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Los almerienses tienen en el seno de la Unión Europea a una paisana que se desvela cada día por defender los intereses de todos los ciudadanos del continente, aunque mantiene la mirada siempre puesta en la tierra que la vio nacer.
«Creo en el potencial de Almería y Andalucía. Las personas, mi prioridad; y mi reto, trabajar por mi tierra». Así de breve, pero rotunda, se presenta ella misma ante el mundo a través de sus redes sociales; y, durante los próximos cinco años, va a tener el privilegio de seguir demostrándolo, pero esta vez, a 2.100 kilómetros de su ciudad natal.
Nacida en Adra el 8 de diciembre de 1966, hija de comerciantes y nieta de agricultor, sus raíces han puesto sin duda las bases de quien María del Carmen Crespo Díaz es hoy.
Sus orígenes políticos dieron comienzo en el Ayuntamiento de su localidad, de la que ha sido alcaldesa, aunque ha pasado por todas las administraciones: desde la provincial como vicepresidenta de la Diputación de Almería, a la regional como diputada autonómica, primero, y como consejera de la Junta de Andalucía, después.
Ha representando también al Ejecutivo de la Nación como delegada del Gobierno en Andalucía y, ahora, su trabajo ha traspasado las fronteras españolas en su desempeño más ambicioso, como eurodiputada en el Parlamento Europeo (PE).
Una mujer, cinco cargos
En esta institución comunitaria con sede en la capital belga, en Bruselas, Carmen Crespo, integrante del Grupo del Partido Popular Europeo, es presidenta del Pech, la Comisión de Pesca, aunque pertenece, además, como miembro, a la Conferencia de Presidentes de Comisión (CPCO), a la Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural (Agri), de la que es coordinadora, y a la Delegación para las Relaciones con Canadá (D-Ca). Actúa, asimismo, como suplente en la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria (Envi).
Entre sus últimas intervenciones en este órgano que dirige los designios de sus 27 Estados miembro, se encuentra el debate de la 'Declaración de Budapest sobre el Nuevo Pacto para la Competitividad Europea: un futuro para los sectores agrícola e industrial de la Unión'.
Ha participado también de manera activa en el reconocimiento de la singularidad del brandy de Jerez por parte de la Unión Europea y, con la mayor de las preocupaciones, ha hablado en el seno del Parlamento Europeo sobre las devastadoras inundaciones en España de hace apenas un mes y, en concreto, de la necesidad urgente de apoyar a las víctimas, mejorar la preparación y combatir la crisis climática.
Son estos solo tres ejemplos de la actividad incesante y diaria que la almeriense mantiene en Bruselas como representante española en el Partido Popular Europeo (EPP).
Esta semana ha participado, además, como anfitriona y organizadora, junto a Portugal y los Países Bajos, en el X Congreso de Jóvenes Agricultores que su grupo político celebra cada año en el Parlamento Europeo y que debate sobre los retos a los que se enfrentan las nuevas generaciones de este sector, de especial importancia para la provincia de Almería y de una relevancia fundamental para toda la Humanidad.
Un evento que tuvo lugar el pasado miércoles, 11 de diciembre, y que ha congregado a medio millar de asistentes; entre ellos, jóvenes agricultores principalmente, pero también representantes de organizaciones agrarias, eurodiputados y miembros de empresas e instituciones vinculadas a la actividad agroalimentaria.
Una agenda sin fin
La agenda de Crespo en su nuevo destino en Bruselas resulta incesante. Como ha podido comprobar la delegación almeriense desplazada estos días a la capital de la Unión Europea, su día a día es un no parar de reuniones y negociaciones, de intervenciones y de debates, de acordar propuestas y normativas que, de una u otra manera, van a terminar afectando a todos y cada uno de los ciudadanos que habitan la Unión.
Para esta política almeriense, su jornada laboral comienza muy temprano y termina muy tarde. Como muestra, la del pasado jueves, que dio comienzo a las 8 de la mañana con su llegada a las instalaciones de la plaza de Luxemburgo de la capital belga. Media hora después, dirigía una reunión de equipo con el personal que le asiste y, a las 9 de la mañana, empezaba el Comité de Agricultura, en el que se debatía el futuro reglamento del transporte animal y que concluyó a mediodía.
Durante esas tres horas de duración, los eurodiputados van entrando y saliendo para mantener encuentros con distintos colectivos, organizaciones o miembros de otros partidos políticos.
Tras su intervención, Crespo tuvo tiempo de ofrecer una charla a jóvenes de Sevilla que visitaron el hemiciclo. Participó también en un debate sobre agua con Daniel Quesada, director general de la Producción Agrícola y Ganadera de la Junta de Andalucía, con el que habló en Bruselas del reglamento del transporte animal que está acordándose en la Cámara comunitaria. Y junto a ellos, moderados por el periodista almeriense Alberto García, participó la también abderitana Raquel Espín, directora general de Ayudas Directas y de Mercados del Gobierno andaluz.
Compartió, por otra parte, la política almeriense con los medios de comunicación desplazados a Bruselas, desde Almería y del resto de Andalucía, los entresijos de cómo se desarrolla la vida en el Parlamento Europeo; y regresó al comité 'Agri', tras el cual, mantuvo una reunión de coordinación de este órgano que decide los temas que se llevarán a pleno y que trasladará también al comisario europeo de este ramo.
Durante su regreso a este comité sectorial, Crespo atendió a un miembro del Grupo del Partido de los Socialistas Europeos que, de manera improvisada, la abordó por uno de los pasillos. Según explicó Crespo, desde este partido «creen que, en la estrategia de agricultura, no han tenido suficiente coordinación, representación y protagonismo los sectores sociales, y quieren que yo presente una carta a la comisión para que se amplíe el tiempo y se permita que más gente hable antes de que la estrategia salga adelante para hacer la agricultura del futuro». En definitiva, apuntó, lo que piden es que «no se pare ahora mismo la negociación de la estrategia para que haya más participación».
Negociación y negociación
Ese es, según la almeriense, el 'modus operandi' de quienes componen el Parlamento Europeo. De ahí que, para que una iniciativa se apruebe, se requieren «seis meses» y, en el caso de una ley, «tres años».
«La iniciativa puede ser a propuesta de la Comisión o del Parlamento; normalmente, de la Comisión. Cada iniciativa tiene un ponente de cada grupo y un ponente en la sombra, que vigila que el ponente de ese determinado grupo lo haga bien. Los ponentes se designan por subasta. Cada eurodiputado tiene seis puntos y cada dossier a elaborar, si es de reglamento, vale dos y, si es menor, como una iniciativa, por ejemplo, igual vale medio punto. Tú te gastas tus puntos en lo que consideres. Lo elabora un ponente principal, que es el que hace el texto; y un ponente en la sombra, que es el que vigila, y que proceden generalmente de dos partidos políticos diferentes», concreta Crespo.
Para su aprobación, «hay que negociar todas las iniciativas para que salgan adelante con una mayoría cualificada, es decir, con una mayoría suficiente. Hay otras que se aprueban con dos terceras partes del comité, lo que conlleva una negociación muy complicada con muchas formaciones políticas». Sin embargo, describe, «normalmente, las iniciativas terminan aprobándose punto por punto por mayoría simple», aunque, para ello, hay que invertir horas y horas de diálogos y negociaciones.
Remarca la eurodiputada almeriense que, en cualquiera de las normativas, «hay que estar muy pendiente, porque tú eres el que redactas, el que está encima de la gente para negociar y al que llama todo el mundo para verte y hablar, porque saben que eres tú el que tienes que incluir su parte en el texto». «Aquí el diputado tiene mucha individualidad. Trabaja dentro de un partido, pero le dan discrecionalidad para que trabaje solo», asegura. Se trata, por tanto, de un trabajo «muy individualista pero cuenta, al mismo tiempo, con la ventaja de que se negocia mucho» porque «cuesta mucho sacar algo adelante». «Esto es negociación pura y dura: por los pasillos, en la cafetería, en los comités…», detalla la almeriense.
La tarea no es baladí. El Parlamento Europeo lo conforman 720 diputados de ocho grupos políticos, de los que 188 son del Partido Popular Europeo, más un noveno de no adscritos. Europarlamentarios que proceden de 27 países diferentes, cada uno con su idiosincrasia y sus problemáticas particulares.
Cada cargo, a examen
Para conseguir liderar algunos de los órganos, los eurodiputados pasan una especie de examen. «Te evalúan para darte un cargo. Hay que pasar una especie de elecciones. Yo, por ejemplo, para ser presidenta de Pesca, tuve que presentarme en el mes de julio, así como para ser coordinadora del Comité de Agricultura, 'Agri', que es como se le llama». «Ven todos los currículum, te hacen entrevistas, te ve cada uno de los diputados y decide si te considera idónea o no», expone.
Y, aclara: «Como hay discrecionalidad del diputado, tú estás en un grupo, pero igual no crees lo mismo que tu grupo». Pone como ejemplo Mercosur: «El PP está a favor, y a mí, estando a favor de Mercosur, no me gusta la parte agraria, así que no estoy dispuesta a que se quede así, por lo que afecta a la competencia desleal de terceros países respecto a los de la UE. Por tanto, tengo que luchar para intentar que mis textos vayan entrando con las modificaciones que considere».
Pendientes de los lobbies
Las negociaciones no son solo entre grupos políticos. Los comités son públicos. A ellos pueden acceder, además de los eurodiputados, los conocidos lobbies que, en el caso del Comité Agri, son principalmente las organizaciones agrarias, pero también las empresas del sector: «Yo me siento en primera fila, porque soy coordinadora. Detrás están los diputados de los distintos grupos políticos, y después, los lobbies, que se sitúan a la izquierda, como son COPA-Cogeca, Asaja… No tienen voz, pero pueden ver qué defienden los diputados».
La Administración europea otorga, además, la oportunidad de que estos colectivos, entidades o profesionales se expresen. En este caso, se hace a través de los denominados 'hearings', es decir, audiencias a las que se les invita para profundizar en determinados temas: «Por ejemplo, si hablamos de agua, yo hago un listado en el que igual quiero que venga un profesor de la Universidad de Almería, que es ingeniero, para que hable, aunque me lo tienen que aprobar todos los grupos».
Inglés, francés y... español
La cuestión idiomática en esta suerte de Torre de Babel que es el Parlamento Europeo se salva en las distintas sesiones a través de las traducciones simultáneas. Pero, a pesar de que la sede de Bruselas está en un país francoparlante, el idioma que más se habla en ella es el inglés.
«No es un inglés perfecto», reconoce, sino «un inglés mezclado. Yo tenía base de inglés y de francés, pero ya me voy soltando. Yo hablo francés con muchos, y en inglés con otros muchos. No importa. Porque la gente intenta entenderte, aunque hables mal. Intenta entenderte e, incluso, hablan en tu idioma para que tú les entiendas. El idioma no es una cuestión problemática. Aquí se habla mucho en español, también. Hay muchos españoles en Bruselas, muchísimos. En los lobbies, en el Parlamento...». «Hay un chico de Adra trabajando en Hacienda, que sacó sus oposiciones al Parlamento Europeo y lleva aquí toda la vida», menciona con orgullo.
No todo el mundo puede, sin embargo, participar si no está reconocido para poder hacerlo.
«Para ser lobbista y poder entrar, tienen que inscribirse para conocer de dónde vienen, quiénes son, cuáles son sus intereses... Además, si yo me reúno con ellos y soy ponente de una norma, o coponente, tengo que registrarlo. El Parlamento tiene que saber que me he sentado con ellos. Hay mucho control aquí. Tenemos que explicar qué hacemos, cómo gastamos nuestro tiempo…», especifica.
Tampoco se permite, afirma, que un diputado no esté en los comités o que no asista: «Si no puedes, tienes que justificar por qué no vas y buscarte un sustituto. Si no, te llaman la atención. Además, si no votas, está penalizado. Hay que cumplir con tu obligación. Aquí se fomenta mucho el cumplimiento de las normas». «Aquí, todo está agendado. Yo sé ya lo que tengo todo el año que viene. Normalmente, no hay cambios», afirma.
En cuanto a cómo reparte su tiempo entre España y Bruselas, explica que «tengo que estar aquí los lunes porque a las tres de la tarde tengo todos los lunes comité. Me busco la vida para venir o me tengo que quedar el fin de semana aquí. Y hasta los jueves también tengo comité, así que no puedo faltar. Tendría que justificarlo». «La nueva línea de trabajo es que venga gente aquí, los lobbies, por ejemplo; y que nosotros, los viernes, nos vayamos a los países miembros» para conocer cuáles son sus realidades y poder defenderlas en el Parlamento.
Así es la nueva vida de una política que, desde Adra, ha logrado representar a su tierra en todos los estamentos públicos. Y, ahora, desde el Parlamento de los Estados que conforman Europa.
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