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JOSÉ LUIS GONZÁLEZ
Cazorla
Lunes, 20 de agosto 2018, 00:21
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El numeroso público que se congregó en el espacio escénico de las Ruinas de Santa María de Cazorla fue testigo de la eclosión de una cantaora única, Alba Molina. Ya no hay que hablar tanto del pedigrí que atesora para acudir a disfrutar de su arte porque la calidad y la profundidad de su voz no necesitan más justificación. Al menos para Cazorla, Lole y Manuel fueron dos ruedines para equilibrar su bicicleta hasta la noche del sábado.
A partir de ahora, desde aquí se valorará su carrera como cantaora independiente de su pasado familiar; desde este momento, rodará sola hacia un futuro a buen seguro brillante y exitoso. Así al menos se mostró en suelo cazorleño, dejando claro su arte.
Paradójicamente, este hecho incontrovertible sobrevino con el espectáculo 'Alba Molina canta a Lole y Manuel', un homenaje a sus progenitores que es consecuencia directa del fallecimiento de su padre y amigo, Manuel Molina.
Como si de un ensalmo se tratara, la cantaora sevillana ha recogido lo mejor de ambos para regalarlo al sorprendido público, dotándolo además de una fuerza renovada, con matices diversos que sin duda son de su cosecha. No es fácil tal empresa si hablamos de Lole y Manuel, además de sus padres, dos figuras imprescindibles de la vanguardia del flamenco.
Alba no puede escapar a tantas emociones, y en ocasiones le cuesta contener las lágrimas, que brotaron en varias ocasiones con el largo y cálido aplauso del público cazorleño.
Sin duda, Alba Molina ha tenido ayuda, la de Joselito Acedo. Un alumno aventajado del padre de la cantaora que acaricia la guitarra cuando hay que acariciarla y la rasga con dureza cuando hay que rasgarla. Pero siempre con la idea de exprimirla hasta la última nota, hasta el más imperceptible de sus matices.
Un partenaire tan extraordinario que más cabría calificarlo como coprotagonista. Porque Acedo es de natural solista. Su guitarra nació para caminar sola aunque de vez en cuando sirva de sostén a otras voces y cohabite con otros instrumentos. Merecería la pena disfrutarla así, sin más compañía.
Ambos, Molina y Acedo, han seleccionado once temas de todo el repertorio de Lole y Manuel desde que se dieron a conocer en los años 70. Desde el emocionante y mítico canto a la paz 'Todo es de color', hasta el grito apasionado que siempre fue 'Tu mirá'; desde la extrema sensibilidad de 'Cuento para mi niño', hasta la llamada a sus ancestros de 'Al Mutamid'.
Y, para poner el punto y final a una noche inolvidable, Alba Molina quiso regalar al público las bulerías contenidas en 'Con hojas de menta'. Qué mejor epílogo que algunos de los mejores versos de su padre: «Una rosa lloraba por un clavel / y pa' que no sufriera fui y la corte / y al poco tiempo fui a aquel lugar / y el clavel se había muerto de solea».
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