El Cuarteto Casals y Floristán, seda pura en Arrayanes
Un estreno de Sotelo, compositor residente, y obras de Mendelssohn y Brahms tejieron una tela de araña que atrapó con su romanticismo al público
José Antonio Muñoz
Granada
Martes, 21 de junio 2022, 00:28
El patio de los Arrayanes volvió anoche a abrirse a la música. En una velada mucho más amable que las anteriores (aunque ya el domingo ... en el Carlos V se notó la mejora térmica), el Cuarteto Casals acompañó a Juan Pérez Floristán en su segunda y última comparecencia en el Festival de este año. Junto al sevillano, uno de los más conspicuos conjuntos del panorama nacional. Los varones, de negro, y la violinista Vera Martínez, de un elegante verde. Tras la apoteosis del romanticismo que constituyó la 'Tercera' de Mahler del domingo, más romanticismo. Y con una introducción que nos sonó a nueva, porque lo es: el 'Cuarteto de cuerda número 4', titulado con la astronómica denominación 'Quasals vB-131' del compositor residente del Festival, Mauricio Sotelo. Una introducción –no un complemento– perfecta al resto del programa, grabada el pasado año Cuarteto Diotima para Naïve y con un aroma beethoveniano inconfundible en algunos de sus pasajes. Corta y llena de matices, la obra de Sotelo va al grano para mostrarnos algunas de sus influencias y nos deja con la miel en los labios. El autor madrileño recibió una cálida ovación del público tras salir a saludar.
Inmediatamente después entramos en la primera de las obras 'clásicas' de la noche. Nos gusta mucho el 'Cuarteto de cuerda número 3, op. 44', de Mendelssohn. Y nos gusta por varios motivos: porque exige al instrumentista 'jugarse el tipo' con cambios de ritmo vertiginosos, con momentos en que la intervención de quienes acompañan al violín principal son poco más que un susurro de cuerdas o un 'pizzicato' del chelo, para, segundos después, extraer como una máquina automática de zumos todo el jugo a la pericia de sus intérpretes. El tema principal del 'molto allegro vivace' inicial, máximamente mozartiano, vuelve a casa una y otra vez como ese amigo con el que nos gusta beber cerveza en un día de calor. Tanto gustó que algunos –muchos– se pusieron a aplaudir a destiempo, y hasta un gris gato merodeador se interesó por lo que ocurría. El 'Menuetto', muy bien resuelto por los del Casals, supuso un momento más adecuado para serenar el pulso y mirar al cielo y al jardín, evocando quizá una conversación campestre. Y el cantarín 'Andante espressivo ma con moto' sirvió como eficaz marco de diálogo para los dos violines, con la viola y el chelo en segundo plano, la primera como nexo de unión entre frases y el segundo reforzando el empaque de una pieza subyugante, antes del trepidante 'Finale. Presto con brio', donde los intérpretes dieron toda una lección de complicidad.
Tras el muy largo receso, llegó Juan Pérez Floristán –de negro– para unirse al Casals e interpretar el fabuloso 'Quinteto para piano y cuerdas en fa menor, op. 34' de Brahms. En una estructura sonora que fue una constante durante toda la velada de anoche, comienza su primer movimiento, 'Allegro non troppo' con una brevísima introducción antes de que la pasión se desate de forma absoluta. Todo se torna un espectáculo colosal, donde ora el piano, ora la viola, ora violines o violonchelo, ofrecen una continuidad en el discurso que no da tregua al oyente. Dramático a ratos, misterioso siempre, hace temer y temblar al mismo tiempo como una buena película de la Hammer. Y si se interpreta con un mínimo de solvencia –como anoche– la jugada es redonda.
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