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La obra se basa en una minuciosa investigación en los libros guardados en el archivo de la Capilla Real. Pepe Marín

El alma de los relicarios de la Capilla Real

Nuevo libro ·

El capellán mayor descubre uno de los grandes tesoros que guarda el templo, que «no es secreto, pero que sí está oculto» a los ojos defieles y de los turistas

Javier F. Barrera

Granada

Jueves, 24 de marzo 2022, 00:07

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Poco a poco, libro a libro, hoja a hoja, bajo la luz del flexo, junto al coro, el padre Manuel Reyes, capellán mayor de la Capilla Real de Granada, ha realizado una minuciosa investigación para redactar y publicar una nueva obra deliciosa, minuciosa, detallada y documentada que explica, una vez más, la importancia de la reina Isabel la Católica en su faceta espiritual.

Si en la primera entrega, titulada 'Piedad y belleza. Las tablas de devoción de Isabel la Católica', el padre Reyes lograba poner al descubierto la devoción de la reina Isabel;este segundo libro, titulado 'Esperar con los testigos', se centra en las reliquias de la reina Isabel y los maravillosos relicarios donde se guardan.

Si en el primer libro Manuel Reyes analiza la vida interior de la soberana a través de las pinturas ante las que rezó, conservadas en el museo de la propia Capilla Real; ahora Manuel Reyes describe el sentido y valor de las reliquias en la vida de la Iglesia desde los primeros tiempos, presenta la evolución que han tenido los relicarios y sus formas y recuerda el origen de las reliquias que pertenecieron a la reina Isabel y el lugar que ocuparon en su religiosidad. Descubre de esta forma que estas reliquias fueron objeto de devoción de la reina Isabel, mientras que los relicarios son posteriores en su mayoría.

El capellán mayor descubre uno de los grandes tesoros que guarda el templo, que «no es secreto, pero que sí está oculto» a los ojos de fieles y de los turistas, explica Manuel Reyes. De alguna forma, gracias a este nuevo libro, puede comprenderse mejor el alma de los relicarios de la Capilla Real.

'Esperar con los testigos' es un libro de contenido muy variado. Comienza con un artículo del arzobispo de Granada a modo de introducción. Muchos no conocen la capacidad del Javier Martínez para la traducción de obras de diversos idiomas. En este caso presenta la traducción del siríaco antiguo de unos poemas de San Efrén (siglo IV) en que el Santo desarrolla la teología del martirio y de las reliquias de los mártires con ocasión del traslado de los restos del apóstol santo Tomás a la ciudad de Edesa.

Pepe Marín

Este trabajo de especialista tiene un valor propio en el libro. «Enriquece el volumen y desentraña el valor de las reliquias en la tradición cristiana a la luz de la Encarnación del Hijo de Dios y de la resurrección de la carne, que profesamos en el credo. Expresa la unidad de la Iglesia celestial y de la Iglesia terrena. Ambas son la Iglesia que como Cuerpo de Cristo no muere con la muerte», explica Manuel Reyes.

Como en tantas cosas de la vida, añade el capellán mayor, «la belleza de lo visible engrandece el mensaje de lo oculto, pero al mismo tiempo puede prevalecer sobre el valor trascendente de ese contenido». La idea es que en el libro se palpa la belleza de los relicarios, «pero esa belleza es sólo un valor añadido a la realidad anterior y más valiosa de las reliquias», matiza.

De reliquias y relicarios

El título del libro también merece su conveniente explicación.'Esperar con los testigos' es una frase que describe el sentido que tiene la ubicación de las reliquias cerca de los restos reales y habla de una verdad esencial de la Fe cristiana. «La situación de las reliquias de los santos junto a los restos reales de los Reyes Católicos expresan en su cercanía la confianza en la promesa del Señor de la resurrección de la carne. Se trata de esperar junto a los más significativos miembros de la Iglesia: los mártires y los santos», da a conocer el padre Reyes.

El texto incluye textos literarios escogidos sobre la santidad y el martirio que sitúan al lector en los ambientes cristianos de las épocas de los santos y mártires y ayudan en la contemplación de las magníficas fotografías a vivir momentos de rica experiencia interior y oración, comparte el autor. «Ahí nos hablan san Efrén, Prudencio y otros muchos».

El tríptico de Santa Inés, además de un pequeño 'Lignum Crucis', contiene 39 reliquias de los tiempos antiguos y medievales

Las reliquias pertenecieron en su inmensa mayoría a la Reina Isabel, pero los relicarios, también en su mayoría son posteriores a ella. Según la descripción que se recoge en esta obra, hay dos conjuntos de relicarios medievales que conoció la Reina.

Unos son los pequeños y ricos que se muestran en la sacristía-museo entre los que resalta el tríptico de Santa Inés que, además de un pequeño 'Lignum Crucis', contiene treinta y nueve reliquias de los tiempos antiguos y medievales. El segundo está formado por el relicario griego del brazo de San Juan Bautista y por el 'Lignum Crucis' que se muestra en un árbol de Jesé, preciosa obra gótica. «Es el relicario y la reliquia más valiosa».

Le sigue el conjunto renacentista del siglo XVI. Son siete relicarios en plata dorada en forma de arqueta de los que no se sabe si vinieron a Granada o se realizaron aquí. En todo caso son anteriores a 1536, lo mismo que el magnífico relicario llamado de la Virgen, obra granadina, regalo a la Capilla Real del arzobispo Gaspar de Ávalos.

La intervención de Felipe IV en su visita a Granada en 1624 trasladó las reliquias de la sacristía al crucero del templo, se hicieron los dos retablos armario y se hicieron la mayor parte de los relicarios, unos en bronce y otros en madera. Son once relicarios en bronce dorado hechos en Córdoba por Antonio Fernández de Cárdenas. Otros cuatro de madera dorada en forma de retablo, contienen cada uno más de cien reliquias y son obra granadina de Diego de Oliva y Alonso Pérez.

La más significativa intervención en la colección es de Alonso de Mena y numerosos colaboradores. El es el autor de los cuatro grandes retablos cuyas puertas muestran ocho magníficos relieves de Santos y cuatro de los Reyes Católicos, Felipe y Juana, Carlos I e Isabel su esposa y Felipe IV con Ana de Borbón.

Además se hicieron veintinueve relicarios en tres series diferentes. Cuatro pequeños y graciosos ángeles en madera dorada, cuatro bustos grandes (San Francisco, Santa Úrsula y los diáconos Esteban y Lorenzo) y 21 bustos pequeños también en madera dorada. Además de Alonso interviene Cecilio López y hasta siete doradores granadinos, entre ellos Bartolomé y Pedro de Raxis. Esta parte del conjunto es la más documentada en el archivo de la capilla. Vienen después tres relicarios del siglo XVIII con reliquias de San Francisco de Sales, Félix de Cantalicio y uno dedicado al clavo de la Cruz cuya larga historia es descrita detenidamente. Finalmente hay una muestra de la santidad y martirio del siglo XX con tres relicarios recientes.

El último capítulo

El último capítulo presenta cuatro obras muy valiosas que en algún tiempo han servido de relicario. El busto del Ecce-homo, la arqueta y espejo de la Reina y la arqueta japonesa. De estas obras se hace un estudio de su historia en la Capilla Real, su presencia en diversas exposiciones y publicaciones sobre las mismas.

Se completa el libro con una rica bibliografía que nos hace ver que el tema de las reliquias y los relicarios ha sido objeto de numerosos y valiosos estudios.

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