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Susana Díaz y el debate nacional

Susana Díaz y el debate nacional

La presidenta ha consolidado un liderazgo nacional que otorga a Andalucía una voz potente en la controversia territorial, que podría quedar en entredicho si sigue latente su salto a la dirección del PSOE

maría dolores tortosa

Lunes, 8 de diciembre 2014, 12:13

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Este puente de la Constitución como otros desde que se aprobó la Carta Magna, en 1978, coincide con la efemérides de otro acontecimiento político que marcó la conquista de la autonomía andaluza: el Pacto de Antequera, firmado solo dos días antes del referéndum, al que numerosas veces se apela por parte de todos los partidos en tiempos convulsos de nuevo como los de ahora sobre el debate territorial.

El Pacto de Antequera, auspiciado por Plácido Fernández Viagas, supuso un ejemplo más del espíritu de consenso de la transición, aunque insólito en el resto de comunidades ya que aunó a once partidos políticos muy dispares entre sí, desde la izquierda más radical de la ORT a la derecha conservadora de Alianza Popular. Algunas de las formaciones ni tenían representación parlamentaria en las Cortes. El consenso fue en realidad flor de un día. De los once partidos firmantes (PSOE, UCD, PCE, PA, PSA, PTA, DCA, ID, RSE, ORT y ACL), la mayoría no sobrevivió a las elecciones generales de 1979. Uno de ellos, Izquierda Democrática, se disolvió siete días después del Pacto. Pese a ello tuvo una trascendencia tal que hoy los historiadores coinciden que fue el hito más relevante de la autonomía tras el referéndum de 1980.

Ahora se abre el melón, o se quiere abrir el melón del modelo de Estado, y Andalucía debe estar alerta para no perder derechos autonómicos conquistados y, sobre todo, un reparto equiparable a las regiones de mayor población o territorio. Así lo entendió desde primera hora la hoy presidenta andaluza, Susana Díaz, siguiendo el instinto de los predecesores de que no hay que bajar la guardia para que Andalucía no pierda respecto a Cataluña u otras comunidades.

Un instinto inoculado en aquellos años del Pacto de Antequera. Ningún presidente autonómico desde Rafael Escuredo ha dejado de mirar con recelo al Gobierno central fuera del color que fuera, desde González a Rajoy. Escuredo dimitió al no conseguir las competencias prometidas cuando González ya estaba en la Moncloa. Alfonso Guerra, el todopoderoso vicepresidente, no dejó repetir a Borbolla y tuvo con Manuel Chaves, en los albores de su gobierno, una pésima relación. Griñán acabó de uñas con la vicepresidenta económica Elena Salgado en tiempos de Zapatero. La confrontación más dura fue desde luego con Aznar, cuando a la diferencia de color político se añadió la influencia de Javier Arenas, líder en Andalucía del PPy ministro en el Gobierno.

En ninguno de esos momentos críticos se cuestionó la continuidad o el agotamiento del sistema de relaciones del Estado con las comunidades como ahora. Susana Díaz ha cogido el testigo en momentos difíciles. El PSOE propone, y ella coincide, una reforma de la Constitución que permita un estado federal. El PP lo rechaza. ¿Por cuánto tiempo?

Hay que decir que ante este panorama Díaz tuvo olfato desde el primer momento y actuó con mensajes claros y contundentes: Andalucía no puede quedar fuera del debate nacional. Una posición de liderazgo que ha beneficiado a Rajoy. La presidenta de la comunidad más poblada no ha sido tibia en el proceso catalán. Se puso de parte del Gobierno frente a la locura separatista sin medias tintas desde el primer momento, al contrario que otros líderes de su partido. Díaz también ha dejado claro que exigirá con igual contundencia al Gobierno del PP que no se reparta más a Cataluña bajo cuerda.

Su fuerte liderazgo nacional contribuye a pensar que, cualquiera que sea el melón que se abra, Andalucía tendrá peso y su voz se escuchará. Un poderío del que nadie duda y que trasciende fronteras. La poderosa es el título de la crónica de la periodista Luisa Meirelles en el diario Expresso de la reciente visita de un día de la presidenta a Portugal.

Su compromiso cada vez que se le pregunta es ese: volcar todo su vigor político en defender la posición andaluza. Un compromiso que le obligará a lidiar con su partido, como en su día Escuredo, ya que como bien apunta el líder del PP andaluz, Juanma Moreno, Díaz deberá no dejar ningún resquicio a que, como insinuó Pedro Sánchez en una visita a Cataluña, el PSOEpueda aceptar un estado federal asimétrico favorable a esta comunidad. Luego el líder socialista lo rectificó.

Pero el debate de Díaz también es otro. Sigue latente que pueda dar el salto a la política nacional y hacerse con el liderazgo del PSOEsi tras las municipales este partido se hunde aún más. Ella no lo descarta del todo. Sigue tejiendo una red de contactos con los barones regionales de su partido (la semana pasada en Zaragoza, esta ha recibido a la dirigente de Canarias) amparada en su cargo de presidenta del Comité Territorial, como en su día, antes de suceder a Griñán, hizo en el comité territorial andaluz con los barones provinciales (hoy todos comen de su mano).

Intenta recomponer las relaciones con Eduardo Madina, rotas por las primarias, como recompuso las de Carme Chacón, y no se corta en discrepar en público de Pedro Sánchez pese al buen trato que ambos dicen tener. Díaz mantiene que irá a unas elecciones autonómicas, pero tampoco descarta que coja el tren nacional si vuelve a pasar por su puerta. «Si el tren no pasa, pues no pasa nada, pero si vuelve, entonces ya veré yo», repitió este pasado lunes en un coloquio.

Es en esta controversia donde surgen las dudas sobre el papel de Andalucía en el debate nacional. El PP de Moreno asegura que Díaz utiliza a Andalucía de trampolín en su carrera, pero calla que importantes poderes económicos y sociales la empujan a tomar el liderazgo nacional. Moreno insiste en grandes acuerdos por Andalucía y apela a aquel espíritu de la transición como el Pacto de Antequera, pero en realidad su mensaje político tiene mucho de auxilio del PPnacional, ya que repite como el eco todos sus planteamientos pese al brochazo andaluz.

Como es obvio, Moreno trabaja por quitarle a Díaz el manillar de un hipotético tándem para defender los intereses de Andalucía, es decir ganar elecciones. Bien sabe que Susana Díaz no se le va a sentar en el asiento de atrás ni, como bética que es, manque pierda, como tampoco él se ha sentado ahora. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es si lo que necesitaría Andalucía hoy son pactos como el de Antequera o liderazgos fuertes con voz andaluza propia y con vocación de permanencia.

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