Ver fotos
Dos centenares de personas homenajean a Lorca, el rector Salvador Vila y la 'boticaria roja'
Las asociaciones de la memoria pidieron ayer una señalética cultural para el 'último paseo' de Lorca y un Centro de Interpretación en Víznar
JOSÉ ANTONIO MUÑOZ
VÍZNAR
Jueves, 17 de agosto 2017, 01:21
El sol crepuscular de agosto calentó 'el último paseo' de los condenados, itinerario revivido por dos centenares de personas entre la colonia de Víznar y ... el barranco donde reposan los restos de buena parte de los represaliados en Granada durante los primeros meses de la Guerra Civil. Ayer era el día para recordar, antes del homenaje 'oficial' a la figura de Lorca y a las víctimas coetáneas, que tendrá lugar esta noche en el mismo monolito ante el que se congregaron quienes tienen miedo de que, dentro de 19 años, cuando se cumpla un siglo desde los 'paseos' de aquel infausto 1936, las zonas donde se encuentran enterrados antepasados y amigos pasen a ser un sitio arqueológico en el que sea muy difícil remover la tierra. La misma sobre la que ayer descansaba una gran cruz de piedra repleta de flores. La misma sobre la que, para animar el de por sí caldeado ambiente, se entonaban cantos como 'La Internacional', el 'Himno de Riego' o el 'Himno de Andalucía' al acordeón de Javier Cuesta.
Al margen del propio poeta, siempre presente, era el día para homenajear a dos personas muy significadas en los primeros meses de la contienda, y que hicieron su último trayecto entre la colonia y el barranco. La primera, Milagro Almenara, la 'boticaria roja'. Sus familiares leyeron una carta dirigida a quien en su día regentara, por poco tiempo, la antigua farmacia de los jesuitas, en la calle Cobertizo de la Botica, 1, en pleno barrio del Realejo.
Almenara respondía a todos los atributos comunes que la hicieron acreedora de aquel paseo de madrugada: feminista, inteligente -fue la cuarta mujer que se licenció en Farmacia en Granada, según recordaron-, y con una historia familiar prototípica del pasado siglo: hija natural de un prohombre que nunca la reconoció y de una criada. Todos le dificultaron abrirse camino, y todos afilaron sus cuchillos para esquilmar su farmacia apenas la asesinaron. Entre ellos, según se recordó en el acto, algunos apellidos ilustres de la ciudad.
Una víctima más de quienes Lorca calificó como «la peor burguesía de España», marcada por ser «de Izquierda Republicana» según el expediente que se le instruyó y que condujo a su asesinato, donde eminentes miembros de la sociedad con quienes había colaborado dijeron «haber oído» que era «mala persona». Murió el 2 de noviembre.
El amigo de Unamuno
Otro caso fue el de Salvador Vila, rector de la Universidad en los primeros días de la Guerra, de vacaciones en Salamanca cuando se produjo la asonada militar, y por quien intercedió ante Franco, en vano, Miguel de Unamuno, antes de caer él mismo en desgracia. Catedrático con tan solo 29 años, casado con Gerda Leimdörfer, una alemana de padres judíos -su progenitor fue uno de los periodistas más influyentes de la Alemania prehitleriana- huidos de la Gestapo, fue detenido en Salamanca el 6 de octubre de 1936, trasladado a Granada y fusilado el 22 del mismo mes. Su biógrafa, Mercedes del Amo, hizo su recordatorio, y la escritora Antonina Rodrigo rememoró a su vez aquel vecindario del Realejo en el que también moraba Agustina González, la zapatera prodigiosa de Lorca.
Es cierto que los homenajes son continuos, y que la concurrencia es numerosa. Pero también lo es, según afirmó ayer el periodista Francisco Vigueras, portavoz de la Asociación Verdad, Justicia y Reparación, que no se es muy proclive a remover la tierra. Entre las reivindicaciones de los memorialistas está la creación de un itinerario cultural e histórico que recuerde que el camino recorrido ayer fue el último de Federico, y de tantas personas -no se sabe cuántas-, que desaparecieron entre una nube de humo y pólvora. Y también un Centro de Interpretación en la colonia de Víznar que ofrezca una versión histórica veraz y concienzuda de esos hechos que, de no ser por marchas como la de ayer, caerían en el olvido.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión