en cierto modo le va bien al ser humano porque representa la condición humana. El verdadero ser humano se reconoce en la ruina no en edificios de cristal, en la nostalgia del pasado.

"La poesía es la más libre de las artes y frecuentarla nos hace libres a todos"

MIRCEA CARTARESCU

-En 'El levante' usted afirma haber escrito el libro "sin creer ya en la poesía". ¿Sigue pensando igual?

-En mi juventud formé parte de un grupo literaria surrealista y vanguardista y publiqué cinco libros de este estilo y me aburrí. Así que intenté escapar de este tipo de poesía en dos direcciones diametralmente opuestas. La primera dirección es 'El levante', un poema inmenso y barroco; y la otra es una especie de poesía pobre que se llamaba 'Nada' y que no incluye nada literario, son simplemente notas cotidianas en la escala 1:1, la poesía más simple, más puramente humana posible. Me escapé de la poesía a la prosa y desde hace 30 años escribo prosa escribiendo, a pesar de eso, sencillamente poesía. Para mí escribir prosa significa escribir poesía de otra manera.

-¿Qué concepto tiene ahora de la poesía, para qué le sirve?

-Una vez denominé la poesía contemporánea como el gato muerto de la literatura de hoy en día. Me refería a una parábola zen en la que a un maestro le preguntan cuál es el objeto más valioso del mundo. Él respondió que un gato muerto porque nadie puede ponerle un valor, un precio. Vivimos en un mundo mercantil, un mundo de valores concretos y vulgares, y el valor de la poesía en este mundo es que no tiene precio. La poesía no tiene precio, es ajena al flujo del dinero, no es necesaria ni presenta ninguna utilidad y por ese motivo es una oportunidad de huida para la gente, la oportunidad para escapar de este mundo grosero y carente de espiritualidad en el que vivimos todos y de encontrar otra cosa, de volver a un paraíso perdido, de comprendernos mejor, de saber que no somos esclavos del dinero, ni de la sociedad tecnológica sino que somos los hombres que hemos vivido siempre libres. Para mí, la poesía es la más libre de las artes y frecuentarla nos hace libres a todos.

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