Iván García
El jefe de captación de la oenegé recorre las calles para concienciar sobre la ayuda humanitaria y defiende la solidaridad en la provincia
Clemen Solana
Almería
Domingo, 17 de agosto 2025, 23:36
Un peto educa las miradas entre el ajetreo de calle Altamira a primera hora. Es el de Iván García, jefe del equipo de captación de ... Médicos Sin Fronteras (MSF) en Almería. García entabla conversaciones varias en plena acera. Una señora, dos jóvenes y demás curiosos se acercan. A su lado, se encuentra Lavinia Menegoni, captadora. Ambos recorren la provincia con un fin: prestar ayuda humanitaria en zonas como Gaza, Ucrania y el centro de África. «Tener dinero, trabajo y asistencia médica viene de la suerte de nacer en un lugar privilegiado, no es algo ganado», sostiene Menegoni.
Desde 2019, García se considera parte del centro de la ciudad. La fórmula es sencilla: tomar la calle. El jefe del equipo hace de un metro cuadrado su casa. «Y a todo el mundo que entra y sale de casa se le saluda y despide». recuerda. Cuando no recibe respuesta, no cambia de actitud. Es más, la mantiene. Esta es su baluarte imprescindible. «La gente compra más tu simpatía que a la oenegé», apostilla.
–¿Qué queda cuando todo se derrumba?
–La capacidad de sobrevivir. Una ONG puede echar un cable, pero se debe buscar esa ayuda. Un inmigrante que llegue sin nada puede tener la iniciación que aporta la ONG, pero se necesita la resiliencia de la persona.
–¿Le empujó eso a arreglar el mundo?
–Cuando terminé trabajo social, no me quería encerrar en un hogar de acogida o un centro penitenciario porque supone llevarse los problemas a tu casa. De la ONG me llevo la alegría de aportar ayuda a personas que la necesitan.
–¿Cuál es la primera frontera?
–Nuestra mentalidad. Una frontera significa hasta dónde llega un país, pero la personal es otra muy diferente y grave.
–La suya bien conoce Almería.
–Almería es muy solidaria. Para los pequeña que es, se apunta bastante gente. Y eso es lo importante. Pero ahora en verano, se suda sangre en la calle.
–El Ayuntamiento prevé aprobar los refugios climáticos en septiembre ¿Llega tarde?
–Se deberían haber instalado hace mucho tiempo. El cambio climático no es algo nuevo y cada verano es el más fresco del resto de nuestra vida. Quien malvive en la calle, lo sabe bien.
–¿Qué mirada le acompaña a pesar de los años?
–La de un chico que vino de Gaza. para montar un hospital de campaña, tenía que ir escoltado por el ejército y dar el aviso de posición para que no le disparasen. La ayuda humanitaria en una guerra pasa a segundo plano.
–No debe de ser fácil estar a la altura del dolor ajeno.
–Pero le sucede también a un médico. Te puede pasar algo malo, pero te llevas la satisfacción buena. Cuando vengo a trabajar, dejo de ser Iván García y paso a ser el chico de la ONG. Mis problemas vuelven cuando me voy a casa.
–¿Cuánto sufre un captador?
–He llegado a estar jodido muchas tardes. Entre los problemas de la inanición, está que el estómago y el esófago se cierran hasta tal punto que la leche materna no pasa. Una madre de Mali le estaba dando el pecho a su hijo y se ahogó. Trabajamos con un kit de nutrición básico para los bebés que cuesta 40 céntimos y allí supone que no muera tu hijo.
–Entiendo que llora...
–Hay veces que no consigues socios, pero es que no depende de ti. Yo hago mi trabajo y a veces sale, otras no. Y claro que me siento mal. Dar el 100% y no ser productivo supone no tener satisfacción personal. Me pagarán igual, pero no estoy ayudando y yo trabajo para eso. Si fuera por dinero, me dedicaría a otra cosa.
–¿Desesperanza la calle?
–Debes tener una capacidad de rechazo muy fuerte. Tienes que saber aceptar el 'no' y ser impermeable. Quizá hablo con 150 personas y se apunta una. Me llevo 149 noes. Si permito que cada 'no' me afecte, me voy llorando a casa. Hay que coger la energía del 'sí' y que no te afecte la del 'no'.
–¿Frustra el no social afincado?
–Hay quien no te responde, quien no te mira a la cara y quien no tiene tiempo. Quizá está en su mundo, es su derecho.
–¿Peca la sociedad de insolidaria?
–A nivel local no, pero las personas van con orejeras y no miran el mal ajeno. El ser humano es malo por naturaleza. Para eso trabajo, para sacar el lado bueno de las personas, que lo hay.
–¿Qué escucha en la calle?
–La incomprensión de gestar hijos en países vulnerables. La respuesta es sencilla: mano de obra y falta de educación sexual. Nadie se planeta por qué en la España de hace 80 años las familias tenían muchos hijos en plena penuria. No es tanto el racismo, sí el egoísmo de pensar que un occidental tiene muchas necesidades. Claro que las tiene, pero las suple antes que un niño en la guerra.
–¿Cómo explica lo que hace?
–Personas como yo no cambiamos el mundo, pero ayudamos. Por mucho peto que lleve, no soy un superhéroe. La gente dice que no se gana dinero y me da igual. Seguiré mi camino para salir adelante en esta sociedad capitalista.
–¿Qué queda sin humanidad?
–(Resopla) Tenemos la cacería racial de Torre Pacheco al lado. Eso lo estaban deseando hacer. Hay un caldo de cultivo para ejecutar cosas injustificadas. Ni tienen humanidad ni educación.
–¿Le duele España?
–Siempre hay quien se queja, aún naciendo en el mejor país del mundo. En España no hay niños con desnutrición severa aguda, tendremos otros problemas, no humanitarios. Hay quien critica que no ayudamos en España, para ello hay otras asociaciones. MSF garantiza asistencia médica en países donde no la hay.
–Si pudiera hacer que todo el mundo lo leyera, ¿Qué escribiría?
–Que la solidaridad debe inculcarse. Si de pequeño no te educan a ayudar, con 30 años no vas a colaborar con un kit de 40 céntimos al día. Al final de mes, no vas a dejar de pagar el alquiler. A mí me nace ayudar, aunque sea a una señora para subir el escalón de casa.
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