'El Traje' justifica con creces el último lleno de este Fit Cazorla

Y es que Cavestany, dramaturgo y guionista de cine y televisión español de gran actualidad y éxito, nos habla en 'El traje' de temas muy cercanos a nuestro espacio vital y a nuestro tiempo. Con todo el humor, la ironía y la mala leche que puede conmover a un público actual, con la mentalidad y la intelectualidad propias del siglo XXI, Toca asuntos como la soledad, la salud mental, las redes sociales o la enorme brecha tecnológica intergeneracional que se ha abierto los últimos años. Sin maniobras de despiste, sin intelectualidad barata, sin artificios surrealistas, sin anglicismos estériles o absurdo teatro del absurdo –con perdón de la redundancia-.

La obra se desarrolla en el medio del primer día de rebajas en unos grandes almacenes de la capital, donde se produce un accidente. Un vigilante de seguridad interroga a un hombre de negocios que vino a comprar un traje y que, al parecer, ha tenido algo que ver con los sucesos. La trama deja en el aire preguntas acerca de los hechos y el peligro que acecha a las personas en ese entorno. Los dos personajes mantienen un pulso intelectual y físico lleno de tensión, crudeza, suspense y humor delirante. El evidente desequilibrio mental de uno deviene en la inseguridad y la desazón del otro, rompiendo con cualquier explicación racional al desarrollo de los acontecimientos.

Cavestany, Gutiérrez y Bermejo retoman así un proyecto estrenado hace diez años que tuvieron que dejar por motivos profesionales. Pero que regresa con toda la fuerza del director y de estos dos grandísimos actores, que no dejaron nada en el tintero sobre las tablas de La Merced. Por fortuna, sin micros y con una dicción perfecta aun cuando el libreto se complica por momentos con diálogos frenéticos y de gran complejidad. En una montaña rusa de emociones y cambios de registro que no cesan durante los alrededor de 60 minutos que dura el montaje.

La escenografía no deja lugar a la imaginación. Es el sótano del centro comercial. Un lugar frío e inhóspito en el que el guardia de seguridad puede interrogar a un cliente incómodo. Con una pantalla central en la que se pueden observar las imágenes de las cámaras de seguridad del recinto. Acompañado el conjunto por una iluminación que no desentona y que subraya el tono incómodo y opresivo de la obra.

En definitiva, un magnífico espectáculo en el que se conjugan la exhibición interpretativa con un texto y una dirección sin grietas. Para un espectáculo redondo que bajó el telón del mejor modo posible de esta edición del FIT Cazorla.