El genio de Falla y Lorca se hace canción en un conciso recital de Gragera y Cardó
En poco más de media hora, ambos repasaron algunas de las tonadas más conocidas inspiradas o que inspiraron a la pareja de creadores
José Antonio Muñoz
Granada
Miércoles, 22 de junio 2022, 00:22
En la noche de ayer tuvo lugar el concierto de homenaje a las más destacadas 'cabezas pensantes' del Concurso de Cante Jondo de 1922. Más ... allá de recordar la importancia del flamenco y su gozosa actualidad, más allá incluso de conmemorar el propio evento en sí, el Festival tenía la obligación –cumplida, como decimos, anoche– de rendir tributo a la fuerza motriz humana, intelectual e ideológica del Concurso. Y lo consiguió, programando un recital –que no llenó sin embargo el auditorio del Centro Lorca– compuesto exclusivamente por canciones propias y ajenas, inspiradas o que sirvieron de inspiración a los dos genios, uno de la pluma y otro del pentagrama, Federico García Lorca y Manuel de Falla, directos responsables de que aquellas veladas de la plaza de los Aljibes pasaran a la historia.
Antes de comenzar el recital, Gragera anunció un cambio en el programa, que incluyó la supresión de las 'Cinco canciones' de Nin-Culmell, excepto las 'Tres morillas' que abrieron la lista. La 'mezzo' iba de verde oliva para estar, sin duda, en consonancia con las olivas a las que se refiere la letra de la pieza musicada por el autor catalán. Tras la 'Nana' del contemporáneo Maurice Ohana, se escucharon dos de las tres canciones de Poulenc originalmente previstas, de las que le inspirara el poeta fuenterino. Y tras la interpretación de la 'Granadina' de Nin Castellanos, llegó el primer aplauso de la tarde, que el público, ya un poco más cómodo, repitió tras 'Barrio de Córdoba', de Nin Castellanos. Interesantìsima la versión de la 'Danza de la Petenera' de 'Poema del cante jondo' del holandés Ton de Leeuw, plena de matices, y muy interesante también el 'Romance de Solita' de Gustavo Pitaluga, cantado con la picardía justa por Gragera.
La poesía bien adaptada brilló en la 'Balada amarilla' de Paul Bowles, entrañable en su desarrollo casi 'naif'. A continuación, uno de los cambios de la noche, la inclusión de 'Que bien sé yo la fuente', el emblemático poema de San Juan de la Cruz musicado por Federico Mompou. Muy inteligente este trabajo del catalán, que deja la voz desnuda para que la palabra penetre mejor en los oídos, y liga las estrofas con breves piezas donde el piano se convierte en el catalizador para que la palabra se mantenga con hondura.
El epílogo
Y para finalizar el recital, nada mejor que las 'Siete canciones populares españolas' de Falla y Lorca. Esta pequeña colección de maravillas siempre es una delicia, porque cada cantante les da su toque personal. El de Gragera huye del 'descaro cañí' que exhiben otras intérpretes. Aunque diste mucho de ser una artista fría en su voz y sus ademanes, su interpretación es sobria. Así pudimos comprobarlo desde la inicial 'El paño moruno', pasando por la 'Seguidilla murciana', la 'Asturiana' o la siempre fresca 'Jota', ejemplo claro de cómo se despiden las de Aragón.
Tremendamente delicada la interpretación de la 'Nana', e impecable el fraseo y la intención –muy importante cuando se interpreta esta obra– en la 'Canción'. Tras una breve salida, llegó la propina, la 'Nana de Sevilla' o 'El galapaguito' que popularizara La Argentinita.
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