«La poesía debe conservar una zona de indefinición»

–Háblenos del momento en que recibió la llamada telefónica, ¿muchos nervios?

–Fue toda una sorpresa, muy emocionante. Te llaman directamente de Secretaría del Ministerio de Cultura y dicen «vamos a pasarle con el ministro», y yo no me lo creía mientras me hablaba Miquel Iceta. Ahora lo llevo más tranquila, aunque el teléfono no ha dejado de sonar desde la semana pasada y sigo procesando la noticia. Fue una vorágine que, además, coincidió con un recital de poesía que tenía en Granada, así que se sumó el cúmulo de nervios y euforia.

–La obra ganadora, 'Los días eternos', ¿fue especialmente complicado escribirla o fluyó?

–Fue una obra que se prolongó mucho más en el tiempo que la primera –'El agua y la sed' (Hiperión, 2015)–, que fue muy intuitiva y al escribirla no tenía un proyecto claro, estaba más fragmentada, luego se le fue dando forma. Sin embargo, esta última la tenía más clara desde temprano, lo cual también imponía ciertas expectativas con las que tenía que trabajar. Además, tuve una interrupción creativa por cuestiones personales, ajenas a la escritura.

–Entonces, ¿cuándo puso el punto final en la obra?

–Los primeros poemas que escribí se retrotraen hasta principios 2015, poco después de terminar 'El agua y la sed'. De esa época sobrevivieron pocos y reescribí bastante, ahí empezaron poemas más tentativos y, a lo largo de ese año, cogí ideas de lo que quería hacer, pero no lo terminé hasta primavera de 2019. Soy una escritora muy intermitente.

–Las pausas también son importantes en la escritura, ¿no?

–Hay mucha creatividad en la ociosidad. Hay muchas formas de ser productivo. He tenido que aparcar los ritmos creativos, porque estaba centrada en temas académicos o asuntos que sustraen la concentración. Para escribir necesito mucha paz mental, para disfrutar del proceso, me gusta hacerlo tranquila.

–¿Tiene algún lector beta o quien se encargue de hacerle una primera valoración de sus obras?

–Soy una escritora bastante reservada, compartir te hace sentir siempre muy vulnerable. Hay un par de personas muy allegadas que sé que serán sinceros, pero lo tratarán con cariño, a ellos les paso algún poema. Pero el proyecto final se lo muestro a muy pocas personas, al menos al principio. Ahora soy un poco más abierta enseñando los poemas a más amigos que comparten experiencia e intercambiamos opiniones e ideas. Aunque mantengo el ser reservada. Al fin y al cabo, es inevitable prestar atención a las reacciones cuando lo leen, y es posible que te condicionen, pero no deja de ser positivo, pues algunos de mis poemas inéditos han ganado mucho de observaciones de algunos amigos, aunque sea con pequeños detalles que ayudan a redondearlos. Toca perder un poco el miedo a la exposición para mejorar.

–¿Cómo resumiría 'Los días eternos' su propia autora?

–Resumir un libro de poesía es difícil, puesto que no es algo lineal, precisamente, es una escritura que se mueve en distintas direcciones. Diría que es un libro que responde a una necesidad de reconciliación con el momento presente, en el que ciertos futuros se ven frustrados y, a la vez, intenta honrar todo el camino vital que ha conducido al momento presente sin caer en la tentación de no idealizar pasados.

–Habla también de la memoria.

–Es un poemario que trabaja mucho con la memoria, pero también con una memoria que revisa y lo que hace es encontrar en el pasado prefiguraciones de preocupaciones vitales, presentes y que intenta dar testimonio de esa sorpresa y de esa extrañeza, de que haya experiencias vitales, que existen intuitivamente en la vida, antes de trasladarlo a una forma de pensamientos lógicos consciente.

–Defiende que cada poema, cada obra, es interpretable de diversas maneras según quién lo lea. ¿Sin límites?

–Hay matices, depende del poema, algunos son más diáfanos, y a mí, como lectora, me interesa mucho la poética que juega con cierta ambivalencia. No sé si es algo que ha estado siempre presente en mi escritura, pero es lo que intento dirigirme, creo que le da mucha más vida y futuro a los poemas, siempre debe conservar una zona de indefinición que permita la interpretación, lo que no quiere decir que cualquiera es válida. Todo tiene que sostenerse sobre el poema, pero sí, me interesan los poemas que tienen bordes borrosos.

–¿Cree que el futuro de la poesía es feminista?

–El presente de la sociedad debe ser feminista, entendiendo que no es tampoco un programa que se pueda seguir de forma unilateral, sino que el feminismo es en sí mismo un terreno de discusión abierto a la pluralidad, porque se tiene que entender que las voces de las mujeres son muchas. Es legítimo que, aunque se esté de acuerdo en el problema, se discuta la forma de afrontarlo. Por supuesto, la sociedad debe poner esa preocupación y esa mirada que atiende a desigualdades antiguas y, en cierto modo, presente. La poesía es reflejo de la inquietud del momento histórico que se vive, y no solo hay que reivindicar, sino también problematizar.