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Un fotograma de 'The Prodigy'.
«Tan aterradora que se tuvo que montar de nuevo» y otras formas de promocionar el cine de terror

«Tan aterradora que se tuvo que montar de nuevo» y otras formas de promocionar el cine de terror

'The Prodigy' es la última de una serie de películas que tiran de ingenio para captar la atención del público

Iker Cortés

Madrid

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Miércoles, 6 de febrero 2019

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«Tan aterradora que se tuvo que montar de nuevo». Ojo con la frase. Con este lema se promociona ahora 'The Prodigy', la cinta de terror que esta semana llega a nuestras pantallas. Cualquiera podría pensar que la cinta estaba provocando tantos infartos, crisis nerviosas y arrebatos de locura que en la sala de montaje tuvieron que darle a la tijera para que los espectadores no se quedaran en el sitio. Nada más lejos de la realidad. Como luego se ha ocupado de explicar su director, Nicholas McCarthy, a Entertainment.ie, «hay una sección en la película en la que la gente gritaba tanto que tuvimos que volver atrás y reeditar la escena con la que continuaba porque el público aún esta recuperándose de lo que acaba de ver y se pierde los diálogos».

Pero no es la primera vez que los talentosos chicos de marketing intentan colársela a los incautos. El cine, en general, y el de terror, en particular, busca a menudo frases con gancho y ponen en marcha maquinarias promocionales para llamar la atención y atraer a los espectadores a las salas de cine. No hablamos aquí de extractos de diálogos de los filmes como el clásico «Ya están aquí», de' Poltergeist, o el «En ocasiones veo muertos», que le sueltan a Bruce Willis en 'El sexto sentido'. Tampoco de aquellos lemas que servían para promocionar la cinta como 'En el espacio nadie puede oir tus gritos', de 'Alien, el octavo pasajero', o 'Si no le aterroriza esta película es que usted está muerto', de 'Phantasma'. Ni tan siquiera del manido basado o inspirado en hechos reales.

Hablamos de frases para dar verosimilitud al proyecto. Es el caso de 'The Devil Inside', una mediocre cinta de 2012 que se promocionó con la frase de 'La película que el Vaticano no quiere que veas'. En realidad la frase estaba firmada por Naibe Reynoso, una periodista de la división en español de la CNN. Dirigida por William Brent Bell, la cinta narraba la vida de María Rossi, una mujer que llamó a las autoridades en 1989 para confesar que había asesinado a tres personas con sus propias manos. Años después, su hija Isabel investiga el suceso y se traslada a un hospital psiquiátrico de Italia donde está internada su madre. Allí tratan de averiguar si su problema es una posesión infernal o tan sólo una enfermedad mental. Para dar más veracidad a la cinta, el reverendo Bob Larson, que afirmaba ser uno de los mejores exorcistas del mundo, dio su sello de calidad a la cinta: «Creo que es bastante exacta». La promoción fue como un tiro.

Vídeo. El tráiler de 'The Devil Inside'.

En otras ocasiones, como es el caso de 'Bite' (2015), a la distribuidora se le ocurrió repartir bolsitas para vomitar durante las proyecciones. La cinta, del cineasta canadiense Chad Archibald, cuenta la historia de una joven que antes de su boda sufre la picadura de un insecto desconocido. Pus, infecciones, fluidos y mutaciones corporales acaban transformando el cuerpo de la joven en una película que se mira en 'La mosca' de David Cronenberg. La sugestión de la maniobra publicitaria fue tal que en el Fantasia International Film Festival de Montreal, un par de personas vomitaron, o eso se dijo.

La medida de ofrecer bolsas de papel también la impusieron algunas salas de cine en Los Ángeles con 'Crudo' (2016), la ópera prima de Julia Ducournau. La película, que abordaba la historia de una adolescente vegetariana que es obligada a comerse un hígado crudo durante un ritual de iniciación en la universidad, se tomó como una broma. No era tan asquerosa como se anunciaba y, en realidad, servía como metáfora del despertar sexual.

Para maniobras publicitarias las que pusieron en marcha cintas como 'Holocausto caníbal' (1980) o 'El proyecto de la bruja de Blair' (1999). La primera inauguró el subgénero del 'found footage' casi 20 años antes de que la segunda lo recuperase. Dirigida por Ruggero Deodato, la cinta contaba la historia de un grupo de jóvenes reporteros que van al Amazonas a hacer un documental sobre una tribus caníbales. Los jóvenes desaparecen y unos meses más tarde una expedición recupera las cintas grabadas. Con unas imágenes de violencia extrema -imposible olvidar la escena de la mujer empalada- y la matanza real de varios animales, la película fue confiscada diez días después de su estreno en Milan y su director fue arrestado. El tribunal creyó que los actores habían muerto de verdad. Y es que el cineasta y los productores de la cinta firmaron un contrato con los intérpretes en el cual se estipulaba que ninguno de ellos aparecería en películas o anuncios durante al menos un año. En España 'Interviú' se tragó la historia y publicó un reportaje con las fotografías de la película.

Algo similar ocurrió con 'El proyecto de la bruja de Blair'. Detrás de esta cinta se encontraban los directores Daniel Myrick y Eduardo Sánchez. Contaba la historia de tres jóvenes cineastas que desaparecían en un bosque en 1994 donde trataban de filmar un documental sobre una leyenda local conocida como la bruja de Blair. La película recogía las cintas que ellos habían filmado. Para la promoción de la cinta, unos meses antes, se colgaron carteles que parecían ser reales donde se ponían las fotos de los tres protagonistas con la leyenda 'desaparecidos'.

Vídeo. Tráiler de 'El proyecto de la bruja de Blair'.

Más curioso es el caso de 'The Centipede Human' (Tom Six, 2009), la historia de un loco doctor que secuestra a varias personas para crear un ciempiés humano. El filme se promocionó con la frase '100% acertado médicamente'. Pero, ¿qué diablos quería decir eso? Según comentó el realizador, se había consultado a un cirujano holandés durante la producción para ver cómo se podía lograr crear tal monstruo.

Por último, hay que citar aquí 'Macabre' (William Castle, 1958), una película que incluía con su entrada un seguro con el que la productora se comprometía a pagar mil dolares a la familia del espectador que muriese durante la proyección. Evidentemente, nunca ocurrió.

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