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Los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne, durante la presentación de 'El joven Ahmed', en el Festival de Cannes. Afp

Luc Dardenne: «Tenemos que dejar de pensar que los inmigrantes son intrusos»

Entrevista ·

«Los jóvenes terroristas no son víctimas, tienen un deseo y un punto narcisista», asegura el codirector de 'El joven Ahmed', la película que llega este fin de semana a la cartelera

Iker Cortés

Madrid

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Viernes, 6 de diciembre 2019

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Luc Dardenne (Awris, Bélgica, 1954), el pequeño de los hermanos Dardenne, es un conversador nato. Afable y divertido, al cineasta le apasiona hablar y discutir acerca de su última propuesta cinematográfica, 'El joven Ahmed', una cinta ambigua que sigue los pasos de un adolescente musulmán radicalizado, y solo agrava su rostro cuando el auge de los populismos y la ultraderecha salen a colación en la conversación. Su hermano Jean-Pierre tuvo que cancelar su viaje a España a última hora.

-¿Cuál fue el punto de partida del proyecto?

-Nació a raíz de los atentados que hubo en Europa… También en el Magreb, en Afganistán… Pero sobre todo lo que ocurrió en la sala Bataclan, en la redacción del 'Charlie Hebdo', en el museo judío en Bélgica, el metro y el aeropuerto. El hecho de que se acercara a nosotros fue muy fuerte. Lo digo sin egoísmo, no es porque sucediera en Bélgica pero, de pronto, te toca profundamente. Mucho antes de los atentados de Bélgica, nosotros ya habíamos pensado cómo haríamos una película sobre esto. Existían largometrajes en Francia, sobre todo, pero nosotros pensábamos en el proceso de radicalización y teníamos la idea de intentar hacer otra cosa: ver a alguien radicalizado y ver si puede salir del bucle. Nuestra primera idea era un joven de 20 años, pero nos parecía imposible, era demasiado novelesco y rocambolesco. Fue entonces cuando se nos ocurrió bajar la edad. Y entonces empezamos a ser optimistas con la idea de que haciéndole conocer a gente, sí podía salir de ese fanatismo. Al final buscábamos que el espectador pudiera sentir, notar y vivir en sí la profundidad del fanatismo a través de Ahmed.

-Resulta sencillamente espectacular el trabajo de Idir Ben Addi, ¿cómo encontraron al joven?

-Hicimos un casting entre 150 chicos que se presentaron. La mayoría de ellos eran marroquíes, aunque también había tunecinos y argelinos y vimos que era el mejor de todos. Era magnífico, tenía un sentido del ritmo increíble y la voz era correcta, justa para el tono que buscábamos. Los padres, claro, eran musulmanes y tenían que estar de acuerdo. Leyeron el guion y les gustó y preguntaron al chaval por qué quería hacer el papel. Idir les respondió que porque Ahmed era malo, pero también bueno. Pero, insistió, «es sobre todo malo y a mí me gustan los malos». Era como cuando un actor defiende a su personaje (ríe).

-Apenas se dan unas pinceladas del contexto familiar del protagonista, sólo sabemos que la muerte de un primo y un imán han hecho click en el muchacho. ¿Tuvieron la tentación de contextualizar más la historia de Ahmed?

-No, porque lo que nos asustaba es que si dábamos demasiada presencia a la familia, podíamos estar dando al espectador razones u ocasiones para que el chico se radicalizara. Preferimos poner eso en un cuarto plano y estar con él en ese momento. A la familia la consideramos impura y en oposición al discurso del imán. Queríamos que la familia fuera la antítesis de la religión, pero no cómo ni por qué. Queríamos que Ahmed fuera enigmático de cara al espectador. El imán le fascina y se alegra de estar entre los 'grandes musulmanes', pero al mismo tiempo es un niño, con las manos y la cara regordeta, un poco patoso. Y a la vez es un islamista radical que quiere matar.

-¿De dónde cree que un joven así saca esa rabia y ese odio? No está en una situación de exclusión social. ¿Puede alguien radicalizarse casi solo?

-Como cineasta no he querido saberlo, pero como ser humano pienso que también es una película sobre la adolescencia, que es esa edad en la que no te gustas mucho y no sabes muy bien quién eres. Los modelos ya no están en la familia y tiendes a dejarla de lado y a buscar modelos fuera y no sabes dónde ir. Y en ese momento él encuentra en el imán una especie de respuesta, una admiración casi narcisista. Está encantado, se complace. Y eso es lo terrible, que en estos jóvenes terroristas hay un deseo, no son víctimas. Nosotros podemos decir que es una víctima del imán, claro, pero él no se siente víctima, es feliz, está satisfecho. Eso es lo terrible, que son gente opaca y encerradas en sí mismas, felices de ser como son.

Idir Ben Addi da vida a Ahmed.
Idir Ben Addi da vida a Ahmed.

-¿Cree que la película interpela no solo al islam sino a todas las religiones?

-Absolutamente. Los fanáticos religiosos no son solo musulmanes, los hay de todas las religiones y a lo largo de toda la historia. La religión habla de una verdad y si crees que la verdad es absoluta, rechazas lo demás. Ni siquiera puedes pensar o admitir que se separe la iglesia del Estado. Está claro que 'El joven Ahmed' está generando debate. Se estrenó hace cuatro meses en Bélgica y ahora se está pasando en cineclubs y filmotecas y siempre se generan discusiones. Y hay quien nos pregunta que por qué decimos que los árabes son terroristas y tienes que explicarles que nosotros no decimos eso, que no estamos atacando a los musulmanes y que cualquier religión puede ser fanática.

-¿No temen que la ultraderecha use una historia como esta para atacar a los musulmanes?

-Si temiera eso, dejaría de hacer cine (ríe). En la cinta hay más personajes musulmanes y eso añade cierta complejidad. En cuanto a la realidad del joven terrorista, creo que los espectadores son también responsables de su propia interpretación. Antes le decía a un compañero tuyo que cuando rodamos 'La promesa', una película sobre la inmigración, el señor Le Pen, del Frente Nacional en Francia, llegó a decir algo así como que los emigrantes en vez de ir a Francia deberían ver la película que han hecho estos dos belgas para que vieran cómo se les trata allí y desistieran. Pues con esta película se puede hacer lo mismo, se pueden decir cosas odiosas, como por ejemplo que una chica quiere a Ahmed y ni siquiera por ella puede cambiar. Si el espectador tiene odio dentro, qué podemos hacer.

-Viendo la película, da la sensación de que no hay esperanza.

-Yo creo que sí, pero es verdad que tiene que haber una caída. Tampoco pretendo decir que todo va bien, pero creo que la película habla de que es posible cambiar. ¿Para qué hacer una película si el protagonista se queda ahí y no avanza? Eso sí reforzaría el miedo y el odio del espectador, pero nosotros hemos construido un personaje enigmático e inaccesible, que cree que hace el bien, que debe caer para volver a ser niño. Es verdad que puede parecer pesimista. A los educadores les ha gustado mucho la película. Yo pensé que no les gustaría, porque pone en tela de juicio los resultados de su labor, pero es que la realidad es que muchas veces no logran cambiar a gente así. Solo lo consiguen cuando aún no han cometido un atentado. Después, resulta imposible.

-¿Cómo ha recibido la comunidad musulmana la película?

-En Bélgica diría que la recepción de la película es similar a la del resto. Las mujeres se identifican mucho con la madre porque también tienen miedo a que sus hijos caigan en eso.

-¿Le asusta el auge de la ultraderecha y de los populismos en la UE?

-Me asustan mucho. Los populismos de derecha asimilan la inmigración con el terrorismo y para mí eso es terrible. Creo que Europa, y me refiero a todos los países, van a tener que tomar una decisión clara en cuanto a la inmigración. España, Italia y Grecia son los tres países a los que llegan inicialmente los barcos y los inmigrantes tienen derecho a la hospitalidad. Creo que la población está haciendo un trabajo excelente de acogida, pero Europa tiene que tomar una posición común. En los próximos años van a llegar 500.000 personas y debemos cambiar. Hay quien dice que si les fuera bien en su país, que no vendrían, pero eso no va a pasar y hay que encontrar una solución de integración. En las escuelas, por ejemplo, hay que darles formación en lenguas, necesitan aprender el idioma del país al que van a ir y tenemos que dejar de pensar que los inmigrantes son intrusos y verlos como personas que se pueden convertir en amigos. Eso es lo que hace falta pero va a llevar tiempo. Vienen muchos con toda clase de oficios, pero muchas veces indocumentados. Y si no, les pagan bajísimo y eso hace que todo el sector tenga unos salarios cada vez peores. Hay que tener mucho cuidado y no dar razones a la ultraderecha para que sigan con su discurso. Por ejemplo en Bélgica, muchos empresarios emplean a camioneros de Europa del Este con salarios de entre 1.000 y 1.200 euros, cuando un camionero belga cobra unos 3.000, si cobran el Bélgica deberían cobrar como un belga.

Vídeo. Un fotograma de 'El joven Ahmed'.

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