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Tribunales en Almería | Caso Gabriel | El TSJA confirma la prisión permanente a Ana Julia Quezada por el crimen de Gabriel

El TSJA confirma la prisión permanente a Ana Julia Quezada por el crimen de Gabriel

El TSJA absuelve a Quezada de los dos delitos de lesiones psíquicas, por los que había sido condenada a penas menores de prisión, y rechaza repetir el juicio, tal y como pedía la familia del menor

Miguel Cárceles

Jueves, 6 de febrero 2020

La Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ha confirmado la pena de prisión permanente revisable para Ana Julia Quezada, la mujer condenada por el asesinato del pequeño Gabriel Cruz, de apenas ocho años de edad, en la localidad almeriense de Níjar. El tribunal ha desestimado tanto los recursos de la acusación particular que ejercen los padres del pequeño, como del Ministerio fiscal y ha estimado parcialmente el de la defensa de la asesina, que ejerce el letrado Esteban Hernández-Thiel, por lo que ha sido absuelta de los dos delitos de lesiones psíquicas (por los que había sido condenada a cinco años y nueve meses de prisión) y ha mantenido los dos delitos contra la integridad moral.

El tribunal rechaza, de esta manera, la nulidad del juicio y su repetición, tal y como habían solicitado tanto la defensa como la acusación particular. Esto habría obligado a un nuevo juicio con jurado desde el principio. Para desdeñar esta posibilidad, la sala que ha sentenciado los recursos considera que no hubo parcialidad en las instrucciones dadas por la magistrada Alejandra Dodero (que presidió las vistas) al jurado, unas indicaciones que los magistrados del TSJA califican de «correctas, útiles y adecuadas a la naturaleza de los extremos más delicados sobre los que había de pronunciarse el Jurado».

También rechaza el motivo esgrimido por la acusación particular respecto a la falta de motivación para excluir el ensañamiento de entre los delitos por los que se condena a Quezada. Así, indica que la motivación del jurado es «más que suficiente y no difiere de como habitualmente tribunales profesionales explican por qué han creído a un perito y no a otro cuando éstos se contradicen en aspectos puramente técnicos que el juez o el jurado ignoran».

Tampoco estima la Sala Civil y Penal del Alto Tribunal los recursos de la defensa sobre la necesidad de que este asunto fuese juzgado por un tribunal profesional, esto es, sin jurados, debido a la desmedida repercusión mediática. En este punto, la resolución explica que la exposición a los medios, aunque introduzca un «indudable factor de complejidad», no determina «en sí misma, objetiva y automáticamente, ni la inidoneidad de un Tribunal del Jurado como órgano decisorio, ni desde luego la nulidad del veredicto».

Doble apreciación de la edad

En uno de los puntos más esperados -y de mayor complejidad de la sentencia- el recurso debía pronunciarse sobre la calificación penal de los hechos. La defensa de la acusada consideró que la circunstancia de la edad de la víctima (de apenas ocho años) fue considerada tanto para apreciar la alevosía, que convierte el homicidio doloso en asesinato y que por lo tanto lo pena con más prisión; como para la pena de prisión permanente revisable.

Es aquí donde el Alto Tribunal en su sentencia recuerda que no existe todavía doctrina jurisprudencial consolidada, pero que, en este caso, la acusada aprovechó, por un lado, la inferioridad física de la víctima, y por otro «preparó un modo de ejecución de su plan criminal que neutralizaba la eventual defensa natural de un niño de ocho años». Así, explica que el ataque contra el menor fue alevoso porque «neutralizó las [escasas] defensas de la víctima», y entra en juego la prisión permanente revisable «porque la muerte alevosa recayó en un menor de dieciséis años».

Absuelta de lesiones psíquicas

En cuanto a los delitos de lesiones psíquicas, la Sala entiende que «el inconmensurable sufrimiento (y probables secuelas psicológicas o psiquiátricas) derivado del hecho de perder a un hijo de ocho años de manera violenta y de manos de una persona cercana al círculo familiar», está integrado en el delito de asesinato, y «aunque pueda calificarse como «lesión», no puede dar lugar a un reproche penal adicional, sino únicamente a una mayor indemnización en concepto de responsabilidad civil derivada de delito (de asesinato)». Es por ello que declara a la condenada absuelta del delito de lesiones psíquicas, por el cual se le habían impuesto cin años y nueve meses más de prisión.

Por el contrario, considera que algunos hechos, como «una cierta 'sobreactuación' y protagonismo y las palabras de esperanza que dirigía a los padres», sabiendo que el menor estaba enterrado, pueden considerarse valorables «a fin de integrar un delito autónomo, por no ser necesarios o imprescindibles, ni siquiera propios de un simple autoencubrimiento». Pero, según la resolución, «no tienen entidad para integrar un delito de lesiones psíquicas, pero sí la tienen para constituir un delito contra la integridad moral».

Redunda, sin embargo, en que la motivación dada por el Jurado «proviene de su consideración sobre la «maldad» de la acusada, que no se agota en el hecho de la muerte en sí, sino también en la frialdad con la que se comportó después. Es decir, de la reprobación moral y social de su modo de comportarse, infiere una intención lesiva».

La resolución explica que las secuelas descritas en el informe pericial psiquiátrico responden al hecho principal de la pérdida del hijo por causa violenta (asesinato), y la espera durante once días sin saber si vivía o no, ni si lograrían en algún momento saber qué ocurrió. «El plus que sobre ello supone recordar, a posteriori, la sobreactuación de Ana Julia y sus palabras de esperanza, por más que incrementen el «daño moral» (indemnizable civilmente), no guardan con el resultado de lesiones esa relación de causalidad íntima y directa», concluye.

Por último, indica en que «difícilmente puede concluirse que la intención de Ana Julia fuese lesionar (psíquicamente) a los padres del menor con ese fingimiento, sobreactuación y palabras de esperanza, cuando su primero y principal objetivo era no ser descubierta jamás, pues si hubiera logrado tal objetivo, los padres únicamente padecerían el enorme sufrimiento propio de la muerte o desaparición de su hijo, pero no el añadido de recordar el fingimiento y sobreactuación de la culpable no descubierta». Por ello, finaliza la sentencia, «convierte en irrazonable la apreciación del jurado de que tales comportamientos que excedían del mero autoencubrimiento los llevó a cabo Ana Julia con dolo de causar más dolor y consiguientemente lesiones psíquicas a los padres».

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