Página de los libros

Los libros recomendados esta semana para los lectores de Ideal

Coordinan: Remedios Sánchez y Francisco Morales Lomas

Sábado, 28 de octubre 2023, 00:12

Relámpago de asombro

Por José Cabrera Martos

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Este es un conjunto de relatos sobre la geografía real y mágica de la infancia femenina foucaulizados en el poder del ... patriarcado y sus estrategias de control y dominación: Red rizomática de representaciones desatadas en el látigo de seda naturalizado sobre el cuerpo real y simbólico de la mujer. Ante ello se elevan otros relatos de autoprotección y cuidado –la madre, el arrayán– conformando una genealogía instrumental y metodológica que analiza el conocimiento del sujeto femenino enfrentado a sus relaciones con la verdad, el poder y la moral: Recuperación, normalización y escritura como espacios posibles en una genealogía de la raíz más allá de lo real consuetudinario.

Desnuda la crueldad extrema y normalizada del mundo adulto sobre la infancia, negado el bien y la ternura como finalidades para proteger la esperanza futura, a partir de narraciones desasosegantes que explicitan los resortes del poder y su dolor en múltiples caras. Asistimos, en conclusión, a una crítica despiadada al poder omnipresente desde una palabra descarnada y velada en su turbadora calma ante lo desconocido naturalizado dentro de un atmósfera oprimida.

Viento lejano

Por Gerardo Rodríguez Salas

Estos 31 poemas se imbrican en la tradición poética del desamor. Aunque el yo poético femenino lucha contra la toxicidad posesiva del discurso amoroso, estos versos construyen un pasado emocional de ancestrales dinámicas de poder, donde el amado conquista «palmo a palmo» su cuerpo, «la insondable isla/la tierra de mi débil corazón». Predominan imágenes de sumisión y devastación que culminan con una pregunta que muestra la incapacidad de esta mujer para entender su identidad fuera del discurso romántico que la hizo: busca «la paz absoluta/de un corazón colmado», un viento lejano del que no logra escapar.

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La sociedad espiritista de londres

Por C. de la Rosa

Los múltiples seguidores de la novela con tintes góticos y de las intrigas al estilo Conan Doyle están de enhorabuena. Sarah Penner muestra en 'La sociedad espiritista de Londres' una historia que conecta con personajes como Madame Blavatsky, en la época dorada de los 'médium'. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, como diría el clásico, y la médium en torno a la cual se teje la trama, Vaudeline D'Allaire, a veces no tiene muy claro donde empieza la búsqueda de la verdad y dónde se encarna su deseo de venganza. Una novela protagonizada por mujeres creíbles, a pesar de ciertos rasgos contemporáneos, y que sirve perfectamente a su objetivo: entretener.

Crónica de un desencanto

Por José Abad

A Georges Simenon lo descubrí a esa edad en que se forjan férreas alianzas -la adolescencia- y le he sido aceptablemente fiel desde entonces. (Todo lo fiel que puede serle un lector a sus autores de cabecera). Simenon es el escritor ideal para quienes todavía buscan placer en la página bien escrita. Su prosa, de una cualidad diamantina, me parece un prodigio de equilibrio, inteligencia y finura; las acciones están ejemplarmente planteadas y ejemplarmente resueltas; la intriga, bien urdida, se emplea como escalpelo para ahondar en las entrañas del ser humano. Simenon nunca decepciona; al menos, a mí nunca me ha decepcionado. Y no soy el único en pensar así. Las editoriales Anagrama y Acantilado han unido sus fuerzas para crear una biblioteca consagrada al escritor que ha alcanzado ya media docena de volúmenes e incluye títulos tan estimulantes como Tres habitaciones en Manhattan, El fondo de la botella o Los postigos verdes. Esta última, publicada en 1950, es una genuina muestra de su talento.

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Su protagonista se llama Émile Maugin y es un célebre actor de cine y teatro de orígenes humildes, alcohólico, mujeriego, en quien algunos vieron un retrato oblicuo de famosos intérpretes del momento como Michel Simon, W. C. Fields o Charles Chaplin. El escritor reconocía que la fama de éstos era tanta que difícilmente podría dibujarse un personaje de tales características sin tener a ellos en cuenta.

Stanley G. Eskin, autor de una notable biografía de Simenon, sostiene que Émile Maugin se inspiraba principalmente en un actor francés muy aplaudido en su día, poco conocido fuera de Francia, hoy olvidado: Jules Raimu. Eskin dice asimismo, y estoy de acuerdo con él, que el protagonista tiene mucho del propio Simenon, también él un fingidor, bebedor empedernido, mujeriego irredento, que sueña con un sosiego que parece haberle sido negado.

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El protagonista típico de Simenon es un hombre de aspecto fiero, desamparado en su fuero interno, herido, con una fortísima carga autodestructiva. Así es Maugin. El actor ha conquistado un lugar en la cumbre, el poder y la gloria, para descubrir que el éxito no trae consigo la anhelada paz interior. Maugin acepta casarse con una mujer mucho más joven, embarazada de otro, y decide adoptar el bebé como suyo, pero la ficción de la familia feliz tampoco le trae eso que huye continuamente: la serenidad. Su médico le diagnostica un grave problema cardíaco y le aconseja llevar una vida sosegada, pero hay personas que jamás de los jamases encontrarán sosiego en ninguna parte. Émile Maugin es uno de ellos. Georges Simenon era otro.

Esa labor de la memoria

Por Juan José Castro

Esta novela viene a confirmar algo que muchos ya sabíamos: la maestría de Miguel Arnas como creador de relatos ricos y complejos, enriquecedores y antidogmáticos. No es, como digo, algo nuevo dado que ahí están las magníficas Nos o Ashaverus el libidinoso para demostrarlo, pero esta última creación es a todas luces un logro aun mayor si cabe. Arnas elige un tema controvertido y revisitado en numerosas ocasiones en la novelística reciente, el de la Guerra Civil, pero desde la perspectiva de aquella tercera vía, el de una tercera España soñada por los más lúcidos intelectuales del momento y por muchas gentes sencillas, como los personajes principales y especialmente su protagonista, Roque Sanramón, que no llegó a ser porque el fanatismo, el dogmatismo y la barbarie, algo, como demuestra el autor, tan arraigado en la sociedad y la vida pública españolas, no la dejaron nacer.

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No es casual la elección de la ciudad natal de Arnas para situar la acción porque abre un abanico de posibilidades narrativas insertas en la Historia precedente y posterior a tan infausta y fratricida contienda. Así asistiremos a la efervescencia de las Ramblas en tiempos de la Segunda República, el asedio de la ciudad condal por los sublevados, el maquis en el Pirineo o las duras condiciones en el frente de Aragón. Sin embargo, son esa maestría que lo caracteriza, el autor no cae, gracias en gran parte a la objetivación del discurso a través del humor, en la mera enumeración o el retardo inútil en la circunstancia, sino que podemos observar la transformación de un país a través de sus personajes, cautivos, desarmados: vencidos.

Los tres libros que componen la novela relatan cómo una sociedad puede pasar del optimismo y la esperanza a la situación de desesperación y ruina física y espiritual, como si las palabras fuesen pintando una escenografía cada vez más gris, más apagada. Hay algo de cinematográfico en la composición de las atmósferas, en su densidad y pastosidad angustiosas. Las cicatrices de los paisajes o de la propia capital catalana no parecen diferenciarse de las heridas en los cuerpos de las víctimas. Un profundo desencanto va envolviendo al lector, quien queda atrapado en un relato demasiado conocido.

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Justo entonces, sumidos relato, personajes y lector en la derrota total, parece el genio narrativo de Arnas y da un golpe de efecto en el rumbo discursivo, a modo de espejo, que nos devuelve al presente y nos recuerda que nuestra labor es la memoria, sobre todo la de quienes no la tuvieron porque la Historia, en muchas ocasiones, no permite tener voz a quienes fueron vencidos por el fanatismo de una idea.

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