«Guerrero no era amigo de lo literario en la pintura, pero sus títulos sí lo son»

Francisco Baena (Madrid, 1967) fue uno de los primeros licenciados en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Granada. Un profesional de reconocida solvencia que ocupa desde hace ocho años la dirección del Centro Guerrero. Pero Baena, un tipo en apariencia tímido, es también un creador. Lo podemos escuchar como cantante en la banda Punk Buró, y también lo podemos leer. Acaba de presentar en la capital granadina su última novela, 'El fondo del espejo' (editorial Sonámbulos).

–¿Francisco o Paco?

–Como quieras. Para hablar, es más natural Paco.

–¿Qué ve Paco Baena cuando se mira en 'el fondo del espejo'?

–En realidad, uno siempre acude al espejo para mirarse. Por narcisismo en sus diferentes grados o por lo que sea. El mito nos enseña que, por lógica, al concentrar la mirada en la superficie, no vemos lo que hay debajo, lo que queda fuera de foco. Es lo que no hace figura; de hecho, es lo que atenta contra la figura. Si hago el ejercicio de mirar al fondo, lo que veo es lo que ve cualquiera: tiniebla, oscuridad.

–Ahora presenta su novela. No es su primera experiencia literaria, pero está claro que es su proyecto más ambicioso...

–Cada novela tiene su ambición, que en un caso puede ser más conceptual, o estructural, o estética, o experimental, o íntima... Esta yo diría que tiene una ambición quizá afectiva, porque además de dedicársela a mis amigos en la música es un homenaje a una serie de productos de la industria cultural que prácticamente hasta los noventa no eran bien vistos en las novelas. O sea, que hay mucho en ella de mi educación sentimental. No todo, pero sí de lo mejor.

–La trama va de estrellas del rock y músicos veteranos. Cuéntenos hasta donde pueda contarnos.

–Un grupo heterogéneo de músicos de distintas edades y procedencias se reúne un fin de semana en un estudio para grabar un spot publicitario. Se conocen, se producen una serie de interacciones y conflictos de intereses, hablan de esto y lo otro... y se enfrentan a una situación inesperada.

–¿Qué hay del prota de 'El fondo del espejo' en el cantante del grupo Punk Buró, un señor que se llama Paco Baena?

–Jejeje, yo diría que no hay un prota, sino en todo caso varios. Se trata de una novela coral. De hecho, está diseñada para que la voz narrativa, equisciente, vaya pasando de un personaje a otro, acompañando los distintos puntos de vista. Pero de ese señor que usted me habla hay un poco en cada uno. Probablemente el que tenga más de mí sea Pedro, el realizador, que es el más pesado... por no decir pedante.

– Lo conocíamos como director del Centro José Guerrero, pero su labor creativa va más allá. Háblenos en primer lugar del Paco Baena músico.

–Eso sería mucho hablar... No canto en una banda que lleva en su nombre el Punk por casualidad. No hay un Paco Baena músico, o al menos no soy yo. Sería una osadía por mi parte sostener lo contrario. Sin embargo, pensándolo bien, al decir que no soy yo, estoy apuntando una posibilidad interesante: todos los que me conocen se sorprenden cuando me ven por primera vez en el escenario, no se lo esperan, se sorprenden. Quizá porque no sea yo, sino tal vez el monstruo al que me refiero en la dedicatoria.

–Y háblenos ahora del Paco Baena escritor.

–Eso sería otra osadía, pero también una posibilidad. Me doy cuenta de que estoy muy lejos de mis modelos, y no creo que llegue jamás a alcanzarlos, pero por el camino yo me entretengo.

–Recientemente entrevisté a Jesús Conde y me confesó que había llegado a la pintura a partir de la literatura. ¿Ha realizado usted el camino inverso?

–Pues... sí, probablemente. Aunque, bueno, habría que matizar. Antes de la pintura fueron los cómics, y después de la pintura el cine, pero sí, la literatura como vocación, en mi caso, vino después.

–¿Qué supuso para usted ganar el premio de novela breve Juan March?

–Un reconocimiento al que estoy muy agradecido. Fueron generosos porque el libro era difícil. Quiero decir en términos comerciales. Y además forcé algunas partes más de lo aconsejable, pero sentía que esa historia debía ser dicha así. El jurado fue valiente. Quizá el contexto en el que ganó, en 2020, en plena pandemia y confinamiento, ayudara a la novela.

–¿Cuánto hay de literario en los mundos abstractos de Guerrero?

–Esa pregunta es muy interesante. La respuesta depende de quien la dé. El propio Guerrero no era muy amigo de lo literario en la pintura, o eso decía. Pero muchos de sus títulos sí que lo son. Lo que demuestra que no siempre hay que hacer caso a lo que dicen los autores. Es decir, sí hay que escucharlos siempre, pero no necesariamente creerlos a pie juntillas. Porque pueden contradecirse y se contradicen, y tales o cuales declaraciones se hacen en función de unos intereses, pero hay otros que apuntan en direcciones diferentes.

–¿Hasta qué punto Granada le resulta inspiradora?

–Hasta lo más alto. Y en muchos sentidos. Por centrarnos en la novela, habría sido imposible sin Granada. No solo la canción principal se debe a una banda de aquí, de donde es también una de las que más he escuchado y disfrutado en mi vida, sino que 'el monstruo' se despertó aquí gracias a la invocación de mis compinches. Pero más allá de eso, y antes, están todos los amigos de la escena artística, con los que se mantienen las conversaciones más estimulantes que puedan imaginarse, y de la cultura en general. Y lo que ve todo el mundo: el patrimonio, el paisaje, la vitalidad, la malafollá...

–Más allá de la programación del Guerrero ¿en qué proyecto anda enfrascado Paco Baena?

–Voy a ver si empujo un poco esta novela, aunque tampoco podemos hacer una promo profesional, y debería grabar con mi banda las nuevas canciones y tocarlas en algún lado, y quizá pensar cómo montar otras notas que empecé a tomar hace tiempo, pero esa es otra historia.

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