Francisco Ibáñez posa en la Casa Acícula, diseñada para unos clientes que buscaban contacto con el entorno y aislamiento. RAMÓN L. PÉREZ

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La casa de los siete patios de la Vega de Íllora

Todas las estancias de la impresionante Casa Acícula, diseñada por el granadino Francisco Ibáñez, mutan con el paso de las horas al penetrar la luz por los cuatro puntos cardinales

Jorge Pastor

Granada

Jueves, 11 de mayo 2023, 00:16

Los clientes pidieron a Francisco que les diseñara un hogar que mantuviera una relación directa con el entorno, una parcela donde había pinos, y que ... estuviera lo suficientemente 'escondido' para garantizar su seguridad. Y así fue como el bueno de Francisco se encerró en su estudio para hacer un primer croquis. Sobre esta idea planteó otra, y sobre esta otra, y sobre esta otra... y así 'hasta el infinito y más allá'. «Pues bien, después de pintar cuatro cientos folios de bocetos, al final me quedé con el inicial». Entonces fue cuando Francisco sacó de su chistera de arquitecto la Casa Acícula, una impresionante vivienda situada en la Vega de Íllora donde la luz, que penetra en todas las habitaciones por los cuatro puntos cardinales, es la gran protagonista.

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Francisco se apellida Ibáñez y se ha convertido, desde la absoluta discreción –no tiene ni página web–, en uno de los grandes referentes de la arquitectura en España en los últimos decenios.Tanto es así que hace unos años obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura por su trabajo en los Baños Árabes de Baza.

Las típicas rejas andaluzas se trasladan como celosías al techo de los patios para jugar con las sombras. RAMÓN L. PÉREZ

Pero volvamos a la Casa Acícula, situada en un lugar indeterminado de la prolífica Vega de Íllora. Un lugar donde, en unas pocas cuadras de terreno, encontramos construcciones palaciegas, fábricas, caseríos, gallineros y naves agrícolas.Un paisaje forjado durante los últimos doscientos años y que se podría definir con una sola palabra: ecléctico. Por eso, una vivienda contemporánea como la pergeñada por Francisco Ibáñez, cuyo recinto está delimitado por unas modestas vallas metálicas, no solo no desentona, sino que incluso aporta. «Un testimonio del momento actual».

Dentro fuera, fuera dentro. RAMÓN L. PÉREZ

El planteamiento de partida de Francisco Ibáñez es tan sencillo como original. Aprovechar las hileras de pinos, plantados a una distancia de tres metros los unos de los otros, para dividir el solar de 2000 metros cuadrados en once 'paratas'.En las primeras, dispuestas a modo de terrazas, hay olivos centenarios, frutales y un espacio que se adapta a las necesidades de cada momento. Ahora mismo, una espléndida canasta para que los chavales jueguen al basket.

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Juego de volúmenes. RAMÓN L. PÉREZ

La parte habitada empieza en el porche que colinda con una piscina desbordante. Ni una gota se derrocha. Toda se reutiliza. La lluvia se almacena en una alberca y posteriormente se emplea para acometer labores de riego. Este caudal natural, procedente de las nubes, pasa por una serie de estanques que se retroalimentan por decantación. Los peces nadan en ellos. De esta forma, el agua gana nutrientes para las áreas verdes y ajardinadas. De ahí hacia adentro, se dispone toda la parte privada, la zona de día y la de noche. Los viandantes no ven nada desde fuera y los habitantes pueden observarlo todo a través de cierres verticales de 'velos' de chapa micro perforada.

El agua de la lluvia se almacena en un aljibe para regar los jardines de Casa Acícula

El estrecho contacto con el exterior, explica Francisco Ibáñez, «se materializa alternando los siete patios, cuatro grandes y tres pequeños, y las estancias entre muros, de tal forma que los rayos del sol inciden por el norte, por el sur, por el este y por el oeste». «De esta forma –resume Francisco Ibáñez– los propietarios no solo tienen constancia del paso del tiempo a lo largo de todo el día, sino en el transcurso de las diferentes estaciones del año». Esta disposición también facilita la ventilación cruzada, tan necesaria para soportar los rigores climáticos del verano sin necesidad de encender el aire acondicionado.

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Celosías en el techo

Las tradicionales rejas andaluzas se convierten en celosías y se trasladan a los techos de los patios que, con el movimiento del sol, proyectan distintas sombras.Una sensación que se acrecienta con los reflejos de las pátinas acuáticas sobre las paredes –algo similar a lo que sucede en el patio de Comares de la Alhambra–. Una forma de dimensionar espacios más reducidos.

Escultura y paratas exteriores. RAMÓN L. PÉREZ

La Casa Acícula es una reinterpretación de la tradicional casa de la Vega, erigida entre tapiales paralelos con un eje central de pasillos enlazados. Estos zaguanes, que primigeniamente no tenían otra función que servir de transición, permiten diferentes usos por parte de los habitantes. Como espacio para el juego de los niños, por ejemplo.

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lLa casa Acícula está conectada con la naturaleza y la vez la integra. RAMÓN L. PÉREZ

Respecto al aprovechamiento energético, la Casa Acícula dispone de un suelo radiante de láminas de plástico con carbono que eleva la temperatura. El sistema está eventualmente desactivado hasta la próxima instalación de un huerto de placas solares. Mientras tanto, los espacios se calientan con chimeneas y estufas de biomasa –los tubos ejercen como radiadores–.

El agua, en el ADN de Casa Acícula. RAMÓN L. PÉREZ

Dijo el gran Antoni Gaudí que «la arquitectura es la ordenación de la luz». Eso es la Casa Batlló y también la Casa Acícula que hay en algún lugar de la Vega de Íllora.

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