La plaza de toros de Jaén vibra en San Lucas con Morante de la Puebla
Extraordinaria afluencia de público al Coso de la Alameda, con casi lleno en los tendidos en un día inolvidable para el toreo
ÁNGEL A. DEL ARCO CANCIO
Jaén
Domingo, 17 de octubre 2021, 01:35
Este sábado será recordado durante mucho tiempo por la gran corrida de toros que tuvimos la oportunidad de presenciar. Un festejo que se desarrolló bajo ... un gran ambiente, con una entrada en la que faltó muy poquito para que se llenara el coso taurino de la Alameda en su totalidad. Y una actuación de los toreros, sobre todo de Morante de la Puebla que cautivó al público con su propia tauromaquia; con torería, con gusto, clase, entrega, suavidad, ritmo, emoción y un montón de adjetivos que podríamos poner.
Pero el día fue mucho más. Desde primera hora de la mañana se vivió un ambiente taurino cómo hacía tiempo no se vivía. Una gran cantidad de actos de distinta índole pero relacionados todos con el mundo del toro. A las diez de la mañana, en la Parroquia de El Salvador, se celebró una misa taurina que congregó a mucha gente del toro.
Posteriormente, a las once y media de la mañana, tuvo lugar la reubicación del azulejo de la Virgen de los Toreros y Madrina de la Escuela Taurina de Jaén, acto que fue amenizado con pasodobles y marchas por parte de la Sociedad Filarmónica de Jaén.
A las doce del mediodía y desde la capilla de la Plaza de Toros del Coso de la Alameda de Jaén, se realizó el Ángelus, siendo retransmitido en directo a través de las redes sociales, presentando a continuación el I Trofeo Taurino 'Virgen de los Dolores' a la mejor faena de la feria.
Durante todo el fin de semana hay una exposición de 'Arte Taurino' por parte del diseñador jienense Tomás Cardú en una de las dependencias del patio de caballos de la Plaza de Toros de Jaén, en un horario de once de la mañana a dos de la tarde. Una vez terminado el sorteo de los toros, el autor entregó una obra dedicada a la cuadrilla de Morante de la Puebla.
Fue una mañana llena de acontecimientos alrededor de la plaza de toros, que tomó protagonismo, como no podía ser de otra manera, en un día grande de la fiesta de San Lucas en el que la Tauromaquia brilló como nunca en Jaén.
Sin limitaciones de aforo
Desde hace unos días y sin limitaciones de aforo, el coso de la Alameda lució una gran entrada, algo más de tres cuartos reflejados en los tendidos bajos prácticamente abarrotados, con menor afluencia en los tendidos altos.
El aspecto del coso taurino era magnífico, el cartel de toros y toreros así lo merecía, se juntaban los tres diestros triunfadores del año taurino que ya termina, con la vuelta de un esperadísimo Morante de la Puebla que fue recibido por el público de Jaén como el 'Mesías' después de realizar la mejor temporada de su vida, comprometido con la Tauromaquia, aceptando el reto de torear distintos encastes y sacando su vena más «artística».
Sus triunfos en Sevilla, Madrid, Salamanca ó Linares atestiguan el temperadón que se ha marcado el cigarrero.
La gente esperaba tanto de Morante de la Puebla que se llevaron una primera decepción cuando el animal de Garcigrande no se empleó de salida, con poco celo dejando con la miel en los labios al público. El tercio de varas y el de banderillas pasó sin pena ni gloria entre los primeros silbidos del respetable que veían las pocas condiciones de un animal que mostraba una alarmante falta de fuerza y sobre todo casta para seguir los engaños que le presentaba su matador.
No brindó Morante de la Puebla consciente de las limitaciones de su oponente, aunque con la convicción de que por él no iba a quedar. Se dobló en muletazos con la rodilla en tierra, sin forzar la embestida, destacando los tres últimos que levantaron los primeros olés en los tendidos. En los medios y aprovechando la nobleza del toro, le dejó la muleta en la cara enjaretándole varios muletazos en las que destacó por la firmeza de su poderosa muleta, amén de un temple y una suavidad exquisita.
También al natural, pero de uno en uno, volviendo de nuevo a la diestra en una última serie como colofón a una labor que rubricó de una estocada casi entera en la suerte contraria que quedó trasera, cortando la primera oreja de la tarde.
El cuarto fue devuelto por su manifiesta flojedad aparte de que no gustó nada su presencia, anovillado y con poco trapio. Morante quiso torear con el capote, pero las constantes caídas y las protestas del respetable lo hicieron imposible. En su lugar salió un toro con el hierro de Sancho Dávila que tampoco facilitó el toreo de capa del sevillano, que se salió a los medios, rematando con una buena media. Tomó dos varas el animal, aunque tampoco demostró estar sobrado de fuerzas. En banderillas se lució en dos buenos pares Juan José Trujillo y Sánchez Araujo.
El animal se vino arriba en la faena de muleta, realizando el sevillano un faenón del que se va a hablar durante mucho tiempo. La comenzó con ayudados por bajo y un molinete que sacó los primeros olés. A continuación, realizó una primera tanda sobre la diestra que tuvo sabor, al igual que la segunda al natural.
La catarsis se produjo cuando el torero pidió que cesara la música con ostensibles gestos. Enfado del público ante una situación que no entendía muy bien. Enrabietado el torero se fue decidido a la cara del toro, bordando directamente el toreo.
Una obra de arte de un maestro en plenitud que puso varias veces durante la faena la plaza en pie, formando un alboroto impresionante como hacía tiempo no se recordaba en esta plaza.
La última serie al natural y con lo pies juntos fue un canto a los grandes maestros de otra época. Sublime de torería cerró al animal con muletazos por cada pitón con el público puesto en pie al grito de «torero, torero». Mató de gran estocada, tardó el toro en caer, teniendo una muerte de bravo. Dos orejas para el torero y la vuelta al ruedo en el arrastre para un bravo toro criado en nuestra tierra.
Fallo con la espada
No hay dos sin tres. Así, Emilio de Justo llevaba dos años consecutivos triunfando con rotundidad en el coso de la Alameda, convirtiéndose en uno de los toreros predilectos de la afición jienense. El extremeño vino con la intención de prolongar la racha de triunfos, entregándose y vaciándose en el esfuerzo en la que es la última gran feria de la temporada.
Con su primero, segundo de la tarde, otro toro de Garcigrande que salió suelto y sin fijeza en los primeros compases, no pudo lucirse con el capote, aunque el extremeño intentó estirarse a la verónica aunque sin apenas lucimiento. En el tercio de varas el animal demostró su condición de manso, saliéndose suelto varias veces del caballo.
No se presagiaba nada bueno para la faena de muleta, aunque Emilio de Justo brindó su faena al cirujano de la plaza de toros, Rafael Fuentes. Fue poderoso el inicio por bajo del torero, sometiendo la embestida, intentando fijarla. Al final, mató de una estocada en la suerte natural que quedó desprendida. Fue fuerte la petición de oreja que el usía no atendió, recibiendo el torero una fuerte ovación del público teniendo que salir a saludar.
Espoleado por el triunfo de su compañero, recibió Emilio de Justo con una larga de rodillas al quinto, otro toro que salió suelto del capote, desluciendo el recibo capotero.
Con la muleta y después de brindar al público, se salió rápidamente a los medios para relajar la planta y muy asentado cuajar varias tandas sobre la diestra, destacando en la ligazón de las tandas, dejándole la muleta en la cara, tirando de la noble, pero a la vez rajada embestida del toro de Garcigrande. Cuando el toro se sintió podido tiró la toalla emprendiendo camino de las tablas, demostrando de esa manera su mansedumbre.
No se afligió el torero que buscó al toro en todos los terrenos y en todos ellos fue capaz de cuajarlo. Bien de verdad un entregado Emilio de Justo que acabó su labor con reiterados fallos con la espada que le impidió redondear un triunfo buscado con ahínco.
Sin suerte para Juan Ortega
Juan Ortega imprimió de nuevo esa vertiente de toreo suave, añejo, sin estridencias, sin prisas, aunque poco se pudo lucir con su primero, tercero de la tarde. Un toro de Domingo Hernández que como sus antecesores no se dejó torear con el capote, dándose varias vueltas al ruedo buscando una salida que no encontró. El torero, un excelso capotero tan sólo pudo esgrimir una verónica, muy buena, levantando rápidamente el olé del público. Poco, muy poco para lo que se esperaba. Con esas condiciones, el animal tomó dos varas, la segunda con el picador que hacía guardia.
Tan claro lo vio que ni siquiera brindó su faena de muleta. No se equivocaba el diestro que nunca encontró el acople con un toro que soltaba mucho la cara, aparte su clara mansedumbre y sus ganas de buscar tablas. Con esas condiciones, vimos una faena en la que el torero sólo destacó en momentos puntuales y muy aislados, ante el nerviosismo de una parroquia que esperaba algo más del toro y del torero.
Ante tal situación el torero se fue a por la espada con el consuelo de tener un toro más para poder resarcirse. Finiquitó de estocada algo atravesada y descabello, escuchando unas leves palmas.
El sexto tampoco fue un toro que facilitara las cosas al torero, desistiendo pronto ante las pocas condiciones del astado. Nada que destacar con el capote, tampoco en los siguientes tercios, aunque tomó dos varas.
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