Gerardo Rodríguez Salas | Escritor y profesor
«Katherine Mansfield fue un pájaro herido que supo abrir su jaula para volar muy alto»La escritora, de cuya muerte se cumple ahora un siglo, se 'reencuentra' 20 años después con el profesor granadino en el libro 'Vivir sola es morir'
El escritor y profesor granadino Gerardo Rodríguez Salas (1976) se acerca, tras la publicación de su impactante poemario 'Anacronía', a la figura de Katherine Mansfield, ... la escritora neozelandesa de nacimiento que vino a morir de tuberculosis a las puertas de París. Una mujer que apuró el cáliz de la vida hasta el límite, contemporánea de Virginia Woolf, y cuya trayectoria se recupera en 'Vivir sola es morir', editado por el sello granadino Comares.
Sobre la peripecia vital de la autora, Rodríguez comenta que toda su vida fue un continuo viaje. «Con 20 años se mudó a Londres persiguiendo su carrera literaria y ya nunca regresó a su Wellington natal (solamente en su imaginación, el escenario de sus mejores relatos). Tras ser diagnosticada de tuberculosis, viajó por toda Europa buscando cura y climas cálidos. Sus relatos, con frecuencia, se ubican en medios de transporte (trenes o barcos), esos espacios liminales donde se produce el momento existencial. Incluso al final de su vida se ingresó en el instituto de Gurdjieff en Fontainebleau para emprender un viaje espiritual que sanase su alma, ya que no su cuerpo. Para Mansfield la vida fue continua aventura y, finalmente, una liberación».
Sobre el título del libro, afirma que es una traducción libre de una cita de la autora. En este tiempo donde se sacraliza la 'soledad elegida', podría incluso sonar a provocación. «Es parte de su tensión existencial y la del propio movimiento modernista anglosajón en el que se integra. Ella siempre fue una intrusa en los círculos literarios londinenses: Bloomsbury y Garsington. Su condición como mujer de las colonias le daba un toque provinciano, que desdeñaban Virginia Woolf o Lytton Strachey. Y, sin embargo, esa era precisamente la clave de su libertad, no estar vinculada en exclusiva a un grupo literario».
La mala –o nula– relación con su madre la empujó a una rebeldía vivida en lo sexual –incluyendo una relación lésbica con una aborigen que fue más una invitación a que sus padres la 'desterraran' que verdadero amor– marcó también su literatura. «Ya en Londres, recibió una visita de su madre para disuadirla de su supuesto lesbianismo y acompañarla a un balneario alemán para ocultar su embarazo. Poco después desheredó a su hija, si bien en sus escritos íntimos Mansfield se reconcilió con ella tras su muerte», comenta el autor.
«Ella siempre fue una intrusa en los círculos literarios londinenses: Bloomsbury y Garsington. Su condición como mujer de las colonias le daba un toque provinciano, que desdeñaban Virginia Woolf o Lytton Strachey», afirma Gerardo Rodríguez Salas
Mansfield quiso hacer borrón y cuenta nueva una y otra vez, escribiendo y borrando en la pizarra de su vida múltiples ecuaciones. «A pesar de los golpes brutales que recibió, sobre todo la muerte de su hermano y su propio diagnóstico de una enfermedad mortal, Mansfield consiguió salvar a la niña que fue en relatos como 'Casa de muñecas', 'Preludio' o 'En la bahía'. Tiene una destreza impresionante para dibujar personajes infantiles, pero visionarios y maduros a la vez, que no cierran los ojos a la sombra de la muerte», afirma Rodríguez Salas. Y añade: «Como dice en su mal nombrado 'diario' (ella escribió notas deslavazadas, que su marido manipuló y unificó en un volumen), Mansfield tiene la destreza de cazar al vuelo trozos de vida y, al estar enraizada en ella, logra hacer de la muerte un canto a la vida misma».
Fugacidad
La autora, amenazada de muerte por su propia naturaleza, vivió su existencia con un sentimiento de fugacidad como fondo. «En sus relatos predominan los espacios transitorios. Precisamente, de las relaciones humanas le interesaba ese momento mágico en el que se produce la empatía, la conexión. Su relato 'Felicidad' es un buen ejemplo: la protagonista que conecta fugazmente con otra mujer, justo antes de descubrir su traición. Lo que hace eternas estas relaciones efímeras en su escritura es el poderoso simbolismo al que recurre (en este relato la luna y un peral del jardín), así como el lirismo de sus descripciones, en las que no sobra una palabra y que sugieren incluso más de que lo dicen. Esos silencios y ecos ocultos son lo que hacen sus relatos eternos», asegura el autor.
Rodríguez Salas se ha sumergido en la vida de Katherine Mansfield durante todo 2023, aunque su relación con ella se remonta a la lectura de su tesis, 20 años ha. «Este estudio se ha fraguado en el primer semestre de este año, y es el resultado de una larga investigación. El broche de oro ha sido mi participación en el congreso organizado a mediados de octubre por la Katherine Mansfield Society, celebrando su cumpleaños y este centenario en Fontainebleau, lugar donde murió. Allí, en el cementerio de Avon, visité su tumba por primera vez, así como el instituto donde pasó sus últimos días», comenta.
Para él, ha sido mucho más que una visita: «Subí las escaleras que ella ascendió por última vez la noche de su muerte el 9 de enero de 1923. Mansfield las subió rápido para demostrarle a su marido su mejoría. A los minutos una hemorragia le provocó la muerte. Yo las subí despacio, sintiendo el aleteo de un pájaro herido, que supo abrir la jaula y volar alto».
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