«Les he dicho a los bailarines que se preparen para disfrutar de algo único»
La primera compañía dancística llega al Festival mañana, e interpretará en el Generalife la suite 'De lo flamenco', creada por Mario Maya
Jueves, 16 de junio 2022, 00:49
Rubén Olmo (Sevilla, 1980) dirige el Ballet Nacional de España desde 2019. Mañana y pasado, la formación interpretará en el Teatro del Generalife, en el ... marco del Festival Internacional de Música y Danza, un programa con cuatro títulos, bajo la denominación general de 'Invocación'. El Nacional ha sido una de las formaciones dancísticas más activas de nuestro país, incluso en tiempos de pandemia, y Olmo viene al Generalife, un escenario que conoce muy bien, con las pilas cargadas.
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–El espectáculo que trae el Ballet a Granada es un homenaje a la gran danza en toda regla. ¿Qué puede contarnos de él?
–Es una propuesta con cuatro partes, bajo el título general de 'Invocación'. La primera, se llama 'Invocación bolera', y ahonda en las raíces de dicha escuela para, a partir de una música original de Manuel Busto, tributar un homenaje a los maestros, como Ángel Pericet, Marienma o el gran Antonio. Luego, haremos 'Jauleña', que, como la anterior, es una coreografía mía, y que es un solo en el que aparecen los primeros bailarines, que mezcla la granaína con la música sinfónica y en el que recreo la unión de las tres culturas en un pueblo de Granada. En esta coreografía reúno tanto la escuela bolera como la danza estilizada y el flamenco. Al final de la primera parte interpretaremos 'Eterna Iberia' con música de Moreno Buendía , hecha originalmente para la compañía de Antonio 'El Bailarín', titulada 'Eterna Castilla' y al que su coreógrafo, Antonio Najarro, cambió el nombre, creando un espectáculo de danza estilizada con mucha elegancia.
–Y si especial es la primera parte, más cercana aún la segunda.
–Claro, ya que es un homenaje al gran Mario Maya, a partir de su obra 'De lo flamenco', una suite que hizo para la por entonces denominada Compañía Andaluza de Danza cuando él era director. Es una obra con la que me he criado, luego fui director del Ballet Flamenco de Andalucía y siempre tuve claro que esta coreografía debía ser para el Nacional, por el número de bailarines que requiere, por cómo los mueve, por su propia concepción del flamenco dentro de un ballet.
–Maya tenía un concepto de la coreografía casi arquitectónico.
–Así es. Encajaba perfectamente cada pieza, con una sincronización asombrosa. En escena, al interpretar esta suite, hay 47 bailarines, y a la hora de crearla contamos con sus colaboradores: Manolo Marín, sus repetidores... Y luego, se han hecho dos piezas nuevas, el 'Romance del emplazao' y el solo de primera bailarina, que es un taranto, y para el que conté con Isabel Bayón, quien fue primera figura en la compañía de Mario. Es un homenaje hecho con muchísimo cariño, y así lo ha percibido Mariana, su viuda, quien me abrió las puertas de su corazón y de su casa, pemitiéndome acceder a todos sus escritos. También es un acto de justicia hacia Mario, que quiso llevar sus coreografías al Ballet Nacional, y que, sin embargo, hasta ahora no tenía en su repertorio nada suyo.
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–Este montaje, es, pues, consecuente con su idea de preservar y difundir el patrimonio de la danza.
–Cuando opté a dirigir el Ballet Nacional, en mi proyecto dejé muy claro que la formación debía rescatar ballets de repertorio ya estrenadas, pero también títulos que habían sido importantes dentro de la historia de la danza española. La suite de Mario marcó, para mí, un antes y un después, dado que a partir de ella se han desplegado los grandes nombres de la vanguardia que forman parte de nuestra generación: Israel Galván, Isabel Bayón, Rafaela Carrasco, Manuel Liñán, Beatriz Martín, Eva Yerbabuena... Su ojo de maestro quiso aunar visiones diferentes de la danza, que luego han enriquecido de forma exponencial este arte.
–Usted está muy vinculado a Granada, por haber pertenecido a las compañías de Eva Yerbabuena o Rafael Amargo. ¿Qué ha aportado esta ciudad a su trabajo como bailarín y a su concepto de la danza?
–A Granada la llevo en el corazón, y estoy deseando poder disfrutar de estas noches del Generalife, porque es un escenario que me trae los mejores recuerdos. Cuando dirigí el Ballet Flamenco de Andalucía, estuvimos un verano completo con 'Metáfora' y 'Llanto por Ignacio Sánchez Mejías'. Recuerdo como subía a las seis de la tarde al Generalife para ver atardecer, con los nervios esperando el momento de subir al escenario. Como he disfrutado en esas noches, es difícil que vuelva a disfrutar. Y se lo he dicho a los chicos del ballet: «Preparaos para disfrutar de algo único». Y no les cuento por qué. Prefiero que lo descubran ellos mismos.
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Un gran teatro
–Otra de las características principales de su trabajo como coreógrafo es su concepción 'escenográfica'. ¿De qué fuentes bebe?
–Creo que cada obra, cada solo, requiere su propio lenguaje. Bebo de las fuentes de lo dramático, incluso de la tragedia clásica, cuando quiero trascender el baile. Me gusta entrar en el personaje, como cuando interpreté a Federico García Lorca con el Ballet Flamenco de Andalucía. O como cuando interpreté a Edgar Allan Poe en el ballet contemporáneo 'Las tentaciones de Poe'. En cada ocasión, volqué hacia afuera lo que sentía dentro. Creo que no sé trabajar de otra forma; me gusta contar historias, como la de 'La bella Otero' que estrenamos la temporada pasada en el Teatro de la Zarzuela con Patricia Guerrero, que vino con artista invitada y también me vincula con Mario, ya que fue alumna suya desde los 14 años.
–Cuando se enfrenta a coreografías tan familiares, ¿qué siente?
–Profunda emoción. No sé si tenía 14 años cuando fui al Teatro de la Maestranza a ver el estreno de 'De lo flamenco'. Son recuerdos que se fijan en tu cerebro, en tus principios. Sin yo saberlo quizá, desde ese momento se abrió ante mí el camino de una profesión que espero seguir disfrutando durante muchos años.
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