La protagonista de una icónica foto de la Guerra Civil española es de Almería

Con una sonrisa y brazo en alto, una miliciana exhibía la bandera de la Federación Anarquista Ibérica. En plena Guerra Civil española y con una barricada levantada en la calle Hospital de Barcelona, junto a la Rambla, con la Casa de los Paraguas al fondo, esta imagen dio la vuelta al mundo. Pero nadie sabía, hasta hoy, quien era esa joven en una barricada.

La, hasta hoy en día, desconocida mujer que celebraba junto a la bandera rojinegra que la ciudad había hecho fracasar al golpe de Estado de Francisco Franco contra el gobierno de la II República española en el verano de 1936 era una cara sin nombre. Ahora ya no. Este rostro anónimo es el de Ana, una chica nacida en Almería.

El matrimonio francés formado por François y Liliane Gomez vio la imagen desplegada en la fachada del Museu Nacional d'Art de Catalunya que anunciaba la exposición 'La guerra infinita. Antoni Campañà. La tensión de la mirada. 1906-1989'. Y no se lo pensaron: «¡Pero si es la tía abuela Anita!». Así conocían a la protagonista de esta historia: Ana Garbín Alonso, la tía Anita.

Apodada durante estas décadas como la «Madonna anarquista», era una mujer libre que trabajó como dependienta en Can Jorba y que, en el momento de la foto, «tenía 21 años, estaba divorciada de su primer marido, tenía una hija llamada Liberty, de tres años, y mantenía una apasionada relación con un oficial del ejército republicano que tenía una segunda familia en Francia», señalan sus familiares.

Ana vivía en esos años en un apartamento cerca del Paseo de Gracia pero nació en Almería en 1915. Solo residió en la provincia hasta los cinco años, momento en el que emigró a Barcelona junto a sus padres Manuel Garbín Ibáñez, trabajador de ferrocarriles, y Gabriela Alonso Martínez, propietaria de una tienda de frutas. Esta almeriense era la mayor de los seis hijos que tuvo el matrimonio con ideales anarquistas.

Costurera, anarquista y exiliada, como detallan sus familiares en un reporte con El País, la fotografía de la miliciana almeriense puede disfrutarse ahora en Montpellier gracias a su autor, Antoni Campañà. Detrás de esta fotografía se puede conocer la historia de Anita, una mujer sonriente y comprometida con los ideales de sus padres. La fotografía –propiedad del Museu Nacional d'Art de Catalunya– es uno de los principales reclamos históricos y artísticos de la colección de la pinacoteca barcelonesa.

Su exilio en Francia tuvo de banda sonora a las voces de Antonio Molina, Juanito Valderrama, Joselito, Luis Mariano, Lola Flores, El Niño de Murcia o Manolo Escobar y falleció en 1977 en Béziers, sin poder volver de nuevo a su tierra. Además, cuenta La Vanguardia que, se consideraba creyente, un motivo por el que su tumba, el testimonio de una vida escondida en el dorso de una icónica fotografía de la Guerra Civil española, la preside una cruz.

La identidad de la protagonista de la icónica fotografía se ha dado a conocer con motivo de la presentación de Antoni Campañà en Francia. 'Icônes Cachées', se denomina. Tiene de comisarios a Arnau González i Vilalta, Plàcid García-Planas y el nieto del fotógrafo, Toni Monné. Además, esta fotografía histórica, reconoce García-Planas, tendrá un documental sobre Ana.

Campañà, un icono

La foto de la 'tía Anita' de joven ha sido durante años una instantánea de reclamo sobre la gran colección fotográfica que tiene el MNACsobre Campañà. Hace tan solo dos años, el Museo lanzó una exposición sobre obras suyas de la fecha de la insurrección militar que tienen como escenario la Barcelona de finales de los años 30. Antoni Campañà (Arbúcies, Girona, 1906-Sant Cugat del Vallès, 1989) disponía de una amplia colección encontrada fortuitamente en 2018 por su familia. Este conjunto de imágenes, de gran calidad artística y relevancia histórica, fueron escondidas por el propio artista en una caja, y en ella permanecieron durante más de setenta años, desde el final de la Guerra Civil hasta su hallazgo.

Esta caja, con centenares de imágenes inéditas, es ahora conocida como 'la caja roja' y supone una nueva aportación de gran relevancia para el patrimonio fotográfico del país, especialmente en lo que concierne a la Guerra Civil, al mismo tiempo que resitúa a Campañà como uno de los grandes nombres de la fotografía catalana y española del siglo XX.

La muestra descubría un número importante de estas fotografías inéditas, jamás positivadas ni por el propio fotógrafo. La mayoría de las piezas de la exposición procedían del fondo de la familia del artista, que decidió hacer un importante depósito al museo de 63 fotografías de la etapa pictorialista anterior a la guerra.

Campañà se puede definir como un fotógrafo de contrastes. Se inició muy pronto en la fotografía y se convirtió en uno de los fotógrafos pictorialistas más premiados en todo el mundo. De hecho, su obra ya formaba parte de la colección del museo como representante del pictorialismo catalán antes de que esta exposición alumbrase sus trabajos inéditos.

Se integró bien pronto en las corrientes estéticas de la vanguardia europea y utilizó las técnicas pigmentarias del pictorialismo pero con una mirada que bebe de la Nueva Visión. Las diagonales, los picados y unos encuadres atrevidos pasan a ser su manera de plasmar la realidad. El fotógrafo mantendrá esta mirada durante la Guerra Civil, a pesar de que la crudeza de la realidad que le rodea hará que su fotografía sea más directa y rápida. Se mantendrá vinculado desde joven a la Agrupació Fotogràfica de Catalunya donde entrará en contacto con figuras destacadas de este momento pictorialista como Joaquim Pla-Janini o José Ortiz-Echagüe.

Campañà realiza más de 5.000 fotografías durante los años de la guerra, capturando todo lo que ve en un intento de superar el trauma del conflicto a través del visor de la cámara. Fotografía la complejidad de su tiempo sin autocensura ni concesiones a ninguna causa determinada.

Las milicianas, los refugiados que llegan de Málaga a Barcelona en enero de 1937, las ruinas después de los bombardeos, los comedores populares, el entierro de Durruti o la exhibición de las momias de las monjas de las Salesas en el paseo de Sant Joan (Barcelona) estuvieron bajo su objetivo. Campañà recoge escenas de la vida diaria, entre lo cotidiano y la violencia de la guerra y, finalmente, en 1939, la retirada del ejército republicano y los desfiles franquistas. Es entonces cuando el fotógrafo decide encerrar la guerra en una caja para intentar comenzar de nuevo, a pesar del contexto.

La postguerra supondrá para Antoni Campañà una adaptación traumática, y la recuperación y dedicación intensa a temas como los deportes, los paisajes o escenas de la modernidad, cuando ésta empezó a llegar al país.

Vista en su globalidad, la obra de Campañà recorre el siglo XX en su complejidad y con sus contradicciones. La exposición descubre a un artista incansable que intentó llegar a todos los ángulos del mundo de la fotografía.

Documentos históricos

De la 'caja roja' se han rescatado también imágenes que son verdaderos documentos históricos sobre la Desbandá, uno de los episodios más sangrientos de la Guerra Civil española, la huida masiva de miles de malagueños hacia Almería días antes de que las tropas nacionales entrasen en la ciudad. Las columnas de civiles –mayoritariamente mujeres y niños– fueron brutalmente bombardeadas durante su trayecto hacia la capital almeriense.

Esas imágenes han permanecido inéditas hasta la publicación del libro 'La caja roja', editado por Comanegra. «A diferencia de [Agustí] Centelles, no quiso enseñar a nadie las fotografías de la guerra. Campañà no quiso convertirse en una de las imágenes de la guerra ni entonces ni nunca, porque aquellos tres años lo habían traumatizado», ofrecen los autores de 'La caja roja' en las primeras páginas del libro.

Un volumen que repasa las escenas de guerra en Barcelona para llegar hasta la tragedia de 'La Desbandá'. «En cualquier contexto de guerra o de catástrofe natural –escriben los autores de 'La caja roja'–, la imagen del refugiado se convierte en el resumen de la pérdida de los marcos mentales y de la cotidianidad del paisaje propio. Aquellos individuos desconcertados y desorientados deambulan con la mirada perdida. Campañà los encuentra en las miradas de centenares de ciudadanos de Málaga que, huyendo de las tropas rebeldes entre mediados de enero y febrero de 1937, acabarían recalando en las calles de Barcelona o en Estadio Olímpico de Montjuic».

Ahí están, hacinados y agotados después de un viaje de mil kilómetros, en el estadio barcelonés. Hombres con las gorras caladas, mujeres agotadas y niños rotos por el cansancio y el hambre que habían salido con lo puesto mientras Queipo de Llano ordenaba bombardearlos desde el mar y desde el aire. La vida metida en sacos acarreados a pie desde Málaga hasta Almería y después, si hubo suerte, en tren hasta Barcelona. El estadio convertido en un inmenso comedor en una imagen cenital de Campañà. La mirada dura, fija en el objetivo del fotógrafo, de una niña que sostiene a un bebé dormido. «Algunos de los que consiguieron llegar a Almería acabaron apretujados en un tren con destino a Barcelona. Allí (…) en medio del hambre y la suciedad, después de un periplo de mil kilómetros, la sociedad y las autoridades catalanas tuvieron que gestionar la acogida de uno de los numerosos contingentes de refugiados que llegaban de los distintos territorios en guerra», añade el texto de 'La caja roja'.

• Temas
• Barcelona (Provincia)
• Barcelona (Provincia)