Edición

Borrar
Imagen de la actriz Blanca Portillo tomada el pasado mes de enero, antes de que estallara la pandemia en España. Jordi Alemany
Blanca Portillo: «No voy a dejar que el miedo me impida vivir»

Blanca Portillo: «No voy a dejar que el miedo me impida vivir»

La actriz habla por vez primera sobre su experiencia del confinamiento y el caudal de emociones y pensamientos que la han mantenido en vilo. «No soy nada sin los demás», reconoce

antonio arco

Domingo, 31 de mayo 2020, 07:14

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Madrileña nacida en 1963, con una carrera plagada de retos y de éxitos en el teatro, y el apoyo de grandes audiencias respaldando sus trabajos en televisión, Blanca Portillo, garantía de trabajo bien hecho y amante de la soledad, confía en poder volver algún día a retomar la gira de 'Mrs. Dalloway', el montaje basado en el aclamado personaje de Virginia Woolf que esperan con expectación miles de espectadores en España y en otros países. Una cosa les digo: ni bebe vodka, ni contempla la idea de dejar de fumar.

- ¿Se aficionó al vodka o terminó odiándolo?

- (Risas) ¿Por qué lo dice?

- La recuerdo en la obra 'Afterplay', de Brian Friel, dándole a la botella mano a mano con Helio Pedregal. Memorable.

- ¡Qué maravillosa función! No, nada de aficionarme; no suelo beber otra cosa que no sea cerveza o vino, pero reconozco que el vodka, que es una bebida muy particular, en el escenario me ha acompañado a lo largo del tiempo, porque también hice 'Eslavos' (de Tony Kushner), con personajes que lo bebían a lo loco.

- ¿Por qué le gusta volver a leer el teatro de Chéjov?

- Estamos muy acostumbrados a escuchar lo que los personajes piensan, y los suyos nunca dicen lo que piensan. En Chéjov se da esta particularidad tan singular: lo importante de sus personajes es lo que no dicen. Siempre hay una capa externa que oculta sus verdaderos sentimientos y pensamientos, y solo dejan aflorar pequeñas pinceladas; también se dan grandes silencios entre ellos. Otra cosa que me interesa de ellos es que se ríen mucho de sí mismos. Creo que somos muy parecidos a los personajes de Chéjov, ya que casi nunca decimos lo que de verdad pensamos y porque nuestras verdaderas emociones y sentimientos se quedan ahí abajo.

- ¿Le parece que hablamos demasiado?

- Sí, a veces muchísimo más de lo necesario. De hecho, le tengo que confesar que yo tenía mis reservas con esta entrevista; no he hablado nada en todo este tiempo, y tengo un cierto temor... Creo que no es tiempo de hablar mucho, sino de guardar silencio.

- ¿Y de qué sí es tiempo?

- De ponerse en la piel del otro; hacerlo así es el modo de darte cuenta de que no estás solo, de que hay mucha gente que lo pasa mal, y de que tu pena no es la pena universal. Hay muchas penas y muchos dolores, y se pueden compartir y sobrellevarse mejor, pero para eso hay que escucharse.

- ¿Qué huella dejó en usted 'El cartógrafo', obra de Juan Mayorga sobre el horror del Holocausto y la necesidad de no olvidar, de mantener viva la memoria?

- Me reafirmo en esta convicción: hay que recordar para no repetir los errores. Pero estamos empeñados no solo en no recordar, sino también en borrar el pasado, en hacer como que las cosas no han ocurrido. Esta obra no solo habla de los hechos históricos que vamos dejando atrás como si no hubiesen ocurrido, y de los que no aprendemos demasiado, sino también de cómo hacemos lo mismo con nuestra propia vida: intentar borrar cosas y hacer como que no han pasado. Y eso es un gran error, porque somos el producto de lo que nos ocurre, y si nos olvidamos de ello, difícilmente avanzaremos. Hay gente que le tiene miedo al recuerdo, a la memoria, y que te dice que hay que hacer borrón y cuenta nueva; pero eso, para empezar, es imposible porque las huellas y las cicatrices están ahí, y lo que hay que hacer es aprender a convivir con ellas, recordarlas igual que hacemos con las personas queridas que se nos van, ¿o acaso las olvidamos? No se trata de vivir en el pasado, pero sí de ser conscientes de que cada cosa que hemos vivido nos deja una huella, una señal, una cicatriz...; hay que convivir con esas compañías. En estos tiempos también estamos viendo eso: querer hacer como que no ha ocurrido nada. Es cierto también que no es agradable recordar lo mal que lo hicimos, y que tendemos a justificarnos antes que a reconocer nuestro error.

Una misión

- ¿Alguna idea de por qué somos tan cabezotas, tan persistentes tanto en la ambición desmedida como en la violencia?

- Esta profesión me ha permitido ponerme en el lugar de mucha gente, algo que no solemos hacer. Y eso es muy bueno porque te vas dando cuenta de muchas cosas que tienen que ver con lo misterioso que resulta el ser humano; entre otras, de que lo del aprendizaje para vivir es una cuestión muy personal. Por ejemplo, nadie nos puede enseñar a pensar si no queremos pensar; y de verdad que creo que, de alguna manera, la gente que nos dedicamos al campo de la cultura tenemos esta especie de misión de despertar el deseo de pensar, de ser críticos, de ser nosotros mismos. Eso es lo que yo he aprendido, que mi misión es intentar que la gente se ponga en el lugar de otros, que escuchen a otros y que saquen un aprendizaje de ello. Nunca he entendido mi profesión como un entretenimiento nada más; creo que nuestro trabajo es más delicado, más sutil, incluso podría decirse que más sublime: se trata de ayudar a cada persona a conectar consigo misma y con los otros. ¿Por qué no aprendemos? Porque no es nada fácil, y porque lo que nos hace daño, lo que nos molesta, no queremos verlo. Pero hay que enfrentarse a la realidad y hay que ser mejor persona. A lo mejor suena un poco naif, pero creo que ser mejor persona es un deber que tenemos, y eso significa no hacer daño al otro, intentar entenderlo, no dar nada por hecho y no tener pensamientos inmovilistas. Y todo eso tiene que ver con la escucha, que precisa que se mantenga el silencio.

«Ahora hablamosde incertidumbre como si nos sorprendiese su existencia»

el futuro

«Estoy hipersensible, he llorado como no lo hacía desde hace muchísimo tiempo»

las muertes

«La gente se ha dado cuenta durante el encierro de que la cultura es necesaria en sus vidas»

la cuarentena

- Mucho me parece que pide...

- ... (risas) Encima, es una putada no tener demasiados buenos referentes (en la esfera pública) en los que fijarnos. Una putada, con perdón, que no ayuda nada.

- Mucha gente echa de menos ir al teatro, a conciertos, a conferencias, al cine... Dijo usted no hace mucho sobre su gremio: «No es cierto que seamos una panda de subvencionados que viven tumbados al sol». Se les echa de menos, sí.

- Lo más interesante es que la gente no solo se ha dado cuenta de que la cultura es útil, sino de que es necesaria en sus vidas. Se han dado cuenta de que la cultura es un lugar beneficioso para el alma, para el pensamiento, para nuestro sistema emocional, para sobrevivir. La cultura es un bien de primera necesidad, y nuestro trabajo también lo es de primera necesidad. La gente ha consumido cultura, se ha sentido acompañada por ella.

Cultura y política

- ¿Teme que la cultura se coloque a la cola de las prioridades a las que atender?

- Claro, me preocupa que se coloque siempre en último lugar porque creo que eso no es justo, no es de ley. Pero lo cierto es que no tengo memoria, en ningún momento de mis 56 años de vida, de haber oído nunca un mensaje, desde el mundo de la política, colocando a la cultura en un lugar prioritario. Nunca ha habido un político que, por ejemplo en un debate, haya dado un golpe sobre la mesa y dejado muy claro que si no cuidamos la educación y la cultura no avanzaremos nunca como sociedad. El avance social depende del avance individual; debemos ser mucho más exigentes con los políticos, pero también con nosotros mismos. Por ahora, a ellos les dejamos hacer lo que quieren y decir los que les parece, por muy irresponsable que sea lo que hacen y lo que dicen, sin castigarles por ello.

- Usted, que hizo historia dando vida al príncipe Hamlet, ¿cómo anda de certezas?

- Muy escasa. ¿Se ha fijado? Hablamos mucho de incertidumbre, en este tiempo, como si se tratase de una palabra nueva. Escucho mucho decir que lo preocupante es toda esta gran incertidumbre con la que vamos a tener que vivir. ¿Y cuándo hemos vivido en la certidumbre? No hay ninguna certeza de nada, lo único que sabemos con total seguridad es que nos vamos a morir. Pero ahora hablamos y hablamos de incertidumbre como si nos sorprendiese su existencia. '¡Es que no sabemos lo que va a pasar!', dice mucha gente. ¿Y cuándo lo hemos sabido? Yo vivo sin saber qué va a pasar mañana. Da vértigo, claro que sí, pero es lo que hay. También escucho decir 'esto va a cambiar', 'esto se va a arreglar', 'aquel está equivocado', 'yo estoy en lo cierto'...; yo no tengo ninguna certeza, vivo en la duda permanente, y la incertidumbre no es nada nuevo para mí. Convive con nosotros todo el tiempo. Podías tener trabajo un día, pero al siguiente te despedían y se acabó; nunca sabemos cuándo perderemos a un ser querido, ni si nos dará un ictus y ya no podremos hablar, o movernos o pensar. De repente, la palabra incertidumbre se ha puesto de moda, cuando siempre ha estado muy presente. Tengo claro que tenemos que convivir con ella, y que necesitamos silencio para escuchar y para escucharnos.

«Es una putada no tener demasiados buenos referentes en los que fijarnos»

los políticos

«España no es ni más ni menos absurda que otros lugares»

la sociedad

«Mi misión es intentar que la gente se ponga en el lugar de otros»

su trabajo

- ¿Qué ha descubierto sobre usted misma?

- Siempre he dicho que soy una persona que vive muy a gusto sola, pero a veces lo he dudado. Este tiempo me ha enseñado que sí, que yo amo la soledad. Para mí no ha supuesto algo terrible el hecho de estar sola, lo que no quita para que haya sentido mucho dolor al pensar en los demás. He descubierto que solos no hacemos nada, que no soy nada sin los demás, sin mi gente, sin mis vecinos, sin los políticos, que no somos nada los unos sin los otros. Formamos parte de un todo, y hay que compartir, estar ahí, dialogar.

- ¿Han sido semanas de mucha emoción?

- He vivido durante este tiempo, y sigo en ello, en un estado de emoción permanente. Estoy hipersensible, y sobre todo durante este confinamiento tan riguroso que hemos tenido, he llorado como no lo hacía desde hace muchísimo tiempo. Se me ha puesto la piel de gallina muchísimas veces, sobre todo con las pérdidas humanas, con los que se han ido; eso me ha pegado muy fuerte, porque es un dolor tremendo. No he dejado de pensar en ningún momento en cada persona que ha fallecido y en las gentes que han sufrido a su alrededor. Cada persona tiene un eco, una repercusión, en tanta gente...; las muertes me han perturbado mucho. Y por eso me inquieta que, como hablábamos antes, no aprendiésemos nada de todo esto.

- ¿Con nuestro país está en paz?

- No me atrevería a decir que mi relación con mi país es negativa, porque yo misma me obligo a no serlo. En general, siempre quiero ser positiva, y pensar que todo es mejorable y que hay más belleza que horror, pero también en esto tengo dudas. No convivo con felicidad con mi propio país, ni con el mundo en general. Miremos hacia fuera: España no es ni más ni menos absurda que otros lugares, y los españoles no somos ni más, ni menos absurdos que otros. ¿Hay sociedades más avanzadas? Pues no lo sé.

«No vivimos del aire»

- ¿Se retomará la gira de 'Mrs. Dalloway'?

- Espero que sí. Nos ha pasado lo que a mucha otra gente con sus trabajos, que los hemos perdido. Porque los artistas trabajamos como todo el mundo, y como todo el mundo también tenemos derecho a cobrar por ello; no vivimos del aire. Ha sido muy doloroso, porque nos quedaban dos meses de gira maravillosos, por España y otros países. Ahí estamos: en la línea de salida, dispuestos a retomarla en cuanto sea posible.

- ¿Qué le engancha de este personaje creado por Virginia Woolf?

- Lo que esta mujer tiene de fascinante para mí es que escucha sus propios pensamientos, reconoce sus errores y no responsabiliza a nadie de ellos. Asume su propia responsabilidad y trata de hacer las cosas lo mejor que puede, y eso ya es mucho. Yo sueño con el momento en el que pueda volver a subirme con ella a los escenarios.

- ¿Ha intentado dejar de fumar?

- No lo intento, pero soy consciente de que fumar es tremendo. Antes decía que algún vicio tenía que tener, pero ahora digo 'tengo este vicio y es un problemón'.

- ¿Qué no hará usted?

- Dejar que el miedo me impida vivir. Hay que agarrar el escudo y la lanza y salir a la calle a vivir lo que nos quede. En mi caso, no sé si un día, un año o veinticinco. Bienvenido sea el tiempo que me quede, entre otras cosas para leer, que es algo que siempre me ha salvado la vida.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios