Página de los libros
Los libros recomendados por los críticos de IDEAL esta semanaRemedios Sánchez y Francisco Morales Lomas
Sábado, 10 de febrero 2024, 00:37
La gloriosa revolución del asco
Por Francisco Morales Lomas
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Con un prólogo de Carlos Navarro Antolín, subdirector del Diario Sevilla donde alaba la obra, en realidad, más que un novela ... es una obra híbrida entre la narrativa y el concienzudo trabajo de investigación llevado a cabo por el autor cordobés (Montilla, 1943) afincado en Sevilla, en torno a la reconstrucción biográfica de Francisco Mateos Gago, prócer sevillano y sabio sacerdote, catedrático de Lengua Hebrea y decano de la Facultad, y del periodo histórico en que vivió, siendo muy crítico con el papel de la iglesia y con la situación del país. Se lleva a cabo un interesante diálogo entre Sevilla –como personaje– y Gago, pero además con la intervención de Isidoro, obrero sevillano, que representaría una actitud más de izquierdas frente al conservadurismo de Mateos Gago. En este sentido hay una cita inicial de B. Russell que dice: «La religión sirve para impedir el conocimiento, promover el miedo y la dependencia. Es responsable en gran parte de la guerra, opresión y miseria del mundo». Al mismo tiempo que se reconstruye su vida también el papel de la iglesia, con frases además como esta: «Creo que gran parte de lo rancio que padece Sevilla procede de la conquista castellana».
18 ciervas
Por Remedios Sánchez
Estamos ante un poemario de amor originalísimo en el que Acquaroni ha sabido dar una vuelta de tuerca al argumento habitual. Se centra en la interpretación de las consecuencias de no cuidar como se debe un amor, lo que conduce irremisiblemente a la pérdida. Sólo se puede escribir con verdad de aquello que se ha malogrado, pero que sigue doliendo como una herida abierta. Plenitud metafórica, al sujeto poemático aún le queda una mínima esperanza de recobrar nuevamente la vida y abandonar la escritura. Así, de rotunda lo expresa: «Pero si ella regresa, / si la cierva viniera de nuevo a mis oídos/yo les pondría fin/a estas palabras». De lo mejor que he leído este año.
El mundo de ayer
Por Fernando Barea
Alma Editorial ha emprendido varias iniciativas loables. En otras ocasiones hemos hecho referencia a colecciones como Cozy Mistery –intrigas sin sangre– o la serie de Mitos, primorosamente encuadernada. Ahora, nos detenemos en su nueva serie de Clásicos Ilustrados, de entre los cuales llega a nuestras manos la autobiografía y testamento literario del pensador austríaco Stefan Zweig. 'El mundo de ayer' es imprescindible para entender los hechos históricos acaecidos un siglo atrás, cuando ese crisol de culturas que fue Europa, heredera de tradiciones clásicas trufadas de influencia nórdica, sucumbió a la barbarie de los nacionalismos. Siempre de actualidad.
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Una vida de película
Por José Abad
En vida, Elizabeth Taylor estuvo en boca de todos por sus muchos matrimonios, las noches de vino y rosas, los desayunos con diamantes y los órdagos a Hollywood; recuérdese aquel mítico millón de dólares que pidió a cambio de interpretar a Cleopatra en una superproducción que puso a la Fox al borde de la bancarrota. La imagen del exceso hacía olvidar que detrás de la diva había una actriz con una capacidad de riesgo no pequeña, y que detrás de la actriz había una persona permanentemente expuesta a los flashes de los fotógrafos que no podía poner un pie fuera de casa sin generar un titular de prensa. Kate Andersen Brower ha decidido hacer justicia a todas las mujeres que hubo en ella –la estrella, la hija, la madre, la amante– en una ambiciosa biografía que proyecta luces y sombras por igual en una vida de película. La autora ha tenido acceso a un material único: correspondencia íntima, diarios personales, entrevistas inéditas, etc. El retrato resultante es forzosamente complejo. Podríamos repetir las declaraciones del actor Colin Farrell, que estuvo junto a ella en la recta final: «Era honesta y cruda, y brutal y grotesca, y femenina y delicada, y agresiva y suave, y cálida y áspera. No tenía límites».
'Elizabeth Taylor. Biografía' ofrece asimismo un retrato oblicuo de un mundo despiadado. No por conocida, la historia deja de ser inquietante: Hollywood pone el mundo a los pies de sus grandes estrellas a cambio de que le sea entregada hasta la última gota de su sangre… literalmente. Elizabeth Taylor tuvo que vérselas con los privilegios y las servidumbres de la fama desde los doce años, cuando 'Fuego de juventud' (1944) la convirtió en una estrella infantil y una inversión segura para la MGM, y se mantuvo en la cresta de la ola durante décadas gracias a una excepcional confianza en sí misma. Esta confianza evitó que la marea la arrastrara. (Kate Andersen Brower cita el caso paradigmático de Judy Garland, típico juguete roto de entonces, convertida por la MGM en una adicta a los fármacos a los diecisiete años, que murió de sobredosis con cuarenta y pocos). Elizabeth Taylor no fue únicamente una cara bonita. Tenía algo magnético, que te obliga a mirarla a ella, y solo a ella, mientras aparece en pantalla: 'Un lugar en el sol' (1951) o 'La gata sobre el tejado de zinc' (1958) ayudaron a construir su imagen más seductora, pero la actriz no dudó en aceptar papeles que echaban por tierra esa imagen pluscuamperfecta: '¿Quién teme a Virginia Woolf?' (1966) o 'Reflejos de un ojo dorado' (1967).
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La alquimia del instante
Por Gerardo Rodríguez Salas
Javier Gilabert es un alquimista de la poesía que ha logrado destilar sus versos para ofrecernos una gramática del asombro –título del proemio de este libro, XV Premio Internacional de Poesía Blas de Otero-Ángela Figuera– curioso oxímoron, pues el asombro no precisa de reglas ni dictados. Sin embargo, el autor nos enseña a mirar la cotidianeidad desde la desfamiliarización de Shklovsky y, como buen alquimista de la palabra, recubre el oro resultante de magia y de misterio.
En un libro cuidadosamente estructurado, donde los versos de Claudio Rodríguez sirven de armazón, la apuesta de Gilabert es holística, pues el asombro en las pequeñas cosas se materializa en una apuesta estilística de poemas breves, recorridos con frecuencia por contundentes y luminosos aforismos, que reverberan en la mente del público lector como estrellas fugaces en la oscuridad. La voz poética aclara que siente fascinación por los poemas «que ocupan poco espacio en el papel/y envueltos en silencio te destrozan». Aquí, de hecho, reside otra de las claves del libro: la poesía entendida como una pregunta constante, sin respuestas, en la que prevalece el silencio, esa «descarnada urdimbre del poema». Y es que esta corporalidad recorre los versos, donde el tiempo «se derrama como sangre que mana de una herida» y la poesía, protagonista indiscutible del volumen, cierra el poemario desnuda y desbordada de extrañeza, en una sección marcada por la metapoesía y la autoconsciencia del proceso de escritura.
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Desde una sólida reflexión de la mortalidad y el paso del tiempo, el yo poético se mueve en la tensión del carpe diem con la inmortalidad de la poesía. Para ello, esta apuesta poética dialoga con la cita de Catulo al principio del volumen, donde se compara la ubicuidad del sol, que puede morir y volver a nacer, con nuestra finitud como seres humanos que dormiremos «una sola y eterna noche». El libro traza el honesto y luminoso camino del poeta que, frente a los delirios de grandeza de autores canónicos de la literatura, «se sabe pequeño» pero firme en su determinación por «recorrer con valentía» el camino para cruzar «el umbral de la luz», que «conduce siempre al interior».
Gilabert apuesta por una poesía atravesada por la estética de la vulnerabilidad de la que habla Ganteau. Por eso, camina «por los versos de puntillas, esos puentes/que cimbrean debajo de los pies». Desde lo alto de estos frágiles puentes y de este territorio efímero que es la poesía el vértigo es inevitable, pero también el asombro. Todavía.
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