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John Goodman, Jeff Bridges, Steve Buscemi y el periodista Harry Smith. today show
El gran Lebowski se reúne con sus colegas 20 años después

El gran Lebowski se reúne con sus colegas 20 años después

La cinta más loca de los Coen es un título de culto que ha inspirado una religión con casi medio millón de 'sacerdotes' en todo el mundo

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Viernes, 19 de octubre 2018

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Pocas películas pueden presumir de haber fundado una religión y de contar con un festival anual a su mayor gloria. Hace justo veinte años, «El gran Lebowski» se despachó como una gamberrada excéntrica, un divertimento menor en la filmografía de los Coen, que acababan de ganar dos Oscar con «Fargo». Craso error. La película más hilarante y menos pretenciosa de los hermanos es en realidad un ejercicio de estilo, que traslada a personajes colgados en los 70 a los años 90, en plena Guerra del Golfo, mediante una narrativa perfeccionada por Raymond Chandler en los 40. Por algo su título, «The Big Lebowski», remite a «The Big Sleep» (El sueño eterno).

Sus protagonistas se han reunido dos décadas después convocados por el programa 'Today Show'. Juntos recordaron anécdotas del rodaje y reconocieron la trascendencia de una cinta venerada en todo el mundo. John Goodman destaca la camaradería y el buen rollo que reinó en el plató. Jeff Bridges incluso afirma que la filosofía de su colgado personaje, 'El Nota', ha inspirado a seguidores del budismo. Y es que buena parte del éxito del filme se debía a Jeff Lebowski, alias El Nota (Dude, «tío», «colega», en la versión original). El último hippy de Venice Beach se expresa con términos anacrónicos, escucha a la Creedence sedado por los porros y trasiega un ruso blanco tras otro (vodka, licor de café y nata líquida). Es un héroe inútil que los Coen colocan a modo de guijarro en la engrasada y tensa maquinaria del thriller.

Un arrebatador Jeff Bridges se rasca la barriga sobrepasado por los acontecimientos cuando se ve envuelto en un enredo criminal al llamarse igual que un millonario. El Nota mata las horas en la bolera junto a otro veterano de Vietnam tronado (John Goodman, trasunto del director John Milius, un fanático de las armas). Su pachorra se comunica hasta al propio narrador del filme (Sam Elliott) que, lejos de ser omnisciente, divaga y se le va el santo al cielo.

Otros hallazgos con forma de personaje son una pintora feminista radical del movimiento Fluxus que emborrona los lienzos con su vagina (Julianne Moore), un comando terrorista alemán que se autoproclama nihilista y publicó en los 80 un disco de tecno pop bajo el nombre Autobahn (comandado por Flea, de los Red Hot Chili Peppers), una exactriz porno y un as de los bolos pederasta: John Turturro a los sones del «Hotel California» de los Gipsy Kings, tema recomendado a Joel Coen por su mujer, la actriz Frances McDormand, fanática del flamenco.

Jeff Bridges y John Goodman en 'El gran Lebowski'.
Imagen principal - Jeff Bridges y John Goodman en 'El gran Lebowski'.
Imagen secundaria 1 - Jeff Bridges y John Goodman en 'El gran Lebowski'.
Imagen secundaria 2 - Jeff Bridges y John Goodman en 'El gran Lebowski'.

«El gran Lebowski», un irresistible homenaje al mundo «freak», contempla con ánimo corrosivo y surrealista la América de los perdedores. Vive y deja vivir sin prisa y en armonía con el mundo es el lema del Dudeísmo, la excéntrica religión inspirada por El Nota y fundada por un relajado «lama» en Tailandia. Según su página web, 450.000 personas se han ordenado «sacerdotes» de este culto en todo el mundo. Su credo principal sostiene que la vida es corta y complicada. Y nadie sabe muy bien qué hacer al respecto.

Los miles de fans que se reúnen anualmente en el Lebowski Fest, que se celebra en distintas ciudades des de EE UU, también veneran la actitud de El Nota ante la vida. Los Coen basaron el personaje en el productor Jeff Dowd, con el que colaboraron en su ópera prima, «Sangre fácil», un exveterano de Vietnam y activista permanentemente fumado. Cambiaron su pasión por el voleibol por los bolos. Jeff Bridges preguntaba en cada escena si El Nota habría fumado un porro en ese momento. Los Coen le contestaban que sí y el actor se frotaba los ojos para enrojecerlos.

Sam Elliott también inquirió a los directores que estaba muy a gusto, pero que no sabía muy bien qué pintaba en la película. Y los hermanos le respondieron que les gustaba su voz. La lisérgica trama no importa demasiado en «El gran Lebowski», al igual que ocurre en las novelas de Raymond Chandler. Solo cabe dejarse arrastrar por North Hollywood, Culver City y Malibú con su baquetado héroe, que se pasa toda la película tratando de que le dejen en paz. ¿No es acaso lo que intentamos todos?

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