Crítica de teatro

Las más divertidas rebajas de enero

Andrés Molinari

Martes, 16 de enero 2024, 09:05

La coincidencia se divierte con estas cosas: una comedia que tiene como tras-argumento las rebajas, llega a Granada en plena campaña de enero. El ... Teatro Alhambra la acoge para encarar, con la sala a rebosar, la cuesta inicial del año. Es una bufonada, más para reír que para pensar, en la que Juan Cavestany, autor del guión y director de la función, deambula, un tanto caótico, entre el teatro del absurdo, la violencia de vaivén y el dúo de payasos con sus descacharrantes diálogos.

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La construcción dramática calca los tiempos verbales, es decir, se habla de un pasado reciente: el tumulto de las rebajas en las que un traje azul turquesa fue motivo de agresión y sirve para denominar la comedia, un presente conjugado por dos hombres encerrados en el desván gris de unos grandes almacenes, y un futuro que divierte al respetable preguntándose qué va a pasar ahora. Para talabartear la hora y media de presente, los dos hombres encerrados gritan, se exasperan, se agarran, de acarician, y juegan a ese recurso teatral que nunca falla: el que ejerce de fuerte, torna a ser el débil y el que comienza domeñado, se crece zahiriendo a su oponente. Con estos mimbres la evasión es la reina: la desea el encerrado y la consigue para nosotros la compañía Producciones Off, Vania, Carallada!

El ingenio derrochado en el argumento no consigue la guinda en su final, que resulta un punto decepcionante y algo chusco, como le suele ocurrir a muchos guionistas cuando el histrionismo les crece en las manos y la meta se les oscurece antes de la palabra fin. Una obra con tintes de Jardiel pero sin un final a su nivel. Sin embargo los aplausos, al final, atronan, porque el ritmo es preciso, unas veces contenido y otras trepidante. No se abusa de los personajes invisibles, como los que suponemos al otro lado del móvil. El decorado es perfecto. Y la actuación de Javier Gutiérrez y de Luis Bermejo es impecable, entregada, unas veces rozando el ridículo y otras colmada de ternura. La frecuentísima sobreactuación de ambos le sienta bien a ese matiz de clásicos payasos que aseguran nuestra risa.

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