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Un momento de la interpretación de 'L'oiseau de feu', por el Real Ballet de Flandes, anoche en el Generalife.

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Un momento de la interpretación de 'L'oiseau de feu', por el Real Ballet de Flandes, anoche en el Generalife. ALFREDO AGUILAR

El Royal Ballet Flanders realiza una discreta actuación en el Generalife

Fue otro concepto de la danza, igualmente válido, pero quizá más incardinado con la estética de nuestro tiempo

JOSÉ ANTONIO LACÁRCEL

GRANADA

Martes, 26 de junio 2018, 02:07

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El Festival no se entendería del todo si no existiese el capítulo de la danza, la cita anual en los jardines del Generalife. Ahí sí que se cumple, y de qué manera, lo del marco incomparable. Todos los artistas que han desfilado por su escenario se suelen hacer lenguas sobre la belleza de un entorno que parece penetrar hasta el corazón mismo del escenario. Parece que incluso el tan irascible como genial Rudolf Nureyev también tuvo palabras elogiosas para el lugar donde bordó la más bella Giselle posible. Y se ha repetido hasta la saciedad el entusiasmo de la gran Margot Fonteyn ante el milagro de los jardines, de los cipreses y de la belleza que encierra, en cualquiera de sus rincones, el Generalife. La señora Fonteyn llegó a exclamar, entusiasmada, que actuaría gratis por el placer de bailar allí. Y siempre fue generosa con el Festival.

Cuando baja uno de la colina de la Alhambra parece que estás dominado por la insólita belleza que, durante toda la actuación, te ha rodeado. Y aunque se esté acostumbrado a ella, siempre hay un algo de sorpresa que hace que cada actuación sea nueva y sea distinta. Esto, desde luego, les suele venir muy bien a los actuantes en el Generalife, porque salvo auténtica catástrofe, el público se siente muy predispuesto a valorar positivamente lo que se viene desarrollando sobre el escenario. Los intérpretes juegan con cierta ventaja a la hora de 'defender' lo que han realizado durante su actuación.

Anoche la actuación corrió a cargo del Royal Ballet Flanders. Estuvo lejos del concepto de ballet blanco, con la exquisita simetría de movimientos armoniosos y llenos de belleza. Fue otro concepto de la danza, igualmente válido, pero quizá mucho más incardinado con la estética de nuestro tiempo. Una danza que ofrece la recia personalidad del director del ballet y coreógrafo, Sidi Larbi Cherkaoui, y teniendo entre dos de sus creaciones la ocasión de rendir un tributo a la impresionante Martha Graham, uno de los iconos sagrados de la danza de nuestro tiempo. La música de Debussy que inspira el trabajo de Sidi Larbi envuelve la creación de Graham que tiene como base la música de Wallingford Riegger. Y con la música de Strawinski en su formidable creación El pájaro de fuego, donde de nuevo brilla la coreografía de Sidi Larbi.

Una apuesta importante por un tipo de ballet que se recibe con especial interés, que nos aparta de un mundo, entre idílico y trágico, de princesas, doncellas aparecidas, muñecos que toman vida, lo que, en una palabra, es base del llamado ballet blanco.

Resulta siempre un hándicap el que el foso del Generalife presente un desolador vacío. Las cosas han cambiado, ahora todo es distinto, pero la inmediatez de la música en vivo sigue siendo fundamental para los gustos del público. Aunque sea considerado como reiterativo e incluso como bastante carrozón. La música en directo confiere una mayor autenticidad, una mayor posibilidad a crear la improvisación que, muchas veces, puede llegar a lo genial. Como diría el clásico latino: O tempora, o mores.

Y es que además el sonido anoche no estuvo del todo bien. Demasiado volumen, distorsión en momentos que deben ser mucho más dulces, donde la placidez sea una característica. Ya se pudo apreciar en El pájaro de fuego. La apuesta que hace el coreógrafo belga es interesante y se aparta de la tradicional. Aquí parece que el fuego es la gran esencia, fuego que se pudo apreciar en las telas rojas. El castillo no es tal sino que se convierte en una serie de espejos que van reflejando las evoluciones de los bailarines. El mensaje estético que envía Sidi Larbi parece recrearse en la abstracción. Con estas premisas, inicialmente interesantes, se consiguió un resultado aceptable, sin que el entusiasmo ni la comunicación prendiera entre lo que sucedía en la escena y el público. Una versión correcta sin más.

Podría considerarse como homenaje a la figura mítica de Martha Graham la reposición que se hizo de su Chronicle. La música presenta diversos fragmentos o cuadros que son aprovechados por la coreógrafa para enviar un mensaje visual, un mensaje que se incardina en los movimientos de las bailarinas. Resultó aceptable la versión que se hizo, sobre todo gustó el último fragmento de esta obra a la que Riegger puso una música interesante que tiene notables altibajos pero que sirve muy adecuadamente a la evolución de una danza que en Graham es sinónimo de vanguardia, de acusadísima personalidad propia. Interesante la versión que hizo de esta obra el Ballet de Flandes. Siguiendo con lo que fue habitual en toda la noche la corrección fue la norma de su actuación. Quizá un tanto fría en algunos momentos, pero presentando cierto aspecto uniforme que parece ser una característica de este ballet.

Visión personal

Por último, Debussy, con su hermosísimo Preludio para la siesta de un fauno. La versión que ofrecen el ballet belga viene de la mano coreográfica de Sidi Larbi Cherkaoui. Muy interesante y personal, lo cual no es fácil teniendo presente la tradicional coreografía que realizara en su momento Diaghilev. Para ello el coreógrafo belga se apoyó más en el poema de Mallarmé, verdadero origen de esta obra musical.

De acuerdo con el mismo el fauno encuentra a su oponente femenino y se produce una lucha en la que la animalidad del fauno también va a estar presente. Para dar una mayor consistencia a sus criterios coreográficos, Sidi Larbi se apoya en una prolongación de la obra, con la intercalación de fragmentos musicales encargados a Nitin Sawhney que resultan verdaderas interpolaciones en medio del gran hilo conductor que es la inspirada y decisiva partitura de Debussy.

Sencillez y austeridad en el trabajo de Sidi Larbi Cherkaoui. El fauno fue interpretado con mucha justeza por Philipe Lens y la ninfa por Nicola Wills, según rezaba en el programa de mano. LLamó la atención por la completa adecuación a la música de la expresión corporal, con todo el mensaje, con todo el contenido que tiene y que puede transmitirse al espectador. La sobriedad de la coreografía fue bien entendida por la pareja de danzarines y el resultado ha sido positivo a mi entender.

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