«El cante gitano no tiene minutos»
Juana la de 'el Pipa' ofreció el sábado en el Palacio de Quinta Alegre un breve recorrido por los cantes de Jerez de la mano de una de sus artistas más genuinas
Jorge F. Bustos
Lunes, 1 de mayo 2023, 00:33
Cuando Juana la de 'el Pipa' acabó su actuación en el Palacio de Quinta Alegre este sábado, dentro del ciclo El arte de la Abadía, ... alguien de la organización le indicó que aún le quedaban diez minutos. Ella, indignada, se dirigió al público y, después de una somera explicación, aclaró que: «El cante gitano no tiene minutos», continuando con una letrilla más de bulerías. Viendo no obstante que aún no había cubierto el tiempo esperado, contó una anécdota de su vida, de cuando cantó por primera vez delante de sus padres, nada festero, sino una soleá, se deshicieron en lágrimas. Añadiendo a los postres un poquito más por bulerías.
A sus 75 años, Juana la de 'el Pipa' es una señora del flamenco, esa mujer imprescindible que hay que ver en directo, con una voz recia, jerezana, aguardentosa… Venía acompañada por el guitarrista certero, brillante, de Miguel Salado, muy de su tierra, aunque enriquecido con el toque de Morón y de otros puntos occidentales. También, arropada a las palmas —imprescindibles en el cante de Jerez—, venía (por primera vez en un escenario) su nieta Juana Fernández y su nuera Sile Junquera, que al final se dieron una pataílla.
Juana se templó por soleá, haciendo las delicias de un público entregado. En mitad de los tangos se puso en pie y los acompañó con un poquito de baile y el vuelo de su bata abierta de seda con grandes lunares blancos. Continuó por seguiriyas gitanas y terminó por bulerías, también a boca de escenario y acompañadas de baile, como debe ser. Y aquí el episodio narrado al principio de esta crónica, cantando por segunda vez la coda de: «Adiós, se va la Juana, se va la Juana».
Moisés Navarro 'el Charro'
La segunda parte de la noche no desmereció. Se trataba del baile gitano, telúrico, de Moisés Navarro 'el Charro'. A Moisés lo envolvía el cante de dos de nuestros mejores representantes, Sergio 'el Colorao' y Juan Ángel Tirado, que hicieron continuos juegos de voces, entendiéndose de maravilla (aunque a veces el grito desencajado traicionara ese encuentro). A la guitarra, brillante en su juventud, nos sorprendió David de Ana.
Un artista no necesita papel ni corona, un artista se muestra nada más salir al escenario, adoptar una pose y dejarse llevar por la música y el ambiente. Con grandes dosis de improvisación, El Charro, como transido, rasgó la noche por seguiriyas. Una rueda por tonás, en la que se imbricaban las voces de los cantaores, conformó la salida y el éxtasis. Pronto la seguiriya pasó a bulería, donde el bailaor malagueño, con un compás encomiable, iba marcando los momentos y rematando los desplantes a la manera de Canales. Un solo de guitarra dio paso a los tangos, bailados con fiereza gitana por Fátima Navarro, hermana del bailaor, constató que el arrebato es de familia. Tangos que comenzaron en una silla (con tanta fuerza que la partió) y culminó abrazada por su hermano, con el que hizo un teatral mutis, a la manera de Juan Andrés.
Curiosamente la pieza final llegó también por seguiriyas, pero muy distintas que las primeras. Moisés, con palillos en las manos, marcaba el compás con el respetable ya hipnotizado. Para el final, su cuadro fue abandonando las tablas para dejarlo solo rubricando el silencio con un ligero zapateado y apagando poco a poco el latido de las castañuelas.
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