Un momento de la tragedia en el teatro Isabel la Católica. Ramón L. Pérez

Antígona: Dolor de mujer tras las alambradas

Crítica ·

La compañía Corral del Carbón celebra el Día Mundial del Teatro con una obra mayor en el Isabel la Católica

Andrés Molinari

Sábado, 27 de marzo 2021, 00:26

Enterrarlos o no enterrarlos, esa es la cuestión. Nuestra relación con los muertos araña más nuestras entrañas que el soliloquio shakesperiano de cada uno de ... nosotros con el Creonte que llevamos dentro. Por eso volver a Sófocles es deleitarse con los monólogos prietos de verbo y preñados de enjundia, escarbar la tierra en busca de los orígenes del teatro que es el único espejo sin mentira y, a la postre, encontrar las raíces de la condición humana y de los iones que la nutren desde hace más de veinte siglos.

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La compañía Corral del Carbón celebra el Día Mundial del Teatro con una obra mayor y la propuesta ennoblece a sus componentes y satisface a la ciudad, por contar con un grupo de aficionados tan entregado y tenaz. Antígona es palabra que aparece escrita en griego sobre el fondo de la escena y esas letras del tiempo de Pitágoras nos recuerdan que aquel nombre de mujer significa, 'la que nunca se arrodilla'. Todos han puesto en pie una tragedia con argumento antiguo pero con evidentes referencias al actual Oriente Medio, con sus alambradas a piel de foro, junto a piedras blancas para la lapidación. Una de las muchas y buenas ideas que arropan este montaje brioso y bien trabado. El serpenteo del alambre de espino contrasta, para bien, con los prismas sin ventanas que definen la ciudad indefensa y el palacio del ofensor. Las luces parpadean bien, el vestuario oscila de negro fúnebre al paño rojo no menos simbólico, el sonido nunca distrae y las proyecciones de muro o de desierto brillan por su mesura.

A pesar de condenar al coro a la mudez, la dirección acierta en el ritmo y complace sobremanera en los hallazgos estatuarios, destacando esa 'piedad' del final que nos recuerda las angustias de la semana que viene. Pero la obra brilla sobre todo por la magnífica interpretación de Alicia Berdonés, calculando poses, matizando gestos, gritando lo justo y mimando sus mutis. A su lado Rosa Jódar sobreactuando lo justo para que no olvidemos que ojeamos una tragedia griega, que nos hace viajar por todo el dolor de mujer alrededor del mediterráneo. Dos joyas de la compañía que se engastan entre veteranos que rayan alto en sus instantes en escena y jóvenes que son algo más que una promesa.

Si el poder y el dolor son hermanos siameses, es otro acierto taracear ambos sentimientos en cuerpos de mujer.

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