Nuestra Semana Santa, tan igual y tan distinta
«La 'sevillanización' que inició la Hermandad de Estudiantes en los años 80 de la mano de Carlos Galice prendió en una Semana Santa distinta, mejor, que ha logrado incorporar a nuevas generaciones a la tradición litúrgica»
La Semana Santa en Almería, más que una mera expresión religiosa, se erige como un fenómeno social y un motor económico de un incalculable calado, ... irradiando su influencia desde la capital hasta municipios emblemáticos como Huércal-Overa, Vera, Cuevas del Almanzora, Roquetas de Mar, El Ejido, Tabernas o la comarca de Los Vélez. El aroma a incienso y el repique de tambores anunciaban días de fervor que transforman la provincia en escenarios vivos de una tradición centenaria, tejiendo un complejo entramado de relaciones humanas. Familias enteras se unen, amigos comparten emociones y los jóvenes se imbuyen de una rica herencia cultural que fortalece la cohesión social y reafirma los lazos comunitarios. Cada levantá y cada saeta improvisada son manifestaciones palpables de esta unión religiosa -y cívica- entre el momento actual y el pasado.
Porque resulta innegable que en lo esencial la Semana Santa sigue siendo lo mismo que ha sido para nuestros padres, abuelos y bisabuelos: una manifestación cultural y religiosa de primer orden profundamente arraigada en nuestra identidad. Pero también es innegable que la Semana Santa que comandaron nuestros ancestros y la de hoy se parecen en poco. Al revivir de las hermandades en los años 80 y 90 se ha sumado la incorporación de nuevas corporaciones, la adquisición de elementos patrimoniales de alto valor económico y estético y la transformación litúrgica de la carrera oficial en un camino de peregrinación ante la cabecera de la Diócesis ganando en solemnidad y organización. Desaparecieron las ruedas y las luces eléctricas, llegaron las velas rizadas, los ceraferarios y turiferarios, los pertigueros y los costaleros. Y esa 'sevillanización' que inició la hermandad de Estudiantes en los años 80 de la mano de Carlos Galice prendió en una Semana Santa distinta, mejor, que ha logrado incorporar a nuevas generaciones a la tradición litúrgica y que ha cristalizado en un auténtico espectáculo sin perder el fondo teológico que lo impregna todo al detalle.
Además, el impacto económico de la Semana Santa es innegable y tiene gran capilaridad. La llegada de visitantes año tras año impulsa significativamente la hostelería, desde los hoteles de la capital hasta los hostales con encanto del interior, experimentando un notable aumento en la ocupación. Restaurantes y bares llenan sus terrazas, ofreciendo la gastronomía local en un ambiente festivo y tradicional. El comercio también se beneficia, con un aumento en las ventas de tiendas de recuerdos, artesanía, moda y alimentación, especialmente en núcleos turísticos como la capital, Roquetas de Mar o El Ejido. Ni que hablar de sectores específicos como floristerías y talleres de orfebrería, bordadores, tallistas... Todos ellos viven exclusivamente de la artesanía durante todo el año.
Las cofradías y hermandades son actores fundamentales más allá de la Cuaresma. Y quien no lo haya visto aún, es que está completamente ciego.
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