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Curro Díaz en una de las faenas que le tocaron en suerte. ENRIQUE
Curro Díaz, a hombros en Linares

Curro Díaz, a hombros en Linares

También lo logró Diego Ventura, y Ginés Marín cortó una oreja en la primera de San Agustín

ÁNGEL A. DEL ARCO

Jueves, 29 de agosto 2019, 01:43

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Seguro estoy de que fue mi padre el que me metió el gusanillo de mi afición a los toros. Desde muy chiquitito lo acompañaba en un peregrinaje de festejos taurinos a lo largo y ancho de una provincia - fuera también - en la que se daba un gran número de ellos. Pero de todos, Linares era especial. Su feria de San Agustín, el gran ambiente que se vivía desde los días previos, el nivel de sus carteles, lo que fuera. Linares era distinto y él lo vivía de manera especial, nervioso, expectante, disfrutando de cada momento, siendo protagonista también de charlas y coloquios y de un gran trabajo de divulgación a través de los medios de comunicación. Linares y su feria taurina en su máxima expresión.

Algo parecido me pasa a mí cuando llegan las fechas de Linares. Y aunque su feria no es lo que era, ni el ambiente tampoco, este año tengo la impresión de que las cosas empiezan a cambiar para bien, lo noto, lo siento y quiero creer que estamos en el camino de volver a los tiempos en los que Linares y su feria taurina eran protagonistas indispensables para bien de la tauromaquia del momento. Ayer, disfruté mucho desde que llegué un poco más allá de las doce de la mañana, hora en la que la suerte echa un guiño a los toreros y los aficionados disfrutamos de un ambiente único, viendo los toros en los corrales y haciendo pronósticos de lo que pueda suceder en la tarde.

Y lo que pasó fue a lo que ya nos estamos malacostumbrando, el triunfo grande, sin paliativos, de un torero que lleva el nombre de Linares ligado a su toreo. Se llama Curro Díaz, un torerazo que en su plaza de Santa Margarita se crece todavía más, dando una dimensión que lo iguala a los más grandes de la historia. En su tierra se le quiere y se le admira, también se le exige, pero cuando tiene delante un enemigo a su altura, lo que ocurre en el ruedo toma una dimensión planetaria. Me emociona recordar esos tendidos vibrando con su torero y su toreo. ¡Qué bella es la tauromaquia cuando se viven momentos así! ¡Algo único!

Antes de que salieran los bureles por la puerta de chiqueros se vivió otro momento único y de obligado cumplimiento cada 28 de agosto. El clásico y tradicional minuto de silencio en recuerdo de la mortal cornada al diestro de cordobés Manuel Rodríguez Sánchez, por el toro 'Islero', de la mítica divisa de Miura. Respetuoso momento, roto por esa voz que sale del tendido al grito de «¡Gloria a Manolete!». Lo dicho, Linares y 'Manolete', unidos para siempre.

A hombros

El linarense Curro Díaz salió a hombros tras cortar dos orejas, una y una, aprovechando un lote de toros que resultaron desclasados y por momentos complicados, pero que tuvieron la suerte de caer en manos de un torero que se encuentra en un momento de plenitud, exprimiéndolos de principio a fin, aprovechando sus virtudes y tapando sus defectos. Con su primero, segundo de la tarde, poco o nada pudo hacer con el capote, el toro de la La Pamosilla se metía muy por dentro, haciendo imposible la ligazón de los lances. Ya en esos primeros instantes les vimos claramente las dificultades que luego presentó durante la lidia. Tomó una vara, excelente, del varilarguero Agustín Collado.

Díaz se viene siempre arriba en su tierra, brindó al público a pesar de lo difícil que lo tenía, cuajando una labor sensacional, apostando claramente y jugándosela en todo momento. Muchas dificultades tuvo el toro por el pintón derecho, soltando mucho la cara, pero por ese lado las series tuvieron una gran emotividad, dejándole la muleta y tirando de la desabrida embestida. Por el izquierdo el toro fue más suave, saliendo más limpios los muletazos, disfrutando de su toreo a dos manos lleno de torería y bien gusto. Faena importante que abrochó de una estocada entera cortando una oreja con petición de la segunda.

Con su segundo, un toro de mejores hechuras, le ligó un templado recibo capotero, con verónicas cadenciosas y una media de ensueño. El toro tuvo una mejor condición, pero apenas fortaleza para aguantar la exigencia de la lidia. Con la muleta el torero quiso mucho y el toro muy poco, sus nulas fuerzas se lo impedían. Esfuerzo del torero que porfió con él en una labor de toma y daca de un torero que no estaba dispuesto a renunciar a un triunfo en su propia casa. Derechazos y naturales, de uno en uno con más mérito que brillantez. Se aseguró el linarense la puerta grande con una estocada volcándose sobre el morrillo de la que salió el toro 'rodao' en segundos. Oreja a las ganas y la entrega.

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Abrió la tarde el rejoneador Diego Ventura, que perdió los trofeos en su primero por sus fallos con el rejón de muerte. Con un toro de Rusefer que fue noble, fue capaz de templar de costado de manera magistral a milímetros de los pitones, recorriendo casi la totalidad del platillo, formando un lío en los tendidos. Sus pares al quiebro, las banderillas cortas y su espectacular monta hizo que el conjunto de su labor fuera de premio, perdiéndolos con el rejón final, pinchando hasta dos veces, cambiando los trofeos por una ovación. Con su segundo, otro toro noble pero que llegó más parado al tercio final formó un alboroto, templando de nuevo y cambiando la dirección de la embestida en unos momentos de gran emoción. Con el caballo 'Dólar' se vivieron los mejores momentos, clavando un soberano para de banderillas a dos manos sin el 'bocado' en la cabalgadura, dirigiéndolo solo con las piernas el bravo rejoneador. Un absoluto alboroto en la plaza, rematando su excepcional tercio con la colocación de las cortas y una rosa. Como colofón, un rejonazo entero, tardando el toro en caer, como igualmente cayeron las dos orejas, asegurándose la puerta grande.

El extremeño Ginés Marín entró en la corrida por la vía de la sustitución, ocupando el lugar que dejó el lesionado 'El Fandi'. Salió a por todas en un explosivo recibo capotero, variado con verónicas y chicuelinas, aprovechando la veloz y entregada embestida del animal, rematándola de una larga ante una fuerte ovación del respetable. En ese mismo momento, el toro le apretó por los adentros, siendo desarmando y viviéndose momentos de angustia, teniendo el torero que tomar el 'olivo' ante lo apretada de la situación.

En ese mismo instante, el toro perdió todas sus fuerzas, algo que sorprendió a todo el mundo, también a Ginés Marín, que, todo ilusionado, brindó al público, dejando la montera en el mismo sitio donde cayera mortalmente herido 'Manolete'. Pero el toro, totalmente venido abajo, no dio opción alguna a su matador, poniéndose por ambos lados y justificándose. Era lo poco que podía hacer. Fue silenciado.

Con el último de la tarde, otro recibo templado a la verónica y buen quite por chicuelinas de Marín, que tuvo un toro noble pero tampoco sobrado de fuerzas. De nuevo se lució en el recibo, con templadas verónicas y mejor media, repitiéndolo instantes después en el quite por chicuelinas.

Tuvo nobleza el toro, algo que aprovechó el torero en los primeros compases, ligando las series por ambos lados, surgiendo los mejores muletazos al natural. El toro ya agotado tiró la toalla, buscó tablas totalmente rajado y negado a embestir. Allí lo buscó el torero en un final, al hilo de las tablas, con pases por un pitón y otro buscando el aplauso y el beneplácito de un público siempre muy a favor del torero. Entró a matar a la altura de la puerta grande cortando una oreja a su entregada labor.

Esta tarde

A partir de las siete de la tarde se celebrará la segunda y última de la feria taurina de San Agustín. Será el plato fuerte a priori, con la presencia de 'Morante de la Puebla', el alicantino José María Manzanares y el sevillano Pablo Aguado, que se las verán con toros de la divisa gaditana de Núñez del Cuvillo. El ambiente en torno a la corrida es extraordinario, esperándose una gran entrada, quizás el lleno total, recordando tiempos pasados en las que el 'no hay billetes' era algo habitual.

Los toros de Núñez del Cuvillo son en estos momentos de los más cotizados por las actuales figuras del toreo. De bonitas hechuras y presencia, suelen ser bravos y codiciosos, con una embestida, muy del gusto de los toreros, que piden y exigen estos toros para las grandes tardes.

Abre la tarde el sevillano. Torero de culto y capricho de los aficionados que disfrutan con su particular forma de sentir el toreo. Torero de inspiración, Morante viene de realizar una temporada muy irregular, algo, que, poco importa cuando el de La Puebla saca el tarro de las esencias, encuentra la inspiración y brotan de sus muñecas verónicas de ensueño y muletazos eternos. Lo bueno de este torero es que no deja indiferente a nadie, ni para lo bueno, ni para lo malo, torero de extremos, de grandes triunfos y sonoros fracasos. Es el sino de un torero que vive y se nutre de la inspiración de cada momento.

El segundo espada de la tarde es el alicantino José María Manzanares. Si hay un adjetivo que defina su toreo es la elegancia, algo que le viene de cuna, hijo de un genio del toreo, Manzanares padre, figurón máximo del toreo, que enloqueció en su tiempo el coso de Santa Margarita.

El actual Manzanares mantiene la esencia, siendo un torero de una acusada personalidad que ya ha dejado algunas obras de arte, sobre todo en Sevilla, dónde es un auténtico ídolo y Madrid, dónde sacó a relucir su maravilloso toreo al natural. Viene de realizar una de las temporadas más regulares, manteniendo un listón alto, dando la cara en todas las grandes ferias, algo poco habitual en su trayectoria, pasando siempre por algunas lagunas y lesiones que han marcado su carrera.

Cierra la terna la que es la gran revelación de la temporada actual, el sevillano Pablo Aguado, reapareciendo ayer en la plaza de Cuenca después de un serio percance en la pasada feria de Gijón.

Cierto es que en su etapa de novillero llamó la atención por sus exquisitas formas, aunque fue una actuación en la pasada feria de abril de Sevilla la que le abrió las puertas de todas las grandes ferias de España y Francia. Ese día, en Sevilla, se entretuvo en cortar cuatro orejas, fue fue lo de menos. Lo verdaderamente importante fue su manera de interpretar el torero, su temple, su inspiración para solventar las dificultades que le presentaron sus toros. A partir de ese momento, un rosario de actuaciones con más o menos éxito, pero dejando siempre la impronta de su toreo de ensueño.

Va a ser la primera actuación de este año en plazas de la provincia, por lo que la expectación por verlo es máxima, algo que se repetirá también en la Feria de Jaén, en donde pondrá punto final a su extraordinaria y exitosa temporada

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