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JUAN JESÚS GARCÍA

Esto fue todo (o no) amigos

Miguel Ríos volvió a Granada para decir 'Bye Bye Simphonic Ríos'

JUAN JESÚS GARCÍA

GRANADA

Sábado, 15 de diciembre 2018, 01:47

Contaba Miguel Ríos en sus memorias que su madre le dijo tras ver a Antonio Machín ya mayor en el teatro Isabel: «Niño, no te ... vayas a hacer viejo en un escenario que no hay nada más feo que un viejo en un escenario». En la actualidad Miguel supera en casi diez años los que tenía el cubano/sevillano aquella noche, como también tiene diez menos que cuando B.B.King puso al público de pie en el último Tabacoblues. Nada más relativo que la edad en las cosas de la música, y más en directo. ¡Qué circuitos cerebrales activará esa realimentación monstruosa de miles de personas aplaudiendo para que sea imposible prescindir del escenario!

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Y aunque Miguel Ríos ha cuidado mucho su trabajo impreso, con trabajadísimas grabaciones multinacionales y un celo profesional exhaustivo, es de cara al público donde siempre ha superado lo grabado (también en presente: ¡supera!). No hace falta recordar que fue el primero en montar giras y festivales organizados ('Conciertos de rock y amor', 'Noche roja'...), también de atraer patrocinadores a esta escena, de insistir en la alta calidad técnica del producto, y, desde luego ha sido un maestro dándole vueltas a un cancionero desde todas las formas imaginables, sea con una Big Band, haciendo duetos con ectoplasmas tridimensionales, en acústico, en eléctrico, en medio pensionista... y ahora con una orquesta clásica.

En el aire queda cómo hubiera pensado Waldo de los Ríos los arreglos para este proyecto, tal vez muy parecidos a los que anoche sonaron en un Palacio de Deportes lleno de paisanos y afecto. Mucho. Calidez humana tan protagonista como la profesional, en una espiral de cariño que se podía tocar físicamente, y excepcional en una 'Graná' que afortunadamente ya no es la que fue, y se alegra solidariamente del éxito ajeno (un recuerdo cariñoso aquí para Martínmorales y la ácida viñeta que le dedicó al respecto en los tiempos del Rock&Ríos).

Pero Miguel Ríos es rock and roll, con violines y fagots o sin ellos, y cuando José Nortes pulsa el botón de 'start' de Los Black Betty Boys, la sesión comienza. Los arreglos pensados por entre oytros Josep Mas 'Kitflus' y Joan Albert Amargós (veamos: ¡Iceberg y Música Urbana!) para los BBB (Nortes, Daniel Griffin, Javier Saiz y Luis Prado 'Sr Mostaza') y los cincuenta músicos de la UO dirigidos por Carlos Checa, redimensionan hasta el gigantismo un repertorio archisabido, disparando las cotas dramatismo en una mezcla proteica en la que cuerda y banda eléctrica surfean al mismo nivel de presión.

A partir de una obertura en plan medley tipo James Last, arrancó con su 'Memoria de la carretera', declaración de intenciones de cuando eran estrechas y llenas Barreiros y accidentes, hasta las actuales autopistas saturadas de radares. Toda una vida, la suya y la de los de enfrente. Dos horas largas a pleno pulmón hasta que el cuerpo aguante, con pausa para desbeber obligatoria.

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«Buenas noches bienvenidos hijos de rock and roll», sirvió para eso, claro que los hijos de entonces son ya padres y abuelos; y no hubo muchos nietos, que ellos prefieren el Trap. Sin embargo el oficiante sigue exactamente igual, acalambrado y con un rictus entre la tensión y la sonrisa, plantado en medio del escenario, de negro celebrante y con costuras de acero para que el monstruo del rock and roll que lleva dentro no le reviente la sisas.

Su concierto fue una fiesta compartida con sus paisanos por los meandros de la vida, en los que en cada curva siempre aparecía alguna canción suya, hasta juntar tantas que su apellido adquiere proporciones amazónicas: 'No estás sola', 'El blues del autobús', 'En la frontera', 'Directo al corazón, 'Reina de la noche', 'El Río', 'Todo a pulmón', 'El blues del autobús', (muchas baladas, sí, que siempre fue un intenso baladista)... Canciones que son ya propiedad sentimental del gentío y que comparte cantando con la alegría colectiva de estar todos aún por aquí.

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Y es de agradecer que no todo el libreto sea de las canciones preceptivas, que como autor reclame atención hasta el último día (¿?) para piezas de popularidad menor pero que para él tienen gran peso especifico y que han significado mucho en sus etapas más sombreadas en el tobogán que ha sido su vida artística de medio siglo y más: pongamos como ejemplo a 'Boabdil el chico', 'Sueño espacial' o 'Antinuclear', estampas sonoras, que con sus ocasionales explicaciones destacan a la persona sobre el personaje.

Como no podía ser menos, jugando en casa y con un equipo de siete mil personas todos a una, se mostró muy comunicativo y dicharachero, feliz, incluso emocionado a pesar de haber dado ya varias vuelta a su contador de conciertos; incisivo y reivindicativo, haciendo de su suelto verbo un importante añadido en su diálogo con el público... fuese pidiendo excusas o haciendo bromas sobre los asuntos prostáticos. Recordó aquella noche de verano cuando instaló una pantalla en la antigua cárcel para que los reclusos siguieran su festival, y no calló ante la triste vigencia de alguna de sus canciones:»Algunos países quieren blindarse desentendiéndose de la injusticia que ellos mismos ayudaron a crear», en referencia al drama mediterráneo de la inmigración.

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Para el final de los finales (o no) se guardó cartas marcadas como 'Santa Lucía', 'El himno de la alegría' o su mítico 'Vuelvo a Granada' (¡que, ya puede hacer en tren de nuevo!), que debieron sonar cuando por el cierre de edición se escribían estas líneas, Material sensible que apuntaba a la euforia colectiva, la ovación absoluta y no pocas lágrimas. Todo un titán del espectáculo que se va. Que «se está quitando» dice ('ya solo se pone de vez en cuando', que dice la canción), pero no se lo crean, recuerden a B.B. King, hechos de una madera los dos de la que ya no queda.

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