Los libros recomendados esta semana por los críticos de IDEAL

Por José María García Linares

Entrega tras entrega, los libros de Gsús Bonilla llegan cargados de lluvia. Sus libros huelen a tierra mojada, a romero y a jazmines, a noches en vela contemplando el nacimiento de una nueva mirada. Bonilla siembra y recoge, como avezado jardinero, antiguas palabras de las que brotan nuevos significados. Dibujos, prosas y versos sobre un mundo vegetal cuyas raíces entroncan directamente con nuestro día a día, con nuestro presente y con nuestra memoria. Cada texto es una invitación a la contemplación–lectura sosegada del entorno que nos define. «La poesía otra: en un sitio como este / donde predomina el ensordecedor silencio / de los árboles».

Por C. de la Rosa

Más allá de su maestría como pintor, el personaje de Francisco de Goya es atractivo para cualquier autor, ya que los detalles de su vida son tan complejos como su propia creación. A este clavo se agarra Javier Alandes, para tejer una intriga bien documentada en torno al hecho cierto de que los restos del artista que reposan en la ermita de San Antonio de la Florida carecen de la cabeza. El descubrimiento de esa falta en el proceso de traslado de sus despojos desde Burdeos desencadena una trama que se desarrolla en dos momentos: el del traslado y la propia vida del artista, a caballo entre el oropel de la corte y la barbarie de principios del XIX.

Por Juan Peregrina Martín

Carlos Robles Lucena (Terrasa, 1977) es autor de No pregunten por Gagarin, un libro de relatos extraños, que atraviesan la lectura y al tiempo recordamos un ardid literario bien emboscado.

La maravillosa locura que nos presenta con su nueva obra, la novela Cerbantes Park, proviene de esa especial concepción que el autor mantiene sobre la literatura: el arte de escribir historias, gastado según algunas voces, puede renovarse según otras. Un parque de atracciones literario, el Aquapark de la narrativa y la poesía, el Tívoli World de los cuentos por vivir, eso nos propone Robles. Casi nada.

El autor es ambicioso y está la altura de la expectativas: delirante y divertido, el narrador nos cuenta de manera subterránea importantes historias con una trama que hace pensar en grandes obras del arte, gigantescas pretensiones y espejos valleinclanescos. Así dispara la imaginación la multitud de escenas que nos muestra el escritor, con unos cuantos personajes inolvidables –el Comisario, Jacobo, Arán, Almudena…– y un trasfondo esencial: la defensa de la literatura en un mundo capitalista, la tierra de la posverdad y plagado de una política casi por completo corrupta, lleno de artistas que se creen personas y viceversa, por donde danzan los hermanos Roca preparando postres, un perro llamado Argos o unos mecenas más preocupados por el dinero –cuándo no– que por el proyecto en sí por ellos financiado.

Sí, sí: todo muy loco, la verdad sea escrita. Leí por ahí que el escritor Pablo Matilla se preguntaba cómo Robles Lucena iba a conjugar algo tan marciano con las estelas de barrio que quería introducir en la historia. Y llego a la misma conclusión a la que Matilla: Robles lo ha conseguido con creces porque ha despertado la curiosidad desde la primera página, y es más, ¿cómo se sostiene una novela que trata sobre algo tan perentorio como la literatura, puesta al servicio de gente que no va a leerla, sino a vivirla en un parque temático dedicado a Shakespeare o a Edgar Allan Poe? De la misma manera que el autor concibe el movimiento de ese pantagruélico espacio, así será la novela: nos espera un viaje extraordinario, plagado de emociones y de la contradicción en todo momento, un desarrollo de personajes muy bien construido y lo mejor: secretos ocultos en ese mágico lugar, llamado Cerbantes Park, como esa 'b' de su nombre, el Archivo de la Ficción, el constante homenaje al Quijote o el Castillo de Elsinore.

Para todo ello, en las primeras páginas nos encontramos un mapa: una ironía más de un escritor que sabe tomarse en serio la parodia y la alegría de hacer buena literatura.

Por María Rosal

El último libro del poeta Antonio Luis Ginés engloba su poesía reunida desde 1995. La obra toma el nombre de un espléndido poema que aparece en la última página y que contiene emoción y sabiduría poética de un autor que ha construido durante veinticinco años una obra coherente y profunda, que puede ser considerada referente de la poesía contemporánea.

En consonancia con el poemario aparece el magnífico prólogo del poeta Pablo García Casado, que sabe ahondar con inteligencia en la trayectoria del poeta, desde un intencionado distanciamiento académico. Son poemas en los que puede leerse la tradición al trasluz de la contemporaneidad en un libro que aúna las lecturas con la búsqueda de preguntas que permitan al autor profundizar en su pensamiento y en la expresión de sus emociones, el deseo y las huidas imposibles: «Sin escalas, avanzando / como un vagón sin máquina / por los últimos bosques de Polonia».

El libro se estructura en dos partes, en las que el poeta marca las etapas que considera significativas. En la primera se agrupa una selección de poemas de sus tres primeros libros, escritos entre 1995 y 2005 (Cuando duermen los vecinos, Rutas exteriores, Animales perdidos). Desde estos primeros libros, en una línea indagadora presente en los siguientes poemarios, Ginés hace balance de la vida, de sus rutas extrañas y de la construcción de la identidad, con versos que no nos dejan indiferentes: «Aún quedan cosas de aquel tipo / rondando mis dominios. / Dan ganas de marcar / el ceronoventayuno». Las cuentas no le cuadran a los personajes que circulan por carreteras desoladas en las que convergen los ecos de Carver y Szymborska.

Las relaciones familiares cobran fuerza en magníficos poemas como 'Círculo para dos', donde el tránsito generacional se construye en espejo al hilo de las incertidumbres entre padre e hijo: «Cuando la oscuridad se enciende en tu interior / te preguntas si sabré arreglármelas solo». Lo transitorio y provisional acunan el deseo con certeras imágenes: las palabras y la ropa «se desplomaban en el suelo / con el ruido de los peces que saltan».

La segunda parte se extiende desde 2006 a 2020 con cuatro libros centrales de gran importancia en su producción y evolución poética (Picados suave sobre el agua, Celador, Aprendiz y Antonov). Junto a la feroz búsqueda del sentido de la vida aparecen la muerte y la enfermedad, como en el estremecedor 'Poema del celador'. No faltan las reflexiones metapoéticas en las que se construye e interroga el sólido personaje poético que Ginés ofrece en este volumen.