Isabelle Faust, durante su tempranero recital en el Patio de los Arrayanes. Pepe marín

El tempranero recital de Isabelle Faust rinde al público al genio de Bach

La velada, que comenzó de día y terminó con las últimas luces, reveló a una intérprete en estado de gracia con un gran oficio y conocimiento

Miércoles, 29 de junio 2022, 00:28

El escenario del Patio de los Arrayanes, siendo pequeño, puede convertirse en inmenso para un solista, hasta el punto de ser engullido por él. Por ... eso, hay que tener una gran presencia amén de una gran confianza en uno mismo para abordar un recital 'a solo' en este marco. Y mucho más, cuando el instrumento cabe entre las manos, sin las dimensiones de un compañero como el piano. Así, es un gran reto que solo los grandes pueden afrontar con garantías. ¿Se puede calificar a Isabelle Faust –anoche, elegantísima de negro y fucsia– como una gran intérprete? Sin duda. Su trayectoria le avala. Apenas cumplido el medio siglo, lleva cuatro décadas ejecutando arpegios con formaciones como la Filarmónica de Berlín, la Sinfónica de Boston, la NHK de Tokio o la muy conocida por estos lares Orquesta Barroca de Friburgo. En cuanto a directores, ha estado junto al podio que ocuparon Abbado, Sir John Eliot Gardiner –le estamos esperando–, Bernard Haitink, Daniel Harding, Herreweghe y un largo etcétera de nombres imprescindibles. El año pasado, sin ir más lejos, ofreció en Granada un concierto más que notable con la Gürzenich y Roth. Por lo que a priori, el concierto que en el anochecer de ayer ofreció en el también llamado Patio de la Alberca, prometía.

Publicidad

También ayudaba su conocimiento de las obras. De hecho, la 'Sonata número 3', con número 1005 en el catálogo bachiano, ya la grabó en 2010 con Harmonia Mundi, y la número 2, 1003 de número de catálogo, la ha interpretado mucho. El concierto de anoche fue, pues, un homenaje a Bach y a su rompedor –para la época– concepto de la composición musical, con esos saltos entre consonancias y disonancias que suponen un nada desdeñable reto para un intérprete y que tanto enriquecen el oído del espectador, acostumbrado, en ocasiones, a identificar a Bach con canon y genio inconmensurable pero reconocible, dicho sea con todos los respetos y entre todas las comillas posibles.

En medio, una obra en homenaje al 'pater' de la trinidad imprescindible de la música, identificada, por si había dudas, con las iniciales 'JSB' por su autor, el compositor húngaro contemporáneo György Kurtág (1926), y que lleva como título 'De Signs, Games and Messages' ('De signos, juegos y mensajes'). Una obra en la que pretende unir la tradición con su propio concepto de la interpretación, lo cual, en definitiva, representa una reinterpretación de los ancestros musicales, algo que en algunas ocasiones –no en esta– no esconde sino la incapacidad para generar un lenguaje propio. El de Kurtág, como pudimos comprobar anoche, sí que lo es, y muy original.

Seguridad

La Faust comenzó muy segura con el 'Grave' introductorio de la 1003 de Bach, y en general, realizó una interpretación brillante, tanto que algunos espectadores aplaudieron antes de tiempo. En cualquier caso, fue el muy agradecido 'Allegro' el que deparó uno de los mejores momentos de la noche. La obra de Kurtág es, por otro lado, un permanente juego de insinuaciones, casi preparado para que el oyente rellene los huecos; susurrante a veces, arrebatada y casi febril en otros momentos. Pequeñas obras que excitan y calman en una suerte de montaña rusa sonora.

El puente con la 1005 de Bach fue perfecto, dado que el casi obsesivo 'Adagio' inicial, con una vuelta al punto de partida que parece eterna, sonó sorprendentemente contemporánea. La 'Fuga' hizo honor a su genio creador, el 'Largo' lo estropeó una inoportuna y contumaz avioneta, y el 'Allegro assai' casi, pero nos resarció de ello una interpretación mágica. Como propina, la alemana nos regaló más Bach, deliciosos retazos del autor alemán.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad