Estos son los libros recomendados esta semana por los críticos literarios

Barberá relata la vida de Lucas Luna (¿el propio Vicente Barberá?), cuya historia comienza en el momento de su jubilación, en el año 2006, circunstancia que le hace repensar lo que ha sido su existencia, vista ahora desde el tramo final, para cuyo recuerdo se auxilia de viajes, estaciones vitales que conforman el esqueleto de la novela, y reaparece en un 'flashback' que encadena los distintos capítulos y formula así una de las primeras apuestas: reivindicar el prestigio del viaje como proceso de experiencia personal.

Para ello debe hallar lo que tienen los viajes de actitud ejemplarizante y método de reconocimiento, de ahí que la novela huya de convertirse en una guía turística, y le de a cada paso su valor real. Aun así el autor se oculta a propósito tras los otros coprotagonistas para que el viaje tenga el valor del espacio de aprendizaje lleno de sentido.

La novela, es también el anverso de su poesía, pues si en esta el lenguaje está cuidado hasta el refinamiento, la novela está escrita en habla coloquial, recuperadora de la frase hecha y el tópico, con renuncia expresa a cualquier academicismo o intento de experimentación, pues pretende dibujar a un Lucas Luna, popular, cercano, desbordado por la vida.

Interesante es el ejercicio de desencajar las citas alterándolas por medio de la perversión de ese habla popular, con lo que la narración gana en impacto de sugerencia con expresiones comunes, tan divertidas, como al describir una finca antigua dice que se distribuye «al contrario que hoy que en los pisos bajos se dedican al comercio y en lo más alto se construyen los áticos» o «Me dijo mi madre antes de morir», cuando, se entiende, la sorpresa habría sido que su madre se lo dijera 'después' de muerta…

Vicente Barberá se propone acercar el discurso al habla común. De los tres/cuatro personajes de la novela, solo uno aspira a un lenguaje refinado, lo que le lleva a un territorio lingüístico aparentemente pedante.

Por José María García Linares

Si algo nos ha enseñado Harold Bloom en El canon occidental, además de su sabiduría y su elocuencia, es que toda selección o lista es fruto, en última instancia (a veces en primera, qué duda cabe), del gusto personal de quien la elabora. Posiblemente sea de ahí de donde surja toda la polémica en torno a la preferencia explícita del profesor norteamericano por la literatura en lengua inglesa.

La propia vehemencia de Bloom en la defensa de su elección fue la que rompió la ilusión de una valía universal, de una literatura de todos y para todos. Desde entonces sabemos a ciencia cierta, sin tener que decirlo con la boca pequeña, que son muchos los factores que determinan que una cultura recuerde o no a determinados autores y que lo que para unos es indiscutible, no lo es de ninguna forma para otros, lo que significa que, en primer lugar, nunca una selección dará cuenta de la totalidad y, por tanto, su importancia es relativa, y, en segundo lugar, la existencia de ese canon, a pesar de su subjetividad, es necesaria porque es la que genera la discusión y la renovación del mismo. Es, en definitiva, necesario el canon para poder matar al canon. Toda selección es, pues, una propuesta orientativa que facilita itinerarios de lectura y que, en el caso de 'Compañeros de viaje. Poetas en busca de su identidad' acerca a los lectores una nómina de escritores equilibrada y significativa.

Virginia Moratiel se decanta por una constelación de nombres que, desde su punto de vista, ejemplifica a la perfección cómo, desde la antigüedad, el discurso lírico ha sido decisivo para la construcción de las identidades en los distintos momentos de la historia. Se convierten así en compañeros del lector desde el momento en que «ayudan a saber quiénes somos» y es esta certeza la que fundamenta todo el ensayo en última instancia.

Desde Safo hasta Alejandra Pizarnik (mujeres que abren y cierran el libro) Moratiel nos acerca la obra de 37 poetas desde una perspectiva muy didáctica.

En su conjunto, 'Compañeros de viaje' puede ser leída como una breve historia de la poesía occidental o como el testimonio de todo aquello que nos hace humanos y que en estos tiempos neoliberales no parece tener importancia alguna. Dante, Juan de la Cruz, Milton, Blake, Hölderlin, Novalis, Coleridge, Keats, Baudelaire, Rimbaud, Rosalía, Wilde, Whitman, Dickinson, Ajmátova, Rilke, Pessoa, Lorca, Gabriela Mistral, Borges, Celan, Szymbroska… y tantas otras escrituras que nos enseñan de dónde venimos y hacia dónde vamos.

Por Remedios Sánchez

Al autor lo conocemos especialmente por su prolífica faceta como analista literario o como periodista (dirigió durante los años más duros de confrontación entre la 'Poesía de la Experiencia' y la multiforme 'Estética de la Diferencia' el suplemento 'Cuadernos del Sur'). Tal vez, por lo poliédrico de su perfil, ha quedado en segundo plano su obra personal poética; pero, con esta antología, se recupera para el avisado lector a un escritor que estuvo en la vanguardia de los movimientos críticos de los años ochenta y noventa. Estamos ante cuarenta años de poesía serena, reflexiva y metamórfica en la que lo onírico tiene un valor esencialista. Coincido con Rodríguez Pacheco, responsable del valioso prólogo, en que la poética de Antonio Rodríguez supone «un anhelar sin solución, un espacio que siendo el clavo ardiendo en el que el poeta se agarra, se destruye continuamente a consecuencia de ese enfrentamiento entre la realidad y el sueño». Pero, en verdad, todo es sueño, un vacío que hay que rellenar constantemente a fuerza de luchar «contra una perpetuidad ingenua e inexistente» que sólo se salva por el vitalismo inasequible del poeta.

Por Albert Torés

A menudo, los iconos se desvirtúan, como ha sucedido con la lengua de los Rolling Stones o el retrato de Che Guevara. Tampoco escapa Karl Marx a este entramado. Es el autor más citado aunque no por ello más leído y conocido, pero probablemente más denostado. Si Marx fue lector de clásicos como Dumas, Cervantes o Dante, los responsables de esta antología de textos de Marx, 'píldoras', agrupados en tres secciones: Economía, Historia y Filosofía, pretenden acercar la obra de Marx al público mayoritario. Una gran labor desprovista de voluntad ideológica o de pretensión por encauzar la lectura hacia algún determinado objetivo. Todo un clásico.

Por C. de la Rosa

El escritor y militar Daniel Fopiani es una figura emergente dentro de la literatura de la provincia de Cádiz. Muy activo por su presencia en diferentes medios, promotor de publicaciones, y, a pesar de su juventud, con una importante carrera a sus espaldas –ganó con su novela 'La carcoma' el Premio Valencia Nova de Narrativa–, y muy valorado en los ambientes del 'thriller' en aquella ciudad, donde brillan con luz propia nombres como el de Benito Olmo.

En 'La melodía de la oscuridad' recurre al mito del héroe demediado en acto de servicio, quien, sin embargo, se convierte en piedra angular para la resolución de un crimen. Intriga solvente y bien contada.