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El Castillo de San Ramón es un ejemplo de fortificación defensiva en la costa de Níjar. :: ideal
De las construcciones defensivas del siglo XVIII a la minería del XIX

De las construcciones defensivas del siglo XVIII a la minería del XIX

La costa nijareña experimentó un amplio desarrollo de elementos de defensa hace tres siglos, aunque en la siguiente centuria el territorio se volcó con la industria minera, con Rodalquilar como exponente principal

Domingo, 17 de noviembre 2019, 00:37

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El término municipal de Níjar posee una gran riqueza arqueológica y patrimonial, un catálogo de restos históricos que datan de muy diferentes épocas de la historia, aunque buena parte de ella pertenecen a la Edad Moderna y podrían dividirse fundamentalmente en dos tipos: las fortalezas y edificaciones de carácter defensivo y los restos del flamante pasado minero.

En cuanto a la primera tipología, las edificaciones de carácter militar y defensivo, el siglo XVIII fue el escenario temporal más importante en este respecto. Desde un siglo antes, la zona estaba siendo habitualmente asediada desde el mar por incursiones bereberes y berberiscos, que se unían a otras desgracias que habían asolado a la población, desde los famosos terremotos hasta plagas de langosta o enfermedades como la peste.

Castillos

Será Carlos III el que, en la mitad de la centuria, promulgue el reglamento de defensa de la costa que, entre otras cosas, supuso la restauración de algunos fuertes defensivos que se levantaron tras la expulsión de los moriscos, como el Castillo de San Pedro en la cala del mismo nombre; o el Castillo de San Ramón, en lo que hoy es conocido como El Playazo de Rodalquilar.

También se reformaron algunas torres vigía que estaban abandonadas, además de construirse otras nuevas con la intención de conformar un parapeto continuo a lo largo de toda la extensión de la costa nijareña. Un ejemplo de esas construcciones fue el Castillo de San Felipe, ubicado en la zona de Los Escullos, que se concluirá en 1771; así como el de San José y el de San Francisco de Paula en Cabo de Gata. De estos dos últimos, apenas quedan resquicios hoy en día.

Nuevo panorama

Toda esa línea de fortalezas contribuyeron de manera decisiva a frenar las actuaciones de piratas procedentes del Norte de África, que hasta ese momento tan sólo contaban con la oposición de la Compañía de Milicia Urbana, que tenía su ámbito de actuación desde la torre de Mesa Roldán Cabo de Gata.

La construcción de los nuevos edificios fortificados supuso que, en torno a ellos, se crearan y crecieran poblaciones como Fernán Pérez, El Pozo de los Frailes, Los Escullos, Cala Higuera y La Almadraba de Cabo de Gata.

El esquema demográfico de la zona cambió de manera importante, aumentando el número de habitantes, creándose nuevos núcleos de población, implementándose nuevos recursos económicos, como la ganadería y el cultivo de cereales de secano, y llegándose a crear incluso el marquesado de Campohermoso, en un espacio que hoy en día alberga la población más numerosa de la comarca.

El nuevo siglo minero

Mientras tanto, el siglo siguiente, el XIX, se produjo otra revolución socio económica en la zona, con la época dorada de las minas de diversos materiales y en diferentes zonas de la comarca que, entre otras cosas, provocaron que se tirasen nuevas líneas de ferrocarril, se levantasen poblados donde se daba viviendas a los trabajadores de las minas y se desarrollaran construcciones encaminadas al transporte de mercancías, desde cargaderos hasta nuevas carreteras.

Así se explotarán las minas de plomo en El Colativí y Huebro, conectadas por el ferrocarril de Lucainena con la costa, a través de Aguamarga, donde los resquicios de aquella línea férrea aún pueden observarse, cargadero de mineral incluido.

Ya en el siglo XX, el auge minero se trasladará a Rodalquilar, que vivió sus años dorados a partir de 1930, desarrollándose el mayor de los poblados mineros modernos de la provincia, que incluía iglesia, cuartel, escuela, lavaderos, viviendas y almacenes. Ya en el año 1960, el poblado pasó a estar desierto y abandonado, pero sus estructuras, tanto extractivas como sociales, permanecen en pie y a disposición de turistas y curiosos.

Hoy en día, el pasado minero de Rodalquilar supone uno de los recursos turísticos de baja explotación más prometedores de la costa almeriense, que bien podría ser convertido en un elemento sobre el que desarrollar una gran infraestructura histórica y patrimonial para ser visitado por gentes de todo el mundo.

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