Irene Vallejo, en Granada: «La herramienta más potente frente al independentismo son las historias»

Es un ensayo. ¡Espera! Sí, es un ensayo, pero no huyas como si se tratara de una enorme piedra que se abalanzara sobre ti tras activar un extraño mecanismo antiguo en un templo perdido. Porque 'El infinito en un junco' (Editorial Siruela, 2019) tiene mucho de eso: aventuras, enigmas, épica, romance, emoción... Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) convierte la invención de los libros en el mundo antiguo en una apasionante excusa para viajar, aprender y disfrutar. Es una novela de aventuras y un diario personal; un texto académico y una superproducción de Hollywood.

Irene nació para contar historias, esa es su vocación. Ha publicado las novelas 'La luz sepultada' y 'El silbido del arquero';y los libros juveniles 'El inventor de viajes' y 'La leyenda de las mareas mansas'. Escribir este libro, dice, le salvó literalmente la vida. «Mi hijo nació con un problema. Han sido años duros. Escribir me mantenía a flote». El resultado es «un ensayo que pone los mecanismos de la narración al servicio del conocimiento». Un ensayo que entró en la lista de los más vendido en cuestión de días. Un relato sobre toda esa gente anónima que ha conseguido, a lo largo de los siglos, salvar los libros. Una auténtica y maravillosa carta de amor que interpela directamente al lector. Ella, Irene, estará este viernes en Granada (Librería Ubú. Buensuceso, 17, a las 19.00 horas) para hablar de 'El infinito en un junco' y para celebrar el día de las librerías. Su día.

–La lectura arranca con una tropa de cazadores de libros.

–Los cazadores son, por un lado, la metáfora del investigador, al acecho de información y de datos; y, por otro, de esa cadena invisible, de gente anónima, los salvadores de libros. Gente que a lo largo de la historia se ha esforzado para que los libros sobrevivieran y no se extinguiesen. Ese es el tema principal del ensayo. Tendemos a hablar mucho de los escritores y no hacemos hincapié en esta cuestión de la transmisión. Personas anónimas que han salvado los mejores relatos, sueños y pensamientos que hemos tenido a lo largo del tiempo.

–Ese tiempo, el del libro, ¿se agota?

–Hoy estamos librando la batalla contra los agoreros que dicen que los libros se acaban. Este es un libro escrito con esperanza y resistencia. Esos vaticinios del fin son muy interesados. Nos dicen que se acaban los libros para que consumamos otras formas de ocio en las que estamos más controlados.

–En el libro dices que «es más probable que en el siglo XXII haya monjas y libros que whatsapps y tabletas».

–El libro nació por una incomodidad interior, en un momento en el que todo el mundo parecía estar de acuerdo en que el libro de papel estaba acabado, con fecha de defunción, incluso. Y yo, desde una perspectiva histórica, no estaba de acuerdo. Nos estábamos dejando llevar por ese sesgo de que lo nuevo es mejor y no, no es así. Hay muchísimos inventos que llevan siglos con nosotros y no es fácil derrocarlos. Lo dijo Umberto Eco, el libro es tan perfecto como la rueda. No se trata de oponerse al libro electrónico, claro, tiene ventajas. Pero no dejará de ser una decisión pragmática de lectores para ciertos libros. Eso no significa que los libros de papel desaparezcan. La dimensión tangible de los objetos cuenta mucho. Y hay cuestiones sentimentales que son posibles con los libros de papel y no con los electrónicos: las cosas que encontramos en un libro, algo que nos habla de nuestro pasado, un marcapáginas, un billete de tren... Esas cosas son hermosas, no vamos a renunciar al bello libro de papel.

–¿Y con los periódicos, qué opina?

–Colaboro con el Heraldo de Aragón y he vivido esta revolución del salto de la prensa a Internet. El periódico en papel tampoco desaparecerá, pero quizás sí se transforme. Lo que es fundamental es que el periódico, por un cauce u otro, lo paguen los lectores. Eso es importante.

–En el libro pasas de Alejandro Magno a 'El Señor de los Anillos', las charlas TED, Lovecraft, Silicon Valley, Pérez-Reverte, Eastwood...

–Este libro era un experimento. Un ensayo en su sentido propio. Era un juego, una travesía y una travesura. Quería que el lector se sintiera cómodo y llevarlo de lo conocido a lo desconocido. De Tarantino a Alejandro Magno. Es muy importante entender que los clásicos no son fósiles en absoluto, que han sobrevivido precisamente porque han sido capaces de hablar de tú a tú a individuos de muchas generaciones sucesivas. En el momento en que un texto deja de interpelar a los lectores de una época, cae en el olvido. Eso es lo que yo reivindico: los clásicos no están muertos, están más vivos que nadie, son eternos. Todo lo actual, lo que está de moda, tiene que demostrar su capacidad de supervivencia.

–Scorsese, que también sale en el libro, dice que Marvel no es cine. ¿Qué opina de esa diferencia entre lo popular y lo cultural?

–Cuando no existen barreras, cuando hay comunicación entre lo popular y lo culto, es cuando la cultura sale ganando. Mezcla géneros populares con autores cultos y surgen cosas maravillosas. El Quijote, por ejemplo, o los poemas épicos de la antigüedad. Yo disfruto ambas cosas y por eso hablo de Tintín y de Calímaco. A las historias les pido que den placer e iluminen la realidad, no importa el registro.

–En el ensayo reivindica «la patria de papel» en un momento de Brexit, independentismo, nacionalismos...

–El ensayo aboga por lo cosmopolita, por todos esos pasos que desde Grecia en adelante nos han convertido en una gran comunidad. Es maravilloso que hayamos conseguido construir esa patria de papel, que todos nos sintamos cómodos con las manifestaciones culturales de otros países y latitudes. Sin los libros esa comunidad no hubiera existido. La herramienta más potente para unirnos frente al independentismo, frente a las fronteras, son las historias: todos nos identificamos con una metáfora, con un concepto, con una leyenda, con un mito. Las fronteras, además, son cambiantes. Leer clásicos nos hace conscientes de que somos iguales, mientras que los independentismos se empeñan en subrayar las diferencias.

–A lo largo del libro también reivindicas la voz de la mujer en las historias.

–Sí. El texto firmado más antiguo es de una mujer. Me parece asombroso que ese dato no esté en los libros de texto. Fíjate, la historia de la Literatura arranca con una mujer y no nos lo cuentan. Las mujeres, en la antigüedad, no podían pretender ser escuchadas como escritoras, como filósofas, como intelectuales... Me parecía interesante recoger los añicos de lo que ha quedado de las mujeres que levantaron esa prohibición.