El cruel asesinato del verdadero 'hombre del saco', un curandero de Almería
Francisco Leona llevó a cabo uno de los crímenes más trágicos del país, pasando a la Historia como el protagonista de la oscura leyenda del 'sacamantecas'
Domingo, 29 de noviembre 2020, 00:59
Los niños nacidos en nuestro país a lo largo del siglo XX han crecido con miedo al 'hombre del saco' -también conocido como el 'sacamantecas'-, ... una oscura figura de la leyenda negra española que, según el mito, raptaba a los menores para asesinarlos y sacarles las tripas. Por cruel e inverosímil que parezca, este individuo existió de verdad. La leyenda del 'hombre del saco' no es más que la historia mil veces contada -y un tanto exagerada- del crimen de Gádor, un asesinato cometido en la provincia de Almería en el año 1910. Este funesto hecho ocupó la portada de los principales periódicos de la época y perduró como uno de los sucesos más referidos y temidos de la cultura popular.
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En aquel año 1910, la tuberculosis era una de las enfermedades mortales que asolaban Europa. Desesperado por cómo esta dolencia carcomía sus pulmones, Francisco Ortega, un almeriense de unos treinta años conocido como 'El Moruno', acudió a una curandera. Agustina Rodríguez, que vivía en un pequeño y modesto cortijo a las fueras de Gádor (Almería), recibió la visita de Ortega y, viendo el avanzado estado de su tuberculosis, le dijo que no podía hacer nada al respecto, pero que sí conocía a alguien que quizá sería capaz de ayudarle. Tal y como relata ABC, Agustina Rodríguez derivó a 'El Moruno' a Francsico Leona, otro curandero de la época.
El encuentro de 'El Moruno' con Francisco Leona fue el origen del terrible crimen de Gádor. El curandero, un hombre viudo de setenta años, le dio al enfermo de tuberculosis su macabro remedio. «Con que bebas la sangre caliente de un niño y con que le pongas después las mantecas del propio niño sobre la tapa del pecho, estará curado», le aseguró. Por 3.000 reales se ofreció a conseguirle al niño.
Secuestrado con un saco
Convencido de que aquel macabro remedio sanaría su enfermedad, 'El Moruno' accedió a pagar para secuestrar a un menor. Para raptar al infante, Francisco Leona decidió solicitar la ayuda de Julio 'El Tonto', hijo de la curandera Agustina. Su víctima fue Bernardo González Parra, un niño de siete años que vivía con sus padres en una cueva de la localidad almeriense de Rioja.
El 28 de junio de 1910, Leona y Julio 'El Tonto' encontraron al niño Bernardo bañándose con otros dos pequeños en las cercanías de Rioja. Los criminales, provistos con un saco, engañaron al pequeño y lo llevaron al cortijo de Araoz. El muchacho los acompañó voluntariamente parte del trayecto, pero, según el relato de la época de ABC, «Bernardo quiso retroceder». Leona lo cogió, ordenó a Julio que abriera el saco y metió en él al menor.
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Con el menor secuestrado, Leona y Julio se dirigieron a la casa de la curandera Agustina, que los estaba esperando con 'El Moruno'. Cuando esa noche llegó a su casa José Hernández, el marido de Agustina, procedieron al sacrificio del niño Bernardo. «Entre Julio, su hermano José y su infame madre Agustina sujetaron a la desdichada criatura en tanto que el miserable verdugo, el monstruoso Leona, provisto de una navaja de hoja y filo finísimos, abrió una ancha herida en la parte alta del costado, cortándole las arterias que afluyen al corazón», narró ABC.
'El Moruno' sostenía junto al borde de la herida del menor una olla con la que recogía la sangre de su víctima. Momentos después se decidió a beberla, creyendo que este ritual le curaría su tuberculosis. A continuación, armado de una navaja barbera, Leona abrió el cuerpo del niño y le extrajo al pequeño las entrañas. Tal y como contó ABC, «ante aquel horripilante cuadro, ante tan atroz espectáculo, que puede ofrecer el cuerpo de un niño abierto en canal, Francisco Ortega se colocó en el pecho un emplasto de aquellas mantecas».
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La condena de los cuatro implicados
Cuando acabaron con el terrible ritual, y sin saber si el niño seguía con vida, los implicados se pusieron a discutir quién iba a rematarlo y a deshacerse posteriormente del cuerpo. Finalmente, los asesinos trasladaron los restos de Bernardo hasta el barranco del Jalbo. Con el fin de desfigurar su cara y dificultar así su identificación, colocaron su cadáver en un hoyo y le machacaron la cabeza.
Después de que se descubriera el crimen y ocupara las portadas de los periódicos de tirada nacional durante semanas, los implicados fueron sometidos a juicio. 'El Moruno' y Agustina fueron ejecutados a garrote vil, la misma condena que recibió Francisco Leona. No obstante, este último murió en la cárcel sin llegar a ser ejecutado. A los hermanos José y Julio, hijos de Agustina, les sentenciaron a diecisiete años de prisión y a pena de muerte respectivamente, aunque el segundo fue indultado debido a la demencia que sufría.
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