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El estanque del patio de los Arrayanes reflejó el esplendor de su arquitectura.

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El estanque del patio de los Arrayanes reflejó el esplendor de su arquitectura. ALFREDO AGUILAR

Un Debussy espléndido en su intimismo, el de Aimard

El pianista francés sumergió a los presentes en el complejo mundo impresionista del compositor

JOSÉ ANTONIO LACÁRCEL

GRANADA

Miércoles, 27 de junio 2018, 02:30

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Los grandes recitales en el patio de los Arrayanes. El Festival ha tenido, desde hace años, una importancia excepcional y que ha estado en los principales circuitos culturales, ofreciendo algo tan hermoso, algo que resulta espléndido y que nunca se puede olvidar y mucho menos rechazar: una oferta única. Buenos intérpretes, buenos programas, unos escenarios únicos, una historia que está ahí y que no está mal que, de vez en cuando, se refresque. No se puede menos que echar en falta aquellos otros escenarios que tuvieron su protagonismo y que hoy, por distintas y muy justificadas razones, no cuentan para la programación habitual del Festival.

Pues bien, anoche, calurosa noche, la velada se desarrolló en el Patio de los Arrayanes. Los recuerdos se agolpan, los datos históricos parecen querer desbordar. Desde aquel lejano 1968 cuando Arturo Rubinstein ofreció un recital íntegramente dedicado a Chopin. ¡Cómo olvidar el Scherzo nº 2. O el inolvidable recital Schubert, de Jessye Norman, o la presencia de Berganza, de Yepes, de Alicia de Larrocha, o la representación -verdadero alarde de belleza y plasticidad- del Rapto en el Serrallo. Ahí está este Patio de los Arrayanes acumulando historia en medio de su serena belleza, ofreciendo una perspectiva que es la mejor forma de llamar la atención sobre nuestro Festival. Marco único que ha hecho buena la famosa frase tópica de marco incomparable. Pero es que lo es.

Y los Arrayanes se vistieron una vez más de gala para recibir a un pianista de gran categoría. A un pianista -Pierre-Laurent Aimard- que iba a desgranar los momentos más bellos, más intimistas, de la producción pianística de Debussy. Y es que otra vez como punto de referencia la figura del gran músico francés, otra vez presente en la programación del Festival. Es obvio que no todo el mundo tiene el mismo entusiasmo por la figura del compositor francés. Pero ha sido un gran acierto programar y mucho en torno a este músico universal, tan decisivo en el discurrir de la música de los siglos XIX (finales) y XX y la influencia decisiva que tiene en muchos otros compositores. Se han escuchado muestras del Debussy orquestal, ahora tocaba recrearse con el Debussy pianista, con un autor que hace verdaderos arabescos, que teje como un velo de sutileza, de exquisita elegancia, de belleza inmaterial, que surge poderosa en sus composiciones para piano.

Y era bueno que un gran pianista francés, un gran especialista en la llamada música contemporánea, un colaborador del gran y añorado Pierre Boulez, fuera el encargado de transmitirnos buena parte de esa música, impresionismo puro, de esa creación de Debussy sin olvidar que se vive el año de homenaje y que era perfectamente lógico que se volviera a interpretar esa serie de tributos que grandes compositores supieron ofrecer al genio francés. Buena idea que marcó el recital que Aimard supo bordar en el patio de los Arrayanes.

Aimard es pianista brillante, eficaz, llega al fondo de la partitura, es capaz de desentrañar el espíritu del compositor. Y es francés como Debussy, lo que contribuye también a que exista una determinada complicidad estética, aunque Aimard haya llevado una carrera donde los éxitos también están ligados a nombres como Boulez, Ligeti, Stockhausen. Nombres básicos, figuras cimeras de lo que se ha dado en llamar, no con toda propiedad, música contemporánea. Esta vez, junto a Debussy también estuvieron los nombres de Bela Bartok, Malipiero, Goossens, Strawinski y Paul Dukas. Pero estos unidos en un homenaje a la figura del gran impresionista.

Prunières

El Tombeau de Claude Debussy, es una obra encargo de Prunières en 1920 para rendir homenaje y tributo de admiración de los compositores que acudieron a la llamada de Prunières y que ofrecieron diversas muestras de su creación-homenaje. Buen inicio de un recital que después cambiaría radicalmente con esa excepcional atmósfera que, en el piano, sabe crear Debussy.

Desde que inició Aimar los Reflejos en el agua, los presentes se sumergieron en el complejo mundo impresionista del compositor. Preciosa la versión que de Images hizo Pierre-Laurent Aimard. Sobria, contenida, con una digitación perfecta, con una exquisita sensibilidad, ahondando en ese cuadro increíble que sabe dibujar Debussy, como esa luna descendiendo sobre el tiempo que huye. Todo el espíritu, todo el sutil mundo del impresionismo musical supo ofrecerlo este excelente pianista, muy intimista, muy en la línea y en el espíritu del compositor que interpretaba.

Y una segunda parte dedicada exclusivamente a los formidables Estudios que escribiera Debussy, mostrando una capacidad creativa a la vez que pedagógica, siendo auténticas piezas de concierto y espléndido muestrario del talento del compositor. Otra vez el complejo mundo armónico de Debussy, otra vez su sutil forma de entender la melodía, otra vez su tremenda exigencia a la técnica que debe desarrollar un buen pianista.

Y por supuesto un amplio abanico de posibilidades que se abren al intérprete contando con el peculiar sentimiento que de la ornamentación tiene Debussy. A lo largo de toda la noche, en este feliz encuentro entre autor e intérprete, Aimard supo obtener y transmitir toda la belleza, toda la excepcional gama de posibilidades que se abren ante la música del francés, posibilidades que otro francés, un gran pianista, ha podido desarrollar felizmente, ofreciendo el mejor y más cálido homenaje que se podía hacer a la figura de Claude Debussy.

Reencuentro perfecto

Fue un hermoso reencuentro de Aimar con el público de Granada. El pianista especializado en la música contemporánea ha estado brillante, convincente, seguro, en este Debussy tan bien entendido, tan comprendido por bien estudiado, tan excelentemente transmitido a un público que no ha regado aplausos y que pienso que se habrá sentido conmovido ante esta visión de Debussy tan rica en matices, tan pródiga en belleza. La vertiente pianística de un gran compositor ofrecida limpia, honestamente, por un gran pianista.

En definitiva, es justo señalar que fue un gran recital. Un verdadero motivo de goce y deleite para los que aman la música de Claude Debussy ayer, de nuevo, gran protagonista de esta edición del Festival.

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