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Padules se 'desangra'

La vendimia, una fiesta que sirve para sacar el fruto de las viñas del Andarax | La Bodega Barea Granados permite ver, de primera mano, un ritual tradicional cuando la uva madura, tras un proceso que dura entre tres y cuatro años

JUANJO AGUILERA

PADULES

Domingo, 22 de septiembre 2019, 15:52

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Padules sana con el alcohol del vino. El municipio almeriense enclavado en la comarca de la Alpujarra baña sus tierras con agua del Andarax, pero también con las del buen vino de producciones tradicionales que sacan el mejor partido a sus viñedos. En el siglo XIX se produce una transformación en la zona. Desaparecen los cultivos especializados y se introduce el cultivo de la uva de Ohanes, producto que caracterizaría a la zona. Sin embargo, la política del arranque del parral, debido a los bajos precios, en muchos casos con la ayuda de la Unión Europea, obliga a reinventarse para subsistir, con atractivos 'añadidos' a la oferta vinícola.

La Bodega Barea Granados fue una de las que se reinventó, que no tiró la uva. De hecho, aún conserva parrales, pero optó por poner viñedos y regar su entorno, o el de Almería, porque sus vinos se venden en la provincia de forma casi exclusiva. La idea lleva ya quince años con muy buenos resultados, aunque el nombre y lo de utilizar la uva para ganarse la vida surgió hace ya tres generaciones. Puesta en marcha por el abuelo Manuel Barea con cuatro o cinco hectáreas para la producción, es ahora el nieto del mismo nombre el que lleva el peso de un negocio que empezó con los viñedos a finales del siglo pasado, donde se trabaja con seis tipos de viñas:Melot, Sauvignon Blanc, Tempranillo, Viognier, Syrah y Albariño.

El avance de lo artesano

La vendimia se convierte en fiesta, sobre todo cuando la tradición se impone. Los costes quizás obliguen, aunque sin dejar de ser tradicionales, dejar a un lado algo de artesanal para el proceso de gestación de un vino con mucho predicamento con la utilización de «todos los medios más avanzados que existen, pero sí es una producción tradicional. La bodega está equipada para hacer los vinos que hoy se demandan en el mercado», explicaba Manolo Barea. La artesanía está impuesta cuando se recoge la uva de forma manual, con el esfuerzo, el precio que conlleva y el requerimiento de alta cualificación de quienes, tijera en mano, han esperado que pase el verano para la maduración de un fruto que ha ido enriqueciéndose en azúcar. Llegado a su punto óptimo de maduración, es el momento de recogerlo, pero sólo los racimos bien maduros y sanos y con cuidado de no dañar la cepa.

Tras recoger la vid, esta es trasladada a la propia bodega, que se encuentra en el corazón de Padules, donde prosigue un proceso que se inició tres o cuatro años antes y que terminará, una vez embotellado, entre ocho y doce meses después. «Se despalillan los racimos y pasan a las prensas». Con dos, el proceso de exprimir la uva pone en marcha otro proceso. «Se empieza a recoger para vinificarla y hacer el vino», en una labor basada en la rotación. Hay parcelas de viñedos que 'descansan' durante ese cuatrienio. «Los primeros vinos, que son los blancos, suelen estar no antes de Navidad, enero o febrero, si hiciese falta sacar una partida por falta de existencias del año anterior, no se hace antes. Aquí antes se decía que pasando viernes ya se podía beber el vino, pero realmente, cuando son estos volúmenes de tantos litros, necesita un tiempo de reposo. El tinto necesita más porque tienen que acoplarse más cosas. Tiene que hacer una segunda fermentación, que es la maloláctica que el vino blanco no lo hace. Los vinos jóvenes salen poco después, se pueden adelantar un poco más, pero los vinos ya con crianza dependen de la que se le dé en la barrica de roble, si es de seis meses, de ocho. Esos ocho meses más otros tantos en botella suelen salir con un año como mínimo después de pisarlo», relató Manolo Barea.

Imagen principal - Padules se 'desangra'
Imagen secundaria 1 - Padules se 'desangra'
Imagen secundaria 2 - Padules se 'desangra'

Así, del blanco utilizan la uva albariño y la viognier, con 12.000 o 15.000 botellas y similar número de tinto. «Es el vino que hacemos, todo producción propia de la que en Almería se queda el 90%. Hay clientes que lo piden desde fuera, pero al ser una pequeña producción está en Almería, se está tocando también, Granada, Málaga y Jaén a través de una red de comercio».

Familiar

Es una producción familiar y no artesanal porque «se utilizan todos los medios más avanzados que existen, pero sí es una producción tradicional. La bodega se inició «en 1998, que se plantaron algunas viñas, pero en 2003 sacamos el primer vino. Este vino va a ser el de 16 años». Equipada para hacer los vinos que hoy se demandan en el mercado, «difundimos la Bodega, la finca, a la que se pueden hacer visitas guiadas, y el restaurante, que abre los fines de semana, pero los vinos se venden casi directamente en la bodega y con una línea de reparto que tenemos, que abaratan el precio. Por cuantas más manos pase más caro es el producto».

Los resultados deparan la satisfacción de quienes la regentan. «Estamos contentos a pesar de que el mundo del vino es complicado, pero la producción que tenemos se está vendiendo bien y estamos contentos, trabajando en lo que nos gusta. No se puede pedir más».

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