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Momentos del espectáculo de ayer en el Generalife. Ramón L. Pérez
Fauno, pájaro y primavera danzan juntos en el Generalife

Fauno, pájaro y primavera danzan juntos en el Generalife

Andrés Molinari

Lunes, 27 de junio 2022, 00:15

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La danza parece libre, pues cada coreógrafo puede inventar sin ataduras. No obstante, la dependencia de la música es evidente. Unas veces danza y música se desdeñan mutuamente. Otras, cada paso y cada ademán están al servicio del sonido y de la historia que éste nos cuenta. Es el caso de la noche del sábado en el Generalife. Thierry Malandain y el Ballet de Biarritz trajeron al Festival tres piezas subyugadas por músicas de la primera mitad del siglo XX, cuando Fokine, Diaghilev, Massine y otros coreógrafos pedían partituras a Debussy, Stravinsky e incluso a Falla. Ahora otros conceptos para músicas tan frecuentemente transitadas, incluso en este Festival. La concepción muy masculina de la noche quiso modernizar la estética que deambula del impresionismo al cuento ruso. El fauno, a solo por Mickaël Conte, se plagó de obvios desperezos y posturas de rígido artrópodo, con mucho uso del suelo y no menos exageración en los bríos y en las quietudes. Frente a la casi total desnudez del cuerpo, con las luces marcando mucho los músculos prisioneros de su brillante piel, se imponía el uso en escena de algún objeto: unas nubes de tela arrugada, una sábana, inédita en el paisaje silvoso de los faunos, y una cama en forma de cuña para la sorpresa final del número, rubricando el asombro conclusivo como marca de la casa.

Con 20 bailarines en escena, el Pájaro voló hacia el jardín del mago, perseguido por el príncipe Iván, como el halcón penetró en el huerto de Melibea, seguido por el joven Calisto. Aquí el espasmo se adueña de los cuerpos que al principio visten estameña benedictina, pero que luego van virando al perla y al albo sentenciado. Hugo, el pájaro, con su inconfundible atuendo rojo sangre, mostró su buena técnica de equilibrista, sin propasarse hacia lo circense. El coro calcando la danza de Cézanne, jugó a orgías, ritos tribales y otras liturgias que pide la pieza. Un huevo luminoso final puso la nota más simpática que coreográfica al relato ruso afrancesado. De nuevo más correcto que brillante y más escorado hacia lo teatral que hacia la danza pura, el ballet de Biarritz 'consagró la primavera'. Desde que el piano vomita larvas humanas hasta que ella asciende al cielo jironada de rojo, la danza es más de lo mismo. Una propuesta interesante que añade versiones a músicas conocidas pero sin crear historia sobre ellas.

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