«Cuando uno se sitúa en un lugar extraño comienza a ser consciente de lo que ha dejado atrás»
Entrevista con Álex Chico, que hoy presenta en Ubú 'Los cuerpos rotos', un relato sobre la emigración de su abuelo
José Antonio Muñoz
Granada
Martes, 28 de enero 2020, 01:38
Álex Chico es un granadino de fuera. Su corazón palpita en clave de Alhambra y sus recuerdos huelen al tabaco de la vega. Son estos ... mismos recuerdos los que muestra en 'Los cuerpos partidos' (Candaya), que hoy presenta a las 20.00 horas en Ubú Libros (calle Buensuceso), acompañado de Alejandro Pedregosa. En su nueva obra, Chico cuenta la peripecia vivida por su abuelo, emigrante nacido en la vega granadina y que acabó viviendo en Barcelona tras pasar por Francia.
-¿Qué se puede contar de la emigración, aparte del desarraigo y la nostalgia?
-Creo que la emigración es un relato inacabado, porque quien se desplaza sabe que su historia está sujeta a un sinfín de variantes. Es verdad que el desarraigo y la nostalgia formaron parte de esa experiencia, pero también es cierto que llevó aparejada otras cosas. Por ejemplo, la oportunidad de reinventarse y conquistar una vida nueva. Tenía razón Luis Landero: incidimos demasiado en lo negativo y olvidamos que la emigración también generó, en algunos casos, una cierta esperanza. Quizás sea eso lo que separa emigración y exilio.
-¿Se echa de menos el paisaje o el paisanaje?
-Diría que se echa de menos todo, porque cuando uno se sitúa en un lugar extraño comienza a ser consciente de lo que ha dejado atrás. Es ahí donde nos percatamos de cómo ha cambiado nuestra vida y cómo aquello que nos parecía seguro se ha convertido en un terreno movedizo e inestable. El lenguaje cambia, igual que las rutinas y el carácter. En el fondo lo que se echa de menos son los puntos de referencia, lo que nos proporcionaba cobijo y nos otorgaba cierta seguridad.
-Se le ve especialmente sensibilizado con «La España vacía», que acuñó Sergio del Molino…
-Es verdad. Siento una gran admiración por ese libro, entre otras cosas porque me ha enseñado que la realidad de la España vacía no es solo una cuestión demográfica, sino una forma de entender el mundo. Me interesa mucho lo que propone y las cuestiones que me ha sugerido. Preguntarme por qué un territorio se queda sin habitantes o qué ha sucedido en él para que, llegado a un punto, tenga una fisonomía y no otra… Estoy convencido de que acercarnos a este tipo de geografías puede explicarnos por qué somos como somos.
- Narrativa, ensayo, poesía, este que es casi un reportaje cuya publicación se difiere en el tiempo… ¿En qué género se siente más a gusto?
-La emigración no tiene, como decíamos antes, una sola lectura. Por tanto tampoco hay una única forma de narrarla. Ese es el motivo por el que Los cuerpos partidos tiene una estructura a medio camino entre muchos géneros. Esa indefinición es la que me hace sentir más a gusto, la posibilidad de subvertir diferentes formas narrativas para que vayan nutriéndose unas a otras. Si el ensayo actual está viviendo un momento dulce es por esa razón, porque hemos entendido que la realidad es mucho más matizable de lo que parece. Si queremos escribirla, no podemos encorsetarla en un molde fijo.
-¿Qué heredó de su abuelo, aparte de su capacidad de trabajo?
-Ojalá tuviera su capacidad de trabajo y sacrificio. La suya y la de otros muchos que estuvieron dispuestos a dejarlo todo. Admiro ese esfuerzo del que yo, sinceramente, carezco. Más allá de eso, hay algo que descubrí mientras escribía este libro. Me di cuenta de que esa obsesión por los lugares, por el tema del territorio y del espacio, no tenía únicamente una raíz literaria, sino vital. Mi abuelo, involuntariamente, me enseñó que los lugares marcan nuestra forma de ser y de comprender lo que nos rodea.
-Barcelona fue para muchos emigrantes una estación intermedia, como dice en la obra. ¿Qué opina de la situación actual que se vive allí?
-Lo mismo que opino del resto de España y de Europa: que a menudo se nos olvida de dónde venimos. Se nos olvida quiénes son los verdaderos constructores de una ciudad. Tenemos una memoria muy selectiva y perversa, porque dejamos a un lado nombres y apellidos y los desplazamos a un rincón insignificante. Barcelona, como otros muchos lugares, es un lugar mestizo, heterogéneo. Esa multiplicidad es la que deberíamos seguir conservando y valorando, porque nos vacuna contra esencialismos y discursos xenófobos.
-¿Qué encuentra en la Granada de hoy de aquella que le descubrió su abuelo?
-Mi abuelo, como otros muchos habitantes de la Vega, venía a zonas muy concretas de Granada. Se acercaba a la ciudad a visitar al médico, a hacer compras, a la fiesta del Corpus… Esa Granada se reducía a unos cuantos emplazamientos: Puerta Real, Mesones, Ángel Ganivet, Acera del Darro… Espacios más o menos céntricos que, en esencia, no han cambiado tanto. Por supuesto que ha habido variaciones, eso es inevitable, sobre todo en los pueblos de la Vega, pero estoy seguro de que se seguiría orientando perfectamente si aún viviera.
-¿Qué le gustaría contar sobre esta ciudad que aún no se haya contado?
-Ojalá algún día pudiera escribir un libro sobre el Albaicín. Viví en ese barrio varios años y, por muchos motivos, aún siento que sigo allí. No imaginas lo que supone para mí volver, lo que me sigue provocando estar frente a la casa en la que residí, en la Cuesta San Gregorio número 9. Si escribiera sobre el Albaicín, trataría de componer un libro que siguiera la misma estructura del barrio: laberíntico, mestizo, abierto, con calles sin salida y travesías ocultas. Un lugar en donde uno se guía por intuición, por probabilidades, más que por convicción. La novela que trato de escribir es albaicinera de principio a fin.
-Se pregunta usted en la obra si su abuelo encontró lo que buscaba. ¿Lo ha encontrado usted?
-Tal vez aún sea pronto para saberlo. Lo que sí sé es que he encontrado cosas que no esperaba. Por ejemplo, darme cuenta de cómo el pasado interfiere en tu presente, de cómo ciertas historias familiares configuran tu identidad. Si buscaba que mi abuelo se comunicara conmigo, la respuesta es sí: he encontrado una manera de que por fin me hablara.
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