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La consulta de los líos

La consulta de los líos

Consultorios y hospitales son testigos a diario de anécdotas que sacan una sonrisa a médicos y pacientes

JESÚS JAVIER PÉREZ

Sábado, 13 de octubre 2018, 00:41

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La salud es un asunto serio, pero nuestro paso por la consulta puede provocar en más de una ocasión una buena sonrisa o, incluso, algo más que una sencilla mueca en nuestros rostros y en la de los médicos y médicas que cada día nos atienden. Ocurre con todas las profesiones en las que hay un contacto directo con el público, pero es que el mundo médico es especial. El detonante de estas situaciones puede ser nuestra inexperiencia en un ambiente de batas blancas y extraños artilugios, el protocolo médico o el complicado lenguaje que emplean los galenos, a veces tan distante al de la calle.

Algunas de las anécdotas médicas quedan en la memoria de los profesionales de la sanidad para toda la vida. Si este verano los vecinos de su sombrilla sonríen sin motivo aparente, puede que sea algún doctor o doctora recordando lo ocurrido con alguno de sus pacientes. Todas las anécdotas recogidas en este artículo han ocurrido en centros de salud y hospitales de nuestra provincia, aunque los profesionales médicos que han colaborado han preferido, para curarse en salud (previsores ellos), preservar su anonimato y el de sus pacientes.

Empecemos disculpando a los sufridos pacientes, legos en asuntos médicos y siempre con esos nervios y preocupación a la hora de iniciar la consulta. Así que, para tranquilidad de médicos y pacientes, hay que decir que los errores humanos no son los únicos y la tecnología ha venido para quedarse, como en tantos otros ámbitos de la vida cotidiana, y de camino a aumentar la comicidad de nuestros asuntos sanitarios.

El ingenio informático empleado en la consulta de los especialistas puede detectar por el nombre del paciente si es un hombre o una mujer. Si se trata de pedir una radiografía y el programa intuye que se trata de una mujer, entonces pregunta por defecto si está embarazada o no. Pero ¿Qué ocurre cuando el paciente tiene un nombre neutro como Rosario o Trinidad? Es cierto que en España son nombres normalmente reservados para el género femenino, pero no ocurre igual en otras latitudes. Pues ahí está el doctor o la doctora espetando al señor Rosario «¿Está usted embarazada?» ante su asombro. El programa tampoco hace distinción de edad, y la misma pregunta se repite aunque se trate de una paciente mujer de 98 años. Un asuntillo que deberá ser mejorado en próximas versiones del programa, pero con lo que perderá, eso sí, algo de gracia.

La sonrisa puede despertarse en el mismo momento en el comienza la consulta, así uno de los médicos consultados para este artículo recuerda como uno de sus pacientes le relataba su historial clínico y le advertía que había sido operado, tal y como suena, de la 'basílica balear' y es que parece que algunos no se conforman con tener una piedrecita en la vesícula, eso es muy poco para justificar tan inmenso dolor (quien lo ha padecido lo sabe), y ya puestos, mucho mejor tener toda una señora basílica, con sus arcos, sus ábsides y sus arbotantes ¿Qué menos?

Y es que la anatomía humana es un terreno abonado para que nuestros órganos, articulaciones, tejidos… sea rebautizados: En el diccionario popular 'trócola' troca por rótula, 'brótola' por próstata. En la consulta también se tiene que lidiar con alguna confusión de los pacientes. Una doctora cuenta como tuvo que averiguar a qué se refería su paciente cuando decía que estaba 'desclasificada'. Tras preguntar por todas las dolencias de la señora, la doctora pudo averiguar que su paciente en realidad andaba falta de calcio y, por tanto, 'descalcificada'.

Pero en ocasiones son los médicos quienes son auténticos profanos en los nombres populares con los que son conocidas algunas de nuestras goteras. Es frecuente que algunos pacientes lleguen a la consulta asegurando que tienen «una rampa en la pierna», un achaque que no aparece en ningún manual. Todo un misterio para quien lleva la bata blanca hasta que descubre que en algunos pueblos de nuestra geografía es así como es conocida familiarmente la ciática.

Un problema con la familia tuvo un médico que pasaba consulta de medicina general en centro de salud de un pueblo colindante con Murcia. Corría el año 1977 y con esto esta anécdota entra en la categoría de 'Las inolvidables'. Tras la pregunta obligada sobre el motivo que traía a una señora a la consulta, ésta explicó que tenía 'la madre fuera'. Con toda la amabilidad del mundo el doctor invitó a la paciente para que hiciese pasar a su madre. Ante la gentil invitación del doctor, la paciente comenzó a reírse de forma socarrona y le explicó que la madre que estaba fuera era la suya. Nuevamente el doctor invitó a la paciente a que saliese a buscar a su madre, que no había ningún inconveniente para que estuviese en la consulta. Esta vez el médico quedó atónito con la carcajada de la mujer, quien explicó muerta de risa que a la madre a la que se refería eran sus partes íntimas. Es decir, 'tener la madre fuera' era una eufemismo usado en ese pueblo para referirse a lo que el joven médico había aprendido en sus manuales como 'prolapso uterino'.

Y hablando de madres… ¿Cuántas veces nos han dicho nuestras madres que salgamos limpios y aseados a la calle por si nos pasa algo y nos tienen que llevar a urgencias? Un buen número de profesionales constata que no todo el mundo obedece a su madre y deja la consulta perfumada tras alguna atención de urgencias. Pero cuando se trata de una consulta programada algún paciente ha ido perfectamente prevenido y si le duele un pie ha tomado la precaución de limpiarse precisamente ese pie. Claro que el paciente comienza a sentir cierto apuro cuando el facultativo precisa comparar el pie malo con el sano, o lo que es lo mismo: el limpio con el, digamos, olvidado. ¡Ay, pillín! ¡Si con el mismo esfuerzo y un poco más de jabón hubieses quedado como un rey!

Tampoco los fármacos se escapan de esta especie de rima confusa entre el nombre verdadero y el inventado. Hay quien eleva su relación con los medicamentos a una auténtica relación contractual y se toma las «cláusulas pa la extensión», aunque en realidad se trata de las cápsulas para la tensión. O quien se toma: «Sí, doctor, esas pastillas azules y rojas» y, por supuesto, el profesional está obligado por el código de colores a saber nombre y marca del medicamento

En el vademécum popular ocupa un lugar destacado el metamizol, más popular por el nombre comercial de 'Nolotil' y que se convierte con cierta lógica (pues es un analgésico) en 'Dolotil'. Aunque la palma se la lleva el paracetamol que es renombrado como 'Para cel'amó', un cambio con el que algunos pacientes parecen decir: «Cariño, se acabó la excusa de que esta noche te duele la cabeza». Así que ya saben, que nunca falte una cajita de 'para cel'amó' en el primer cajón de la mesita de noche.

Los medicamentos también nos pueden dar, paradójicamente, algún que otro dolor de cabeza a la hora de su administración. Una de las doctoras consultadas cuenta cómo la lógica nada tiene que ver con la vía de administración de un medicamento y como un paciente con dolor de oído se colocaba la pastilla de Nolotil (el ya conocido como 'Dolotil') directamente en la oreja y, aún así, el medicamento no encontraba su camino para calmar el dolor ¿Quién nos garantiza que la medicina sabe donde tiene que ir si nos la tomamos con vasito de agua? Está claro que más de uno se perdió aquella serie animada titulada 'La Vida es Así' en el que nos explicaban lo bien organizadas que están nuestras células y lo disciplinadas que son.

Algo parecido pasa con la tortuosa relación entre los pacientes y los supositorios, por cierto, cada vez más en desuso en las recetas... para alivio de algunos. ¿Quién se iba a imaginar que aquel medicamento requería la colaboración de tan innoble conducto? Así, muchos se quejaban de que no hacían efecto al aplicarlos como una pomada sobre la zona dolorida, o al ingerirlos, como si fuese una píldora,... sin duda se trata de un mal trago.

Pero para mal trago el de un paciente que suplicaba a su médico que no le volviese a recetar aquellos supositorios que se administraba sin quitarles el envoltorio, eso sí, por la vía adecuada ¡Qué dolor! No cabe duda de que en este caso era peor el remedio que la enfermedad. Para consuelo del dolorido paciente, no hay que ser especialmente torpe para cometer este error en la administración del supositorio e incluso todo un premio Nobel, como Camilo José Cela, reconocía haber cometido el mismo error de introducirse sin pelar un supositorio y eso que las habilidades rectales del Académico de la Lengua eran por todos bien conocidas y, si no, que se le pregunten a Mercedes Milá.

La periodista tuvo que quedarse sin respiración, pero no es la única que se quedó sin aire. 'Ahora respire, ahora no respire', dijo la doctora mientras le auscultaba antes de seguir con sus anotaciones en el ordenador, pero cuando apartó la vista de la pantalla el paciente hacía esfuerzos indecibles al tratar de contener la respiración con todas sus fuerzas, y es que algunos pacientes han sido educados en un respeto reverencial a todo lo que diga su médica y ahí se quedó, esperando a que le volviesen a indicar: 'Respire'.

No sólo se trata de respeto a nuestros profesionales de la sanidad, también les atribuimos poderes paranormales, como si fuesen un chamán o un brujo de la tribu. Algún usuario de nuestro sistema sanitario, harto ya de dar vueltas por circuitos y después de haberse sometido a mil pruebas, cuando llega ante su médico y éste le pregunta: «¿Qué le pasa?», el paciente, que a esa altura de la película ha perdido toda la paciencia, le contesta ni corto ni perezoso y cierto aire desafiante: «¡Pues usted sabrá!».

Lo que no saben algunos es que cada vez son más las mujeres que se dedican a la medicina y que actualmente son más alumnas que alumnos en las aulas de nuestras facultades. La imagen del hombre médico acompañado de la mujer enfermera está muy arraigada en nuestra memoria social. Así, alguna doctora ha podido comprobar que tras pasar consulta y dar una extensa explicación sobre los síntomas, tratamiento,... algunos pacientes le contestan: «Y bueno, el médico ¿cuándo viene?». ¡Ay! esto también duele.

… y también ternura

Y nuestro paso por los hospitales también dejan algún momento para la ternura. Una doctora narra el caso de una abuelita de unos 80 años con una fractura de cadera que entró en quirófano sin consentir que le quitasen el pañuelo negro de la cabeza. Tras el ruego del personal de quirófano para que se lo quitase, la señora explicó que se lo había puesto cuando su marido murió y no se lo había quitado desde entonces para nada. La doctora se emociona al recordar que la decisión fue que «la operamos con su pañuelo negro en su cabecita».

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