Espectacular inauguración del Festival dedicada a músicas bajo las estrellas
El británico Paul McCreesh dirige a la OCG en el primer concierto en el Palacio de Carlos V
Andrés molinari
Granada
Viernes, 18 de junio 2021, 02:17
El Festival de Granada, desde que amaneció hace setenta años, estableció un pacto de amor con la noche. Aunque algún sábado que otro la música ... antigua suena recién pasada la hora del ángelus, es la noche la que acoge bajo su manto a las orquestas en el Carlos V, a la música de cámara junto a los Arrayanes y a la danza entre los cipreses del Generalife.
Anoche, para inaugurar este septuagésimo Festival, la noche no sólo fue ambiente propicio para los sones orquestales y vocales, sino que asistió como invitada de honor dando nombre a dos piezas señeras colocadas sobre los atriles y menudeando como imagen boscosa entre las columnas talladas por Machuca.
La noche es un puente taciturno entre consecutivos soles, y por el han paseado todas las literaturas que en el mundo ha sido. Por eso, la amistad buscada por el programa de anoche entre música y poemas rayó en lo fascinante y colmó esa curiosidad con la que el público siempre busca novedades en ya lo bien conocido.
La velada se abrió con 'Noche transfigurada' de Schoenberg, en su versión para orquesta de cuerdas. Un poema del casi desconocido Richar Dehemel le sirve al músico vienés de hilván para el desarrollo armónico de esta ópera wagneriana en miniatura. Un homenaje al gran propulsor del dodecafonismo, del cual el próximo 13 de julio lamentaremos los 70 años de su fallecimiento. La orquesta en pie fue desgranando este precioso fresco abstracto, despojada de esos focos que sólo son teatro y alumbrada por unas luciérnagas de atril pintiparadas para la ocasión. Unos agudos algo excesivos fueron pronto acallados por las sordinas, en todo tiempo protagonistas. Al final los violines segundos, acertadamente dispuestos a la derecha del director, piaron salpicando con un átomo de optimismo la leve tristeza que habían derramado los versos alemanes sobre los arquitrabes de flores y bucráneos.
Para la segunda parte el 'Sueño de una Noche de Verano' de Mendelssohn, música incidental largamente elaborada para la famosísima obra teatral de Shakespare. Unos sones siempre deleitosos para el público desde su chispeante Obertura hasta su circense Marcha de los Elfos. A veces esa mínima mitología de la noche, al mando de Titania y Oberón, me recordaba la pieza 'Los Gnomos de la Alhambra', del autor de 'La Revoltosa', que no habría desentonado en el concierto de anoche.
Ductilidad orquestal
La Orquesta Ciudad de Granada es un conjunto que el castizo llamaría 'todoterreno'. Aunque su diseño es demasiado parecido al de tantas otras orquestas provinciales, de allende y de aquede los Pirineos, es decir una orquesta para repetir la música romántica, a veces hace incursiones no demasiado descabelladas en el último barroco y otras tantas se atreve con la llamada música contemporánea que tantos mohines provoca. En realidad es un conjunto tan dúctil que decepciona cuando el director es mediocre, que los hay a mansalva, y brilla, aunque tenuemente, cuando sigue los dictados de una batuta de gran categoría. Del coro de la OCG se puede decir otro tanto.
Curiosamente a Paul McCreesh, el director del concierto inaugural de anoche, le ocurre lo mismo. Aunque todos aplaudimos su concepto del barroco cenital, por ejemplo la Pasión del año pre-pandemia en el Palau, sus periplos rumbo a los siglos XIX y XX siempre transparentan un buen músico, a pesar de que anoche fue demasiado lector de cada partitura y todo su esfuerzo gravitó en que los violines no chillasen demasiado y las trompas no metiesen la pata, como sí lo hicieron varias veces. Hurtándonos todo amago de matices.
Un coro correctísimo hizo su aparición un par de veces, haciendo olvidar las dubitativas entradas en la Obertura y algunos desajustes tímbricos espaciados aquí y allá. Las voces arriba y los músicos abajo dibujaron el sube y baja de calidad musical de la noche. Momentos de precisa afinación y digno empaste sonoro de la orquesta con otros algo deslavazados y sin ningún mérito para estar en la primera página del Festival.
Imágenes sobre los pentagramas
Lo original de la noche era que la música no pasease sola, que un turbión de imágenes la acompañase en su devenir hacia la nada. En el caso de 'Noche Trasnfigurada' fue un acierto poner la imagen al servicio de la música y no al revés, ya que era fuerte la tentación de considerar esta obra como música de fondo de una ocurrencia audiovisual. Por suerte la mesura jugueteó toda la noche, ambas noches, con los capiteles dóricos y los fustes ansiosos de estar estriados de luz. Un jirón de filmoteca puso la nota graciosa cuando las ideas ya se agotaban de tanto repetir.
Música y literatura se unieron anoche en el redondo pozo de estrellas que es el patio del Palacio de Carlos V. Noche trasfigurada con el dodecafonismo al fondo y noche onírica durante el estío más tonal. Dos noches un una sola velada. Preludio de muchas noches de arte que irán naciendo tras cada crepúsculo granadino gracias a su ya septuagenario Festival Internacional de Música y Danza.
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