Películas evocadas en el cinema Carlos Quinto
andrés molinari
Sábado, 2 de julio 2022, 23:49
Los sueños de nuestra generación, y los de alguna anterior, nacieron del celuloide, más tarde devenido en píxel. El Festival ha invitado a la Orquesta ... Joven de Galicia para evocar unos jirones de esos sueños, a través de la música de cine, y en concreto la del compositor neoyorkino John Williams. Un acierto este de alborozar una noche de viernes, ligera de enjundias sinfónicas y de pelucones rococó, taraceada con suites de las más conocidas obras para películas del mencionado autor.
Siguiendo la estela de otras orquestas, más provectas, que aprovechan la música de cine, bajo el manoseado título de 'tributo a', los jóvenes procedentes de Galicia derrocharon brío y entusiasmo. Con la clásica colocación de los chelos frente al portentoso violín primero, todo fue alborozo e ímpetu juvenil. La dirección de Víctor Pablo Pérez, sin batuta, pero con constantes miradas de complicidad, fue una de las claves de tan excelente noche. Él supo premiar a cada uno de los muchísimos y variados instrumentistas con una invitación a ponerse en pie, tras su minuto de gloria. La nobleza enaltece a la docencia.
Al escuchar a estos jóvenes, por ejemplo un trompeta con 16 años, que llegan al Festival acompañados y aupados por su alcaldesa, qué envidia, uno piensa en tantos Mozart que pudieron ser exhibidos como niños prodigios, pero cuya precocidad nada tiene de circense sino que camina hasta la distinción. Nada importan los mínimos fallos. En esta música interesa más el sonido total que el matiz intermedio.
Si la orquesta estuvo formidable en su papel y repertorio, el locutor Salvador Vidal nunca supo rayar a la altura de tan excelente conjunto. Plano de voz, sosísimo de gesto, falto de vocalización, desorientado entre tan jocunda juventud. Todo lo contrario que el director y sus jóvenes.
La ventaja de que la música de cine pueda 'verse' mediante un concierto en vivo, nos descubre de donde emanan algunos sonidos que en la sala oscura es casi imposible identificar. Así vimos que Tiburón nace del piano rasgado por su parte alta y que Harry Potter le debe gran parte de su tema a la celesta. Luego nos son mucho más familiares la percusión para Star Wars o los metales para Indiana, como 'última cruzada' de la noche. Una noche en la que no se sabe quién disfrutó más si nuestro oído o nuestra memoria.
Para refrescarla, un turbión de diapositivas a trío, tan sobreabundantes como clónicas y olvidables. Siempre las tres iguales, sin la más mínima creatividad del power point, ahítas de tiburones, dinosaurios, nazis y princesas de la galaxia. Tratándose de cine, puede que píxeles inevitables, aunque lo bueno no estaba en las pantallas, sino abajo, en la juvenil musicalidad derrochada en el escenario.
Como discreta escenografía de la noche, los hastiales y arquitrabes de Machuca teñidos con colores y colorines, para un colorín colorado como final de cada historia y que en inglés se escribe The End.
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